☼ 3 ☼ El chico de los ojos color miel.

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"...Y de pronto, encuentras unos ojos, de los cuales no quieres irte más"

~Jessica González, Twitter: versosrotosjg

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Estuvimos casi toda la tarde tumbadas en la cama, comiendo paquetes de palomitas uno tras otro —creo que llegué a contar cuatro de mantequilla y dos de sal— mientras veíamos varias películas de terror

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Estuvimos casi toda la tarde tumbadas en la cama, comiendo paquetes de palomitas uno tras otro —creo que llegué a contar cuatro de mantequilla y dos de sal— mientras veíamos varias películas de terror. Solo faltaba una hora para que los padres de Clara llegasen, por lo que decidimos prepararnos para la cena.

Opté por un vestido blanco suelto de lino de Dolce & Gabbana y unas sandalias de esparto de la línea nueva de verano de Gucci. Mi mejor amiga se decidió por un vestido largo de tirantes azul de algodón de Massimo Dutti, a juego con unas sandalias muy parecidas a las mías. Recogí mi cabello castaño claro y rizado en una voluminosa cola mientras que Clara se decidía entre dejar su cabellera suelta o recogerlo en un moño.

Tras varios minutos de indecisión, optó por soltar su espesa y lisa cabellera azabache. En cuanto al corte, ella se inclinaba más por un cabello de corte mediano, siempre suele llevarlo por la altura del pecho. A mí, por el contrario, siempre me ha gustado llevarlo un poco más arriba de la cadera, para disgusto de mi madre. Dice que parezco una salvaje, y a mí ¡me resbala!

Cuando se dio la hora, bajamos al recibidor con una enorme sonrisa en el rostro. Mis padres estaban allí, Lola —mi madre— con un vestido corto de tirantes de flores y sandalias de tacón que identificaba de Chanel, y Jorge —mi padre— enfundado en su camisa veraniega hawaiana de Gucci y en unos shorts estilo chinos a juego con sus náuticos favoritos de Armani. Conste que aún le hago bromas con la serie George de la Jungla. Este llevaba el pelo como siempre, rizado y a lo loco. De él, nos provenían los rizos desenfadados que tanto le caracterizaban. Pero el color castaño claro nos lo había aportado mi madre, así como los cachetes gorditos. Sin embargo, yo había heredado los achispados y claros ojos verdes de mi padre y mis hermanos, los castaños de mi madre.

Los Román ya habían llegado. Violeta, la madre de Clara, llevaba unos pantalones de seda blancos con una camisa de tirantes en color esmeralda de la nueva colección de Gloria Ortiz, a juego con sus dos rodajas de aceitunas verdes oscuras que tenía por ojos. Su tez era muy blanca y brillante, como la de mi amiga. Y su pelo tan negro como el propio azabache. Desde luego, Clara era la viva imagen de su madre. A su lado, estaba Federico, el padre de mi amiga, un hombre cincuentón que no aparentaba su edad. Era alto, corpulento, de ojos y cabellos castaños, y vestía de Massimo Duti al completo. Estaba todo el día bromeando, de quién sino sacaría su hija ese contagioso humor.

—¡¿Qué tal estáis familia?! ¡Qué de tiempo sin veros! —vocifera Fede para llamar la atención de mis padres. Todos reímos a sabiendas de que éramos vecinos, y nos veíamos casi todos los días—. Pero... ¡Qué grande estáis! Parece que fue ayer cuando os vi jugando a las muñecas —nos suelta carcajeándose porque ayer estuvimos en su patio abriendo cajas para donarlas a los niños que no podían permitirse comprar juguetes. Es que este hombre no tiene remedio, pero me alegra verle feliz.

Un Verano de Lujo ©Where stories live. Discover now