Capítulo 1

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¿Qué diabólico juego te traes entre manos?
Molly estaba de pie, vestida con el vestido de novia de Holly y los zapatos grises, que, como le quedaban grandes, había tenido que rellenar.

"¿Cómo podría responder? ¿Cuál era su defensa ante el acto imperdonable cometido?"

Holly lo había dejado plantado y parecía haber tan sólo una forma de salvar su nombre frente a toda aquella gente de la iglesia, periodistas e invitados; conocidos, amigos y enemigos, que tienen todos los hombres poderosos.

Se había puesto el vestido blanco de encaje, arreglándose el antiguo velo para que le cubriera el rostro. Abajo, en el pasillo, el tío Dominic la esperaba. "Estás preciosa", había comentado, demasiado emocionado el día de la boda de su hija, para darse cuenta de que besaba en realidad a su sobrina, conduciéndola del brazo hacia el coche de los novios, que aguardaba.

Nadie parecía haber notado la supuesta ausencia de Molly. Todos sabían que era muy tímida y siempre había sido objeto de las bromas de la familia... No obstante, ahora ella había tomado el lugar de su prima frente al altar de la iglesia griega y se había casado con un hombre que apenas sabía de su existencia... hasta el actual momento de estupor.

—¿Cómo has logrado hacerlo?—tiró de ella con fiereza, mirándola de frente—. Con ese maldito velo, ¿eh? Detrás de él te parecías a Holly, aunque pálida y nerviosa. Y has añadido un toque a tu astucia al fingir el desmayo en la sacristía, pretendiendo que te sentías exhausta para asistir a la recepción... ¡Confiesa! —le exigió, con ojos ardientes de furia—. ¿Te sientes satisfecha ahora, a solas conmigo, en «nuestra luna de miel»?

Molly sentía dolor en el cuero cabelludo, pues el hombre la había acercado a él tirándole del pelo. Pero experimentaba, sobre todo, un gran sentimiento de culpabilidad y un profundo pánico. Sherlock Holmes era un griego puro y eso había contribuido a encubrir la farsa.

El había llegado al hotel en un coche diferente, con sus dos hermanos y un par de socios, ya que, como los árabes, aquellos hombres no se presentaban con mujeres en público. Por consiguiente a ella se la había mantenido aparte hasta el momento en que debían verse a solas como marido y mujer.

Cada instante de aquella mañana parecía grabado en la mente de Molly como las facetas del anillo de esmeralda que Holly dejó sobre el tocador de su habitación, sobre una nota escrita a toda prisa para que «alguien» se la entregara al griego que había conocido en Atenas mientras desempeñaba uno de los múltiples trabajos raros que hacía, esperando la oportunidad de un pequeño papel en el teatro. El de guía de turismo había resultado adecuado para su inquieta y viva personalidad.

Así había atraído al hombre que ahora se encontraba con Molly en la lujosa sala de estar del hotel Parkway Towers, en Londres. Solamente una gran atracción podía haberlo llevado a Inglaterra para pedirle a Dominic Odell Hooper la mano de su única hija, ya que es bien sabido que los griegos prefieren casarse con mujeres de su propia nacionalidad, fomentando así las antiguas tradiciones del país.

Pero la mano que Sherlock Holmes había sostenido aquella mañana en la iglesia era la de Molly y en su dedo había deslizado la brillante alianza grabada, de oro puro. Con dedos temblorosos ella le había colocado una similar, pero más ancha, en la mano derecha... todavía podía recordar cómo temblaba y cómo había estado a punto de caérsele la alianza, sintiendo que desafiaba la ira de los dioses y del mismo Holmes al tomar el lugar de la mujer que él deseaba.

El hermoso vestido de novia había sido adornado con flores virginales, y por la mente de Molly cruzó la idea de que tal vez su prima había huido por temor a Sherlock más que por la urgencia de cubrir una vacante teatral en Nueva York.

Molly conocía la relación que Holly había tenido con el productor Drake Montressen, pues desde pequeña había compartido los secretos de su prima. Ella no tenía ningún familiar y siempre se sintió agradecida al ser tratada casi como una hermana por su veleidosa prima Holly. Aun Dominic Odell Hooper, que era un artista de gran fama, se hubiera escandalizado al saber que su adorada hijita se había entregado a un hombre como Montressen, mucho mayor que ella y conocido como mujeriego y bebedor.

El hijo de Judas (SHERLOLLY)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora