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Alfred se miró al espejo arreglando los últimos detalles de su traje y vió detenidamente su cuerpo por un momento.

Sus manos eran grandes y algo suaves, podía sentir el calor reunido en ellas. Sus brazos eran gruesos, al tocarlos podía sentir sus músculos rodeados de un poco de grasa, al igual que en sus piernas. Su barriga por su parte, que estaba siendo levemente presionada por el botón del pantalón, era suave como una almohada.

Dirigió su vista a Arthur, quien estaba recostado en la cama al otro lado de la habitación.

Postrándose a su lado, recordó la noche de hace unas semanas y comenzó a acariciar su cuerpo con sus manos.

Arthur lucía tan frágil y débil que incluso tocarlo le asustaba. Temía lastimarlo o causarle más dolor de lo que debía estar sintiendo.


-Al...


Sobresaltado al escuchar que lo llamaba, Alfred llevó la mano hasta la mejilla de Arthur.


-¿Qué sucede, Arthur? ¿Te duele? ¿Necesitas algo? ¿Quieres que yo...

-Es hoy... ¿cierto?

-¿Qué cosa?

-Tu cumpleaños... ugh... Al...


El cuerpo de Arthur se vió repentinamente atormentado por el dolor.

Mientras le decía palabras para calmarlo, Alfred sacó el maletín que Francis le había dado de abajo de la cama. Quedaba poco, pero bastaría para los próximos tres días.

Ahora que sabía la causa de la condición en que se encontraba Arthur, esperaba que pasada la fecha de cumpleaños, todo mejoraría.

Tomó la jeringa e inyectó el brazo de Arthur, tal como lo había hecho los días anteriores.

El dolor disminuía lo suficiente para permitirle dormir un poco.

Al verlo más calmado, Arthur acarició la mejilla de Arthur y besó su frente.


-Descansa -dijo sin saber si Arthur podía escucharlo- Estaré abajo.


Poniéndose de pie, Alfred salió de la habitación.

Quince minutos después, las demás naciones tocaban una tras otra a la puerta de su casa con algún regalo entre sus manos.


-¡Bienvenidos! -los recibía Alfred con una gran sonrisa- ¡Pasen! ¡Pueden dejar sus regalos sobre la mesa y comer algún bocadillo si gustan!

-Feliz cumpleaños, Alfred -dijo Francis, quien había llegado mientras Alfred conversaba con otras naciones.

-Discúlpenme un momento -se excusó Alfred tomando a Francis de su brazo y llevándolo hasta la cocina.

-¿Cómo se encuentra?

-Sin cambios. No... Esta mañana el dolor lucía de alguna manera peor que antes. Le he dado la dosis diaria, así que está dormido.

-Creo que sedado es la palabra correcta... Como sea, si nuestra teoría es correcta, comenzará a mejorar a partir de mañana. No te preocupes por ahora y disfruta de tu fiesta. Sonríe, tus invitados esperan a la estrella de la fiesta.


Dándole una palmada en la espalda, Francis acompañó a Alfred de vuelta a la sala de estar donde todos sus amigos esperaban por él.

Por un momento todo estuvo bien. El lugar estaba lleno de conversaciones amenas y risas, pero todas estas cesaron de repente.

*THUD*


-¿Qué sucede? -se preguntaron todos mirando hacia el techo.


El sonido de varios objetos cayendo al suelo provino del piso superior.

Tanto Alfred como Francis soltaron las bebidas que tenían en sus manos y corrieron desesperados por las escaleras sabiendo qué únicamente Arthur se encontraba allí.

Al entrar vieron que la puerta del armario estaba abierta, frente a la cual Arthur estaba intentando levantarse de un suelo repleto de cajas.

Cuando Alfred corrió hacia Arthur, Francis se percató que el maletín estaba abierto sobre el suelo junto a la cama con todos los frascos vacíos.

Se acercó furioso a Arthur, a quien Alfred estaba intentando ayudar a poner de pie. Sujeto su muñeca, levantando la manga de su suéter, para encontrarse con un brazo tan lleno de piquetes como lo imaginó.


-¡¿Acaso quieres morir?! -exclamó Alfred sujetando el cuello de las prendas de Arthur-¡No importa que no seamos como los demás, tu cuerpo también se dañará así! ¡Por todos los cielos, Inglaterra! ¡Deja de... sacudirte... así!


Arthur luchaba con todas sus fuerzas para liberarse de las manos de Alfred, estirando uno de sus brazos hacia el suelo.

Percatándose de que Arthur intentaba alcanzar algo, Alfred lo soltó para ver qué era lo que deseaba. Sin embargo, las piernas de Arthur no tenían suficiente fuerza para mantenerse de pie por lo que cayó y arrastrándose un poco logró alcanzar una de las cajas del suelo.

Sujetando la caja contra su pecho, Arthur reunió todas sus fuerzas para ponerse de pie y caminar hacia Alfred, quien al verlo tambalear y a punto de caer extendió sus brazos para atraparlo. Su fiebre empeoraba y respiraba grandes bocanadas de aire como si estuviera ahogándose.

Alfred sintió en su pecho que Arthur presionaba la caja que sostenía en sus manos.

Francis se acercó a ayudarlos. Tomando la caja, la abrió para averiguar qué era aquello que Arthur buscaba. Sus ojos se abrieron grandes, pero enseguida reflejaron tristeza y mostró el contenido a Alfred.

Al retirar la tapa de la caja, en su interior aguardaba un pequeño soldado de madera como los que Arthur le había regalado cuando era un niño. Sin embargo este soldado vestía un traje de superhéroe hecho a mano y una tarjeta amarrada a su pie con las palabras: "Feliz cumpleaños, Héroe"

Abrazo a Arthur con fuerza, para indicarle que había recibido su regalo correctamente.


-Gracias... -lloró Alfred- Es el mejor regalo que me han dado... Me hace muy feliz...


Alfred sintió una mano frotando su cabello


-Feliz cumpleaños...  Al...


Tras pronunciar esas palabras, Arthur se desvaneció en sus brazos.

HeridasWhere stories live. Discover now