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LA PUBLICISTA

Marinette

Salí del coche de empresa en Broadway con la Quinta Avenida e hice malabarismos con el paraguas y el café en una mano y los archivos de mis clientes en la otra.

Hoy era el octavo día consecutivo en que llovía con fuerza sobre Manhattan, y comenzaba a lamentar no haber alquilado una oficina más cerca de mi apartamento.

—Buenos días, señorita Dupain. —El conserje me saludó y me abrió la puerta—. Me alegro de ver que llega dos horas antes de tiempo, como siempre.

—Buenos días a ti también, Park —dije, sonriendo—. Sabes que me da alergia llegar tarde. — Entré y apreté el botón del ascensor, que me llevó directamente al séptimo piso. En el momento en que salí, miré con asombro las brillantes letras plateadas que colgaban encima de las puertas dobles:

«MARINETTE DUPAIN & ASOCIADOS».

Mi firma era una de las empresas de relaciones públicas y marketing más pequeñas de Manhattan, y nuestros clientes eran en su mayoría atletas de nivel medio, celebridades locales y universidades, y algunos imbéciles de Wall Street que eran incapaces de mantener las pollas en los pantalones.

De vez en cuando conseguíamos una cuenta enorme, pero al final todos nuestros clientes se veían atraídos por las luces brillantes de una empresa más grande, una empresa con más personal, mayores recursos y otros clientes de renombre con los que yo solo podía soñar.

Aun así, y pensando que solo llevaba seis años en este mundo, me sentía orgullosa de cuánto había logrado con mi equipo, formado solo por cinco personas.

Abrí la puerta del despacho y comencé mi ritual matutino: escuchar treinta minutos un audiolibro, responder a todos los correos electrónicos importantes y prometerme a mí misma dar el doscientos por cien durante el resto del día.

Examiné los archivos de los clientes actuales, asegurándome de estar a tiempo de proporcionarles todo lo que necesitaban, y cuando terminé, mi secretaria, Tania, me
estaba poniendo una taza de café recién hecho encima del escritorio.

—Buenos días, señorita Dupain —dijo—. Traigo la agenda diaria actualizada.

—Genial. —Miré hacia arriba y le indiqué que tomara asiento—. Dime…

—El señor Bradley, de V-tech, quiere que le escribamos el discurso para la ceremonia de
inauguración de la próxima semana. Quiere que sea «precioso, conmovedor y gracioso a la vez». Y, además de solicitar nuestra ayuda con las entrevistas de prensa, también quiere que le consigamos a una hermosa pelirroja para una cita. Se conformará con una morena, pero no con rubias.

—Que Jenna me entregue el borrador previo del discurso mañana y que Fer organice cuatro entrevistas con las emisoras locales. Después, dile amablemente al señor Bradley que no somos un servicio de citas. Que se busque él solo a su pareja.

—Hecho. —Garabateó algo en el bloc de notas—. Sigo poniéndola al día: la universidad de Nueva York quiere ampliar su cuenta con nosotros seis meses más. Hilton hará una llamada telefónica a final de mes para hablar sobre el cambio de marca local y… mmm… Nathaniel Kutzberng… —Murmuró el resto de la oración de forma que no la entendí.

UN CLIENTE DESCARADO (Adaptación)حيث تعيش القصص. اكتشف الآن