El Cisne

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Sus ojos no daban crédito a lo que acababan de ver, justo frente a él se transformó en persona el cisne negro que persiguió durante todo ese tiempo.

El chico aparentaba ser de una edad similar a la suya, con el cabello de un naranja brillante parecido al cielo en esos momentos antes de esconderse el sol y dejarlo en la penumbra con la persona que ahora se giraba en su dirección.

Todo en su interior le gritaba que huyera del lugar, eso no era natural, solo en los mitos, las leyendas e historias infantiles ocurrían cosas de ese estilo, en el mundo real no; no obstante su cuerpo se negaba a moverse, hipnotizado por el par de ojos marrones que se acercaban con cada zancada alegre dada, la sonrisa en su rostro contagiaría de emoción a cualquier otro, para mala suerte del dueño se encontró con Kei Tsukishima.

Cuando Tsukishima comenzó a procesar las palabras dichas por el joven que apenas y le llegaba al hombro, se dio cuenta que preguntó por su nombre. Sus labios se separaron, emocionados por complacer al muchacho hasta que la voz de su abuela resonó en su cabeza con una vieja advertencia «nunca regales tu nombre a una criatura del bosque o te llevará con él», esas palabras que lo atemorizaron de niño y conforme pasó el tiempo solo se convirtieron en disparates, ahora le pareció lo más lógico del mundo.

—Vamos, solo quiero saber tu nombre —le dijo el joven mientras le dio un golpecito en su brazo de forma juguetona—. ¡Ya sé! Primero yo diré el mío y luego tú dices el tuyo. Me llamo Hinata.

—Yo soy Tsukki —respondió al tiempo que se regañaba por pensar solo en el apodo que le dio su amigo.

— ¡Hola, Tsukki! Dime, ¿qué haces por aquí? No es que me desagrade tu compañía o algo por el estilo, pero por lo general las personas se mantienen lejos de este lugar —genuina curiosidad se reflejó en los grandes ojos atentos a su persona.

—Nunca había visto un cisne negro y quise acercarme para tomar algunas fotos —su voz decayó hasta volverse apenas audible, aunque para Hinata no fue ningún problema, a quien se le ensanchó la sonrisa todavía más al escucharlo.

—Pero me seguiste todo el camino y ahora estás perdido, ¿no? —como para recalcar su punto señaló los pantalones y zapatos llenos de lodo, Tsukishima al caer en cuenta de esto comenzó a preguntarse en qué momento creyó sería buena idea seguir a un animal sin tomar en cuenta su entorno, siendo él un muchacho de ciudad que apenas visitaba ese sitio una vez al año—. Ya es tarde, te acompaño hasta el camino que lleva al pueblo, es peligroso estar en este lugar, en especial durante las noches.

Antes de que su conciencia lo llevara a entender que estaba dentro del bosque, Hinata tomó uno de sus brazos para guiarlo en ese lugar que era devorado por la oscuridad a pesar de las estrellas y la media luna en el cielo.

No sabía si era una especie de bloqueo por parte de su cerebro o la sorpresa por lo que vio, pero estaba agradecido de no caer en el pánico, una parte cree que fue por el agarre en su brazo, así que en ese trayecto se mantuvo lo más cerca posible del joven-ave.

A modo de distracción, durante el camino miles de preguntas pasaron por la cabeza de Tsukishima: ¿cómo es que Hinata se transformó de un cisne a una persona?, ¿qué era Hinata?, ¿vivía en el bosque o en la villa a la que se dirigían?, ¿cuántos años tenía?, ¿por qué hablaba sin parar?...Muchas preguntas que al tratar de salir acabaron enredadas unas con otras, por lo que se atoraron en su garganta.

—Si sigues derecho por este camino llegarás a la carretera, una vez ahí das vuelta a la izquierda y después de unos pocos kilómetros verás la entrada del pueblo.

— ¿Tú no vienes? —fue lo único que logró escapar.

Debido a la oscuridad, la expresión de Hinata fue irreconocible, sin embargo en su voz pudo distinguir unas notas de tristeza y nostalgia.

El cisneWhere stories live. Discover now