Capítulo 4

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¿Cómo se puede, si quiera, explicar el placer inherente que debe un amo sentir cuando su sumiso se entrega en cuerpo y alma?

No se puede definir la entrega total, ni el deseo de complacer y ser complacido. Personalmente, Bakugō no creía que esta práctica fuera algo que se pudiera aprender. Una parte de ti nacía con esa con esa inclinación a la dominación o ser dominado, pero tampoco estaría mintiendo al admitir que, con el pasar de los años todas esas experiencias que bailaban entre la luz y la oscuridad, también habían modificado esa inclinación. El rubio dudaba de si esa era la naturaleza de Todoroki, ¿podría acaso demostrar la suficiente entereza ante una verdadera y pervertida petición?

Sólo de pensarlo a Katsuki le entraba la risa, iba a disfrutar mucho haciendo sufrir a ese niño rico. El rubio había dejado pasar casi un mes antes de llamar a Todoroki, sabiendo que cada día que pasaba era una tortura para el otro. Tan sólo le envió un mensaje de texto con el día, la hora y la dirección de su propia casa; pensó que sería mejor mantener esa cita lo más privada posible. Se propuso poner a prueba la paciencia y los verdaderos límites de su antiguo compañero, mientras conseguía convencer a Kirishima de que había hecho las paces con Todoroki.

Aunque le costó, Kirishima por fin renunció a organizar esa estúpida reunión pacífica.

Katsuki debía admitir que todo este tema había conseguido distraer su mente y eso la daba un poco de paz, por lo que estaba menos irritable de lo habitual. Tenía suficiente tiempo para pensar en todos los detalles de esa pequeña tortura que se disponía a hacer. Le dio vueltas al tema de la cena y se decantó por las hamburguesas más grasientas que recordaba haber probado nunca, acompañadas de unas alitas empapadas en salsa; para beber pensó que sería buena idea tener una buena jarra de cerveza, no obstante prefería no alterar sus sentidos con alcohol. Eso sí que sería peligroso.

Horas antes de la cita limpió con esmero toda su casa, exceptuando la entrada, en la cual dejó deliberadamente todos sus zapatos desordenados. Estaba deseando ver la cara que pondría ese maldito estirado al ver el pequeño caos dentro de tanto orden o, su cara llena de grasa y salsa intentado acabarse la cena. Se preguntaba si Shōto tendría valor para pedirle cubiertos y así poder comer sin mancharse. Optó, también por no arreglarse demasiado. Simplemente le recibiría con una camiseta ancha y ropa interior y aunque no le parecía un detalle que detonara la paciencia del bicolor, decidió que iría descalzo. Sin duda estaba disfrutando como un niño pequeño. Sólo de pensar que desde el momento que en que Todoroki le había suplicado por algo tan simple, él ya tenía el control.

Todoroki se había alegrado tanto cuando recibió el mensaje del rubio que su buen humor le tuvo casi flotando las semanas siguientes. Tenía muchas dudas sobre lo que debería ponerse, ya que el chico explosivo no le había dado detalles sobre dónde irían. Si el lugar sería elegante o por el contrario era algo casual. Hizo memoria pero no recordaba ningún restaurante especialmente exclusivo por esa zona y conociendo a Bakugō se decantó por llevar puesto algo informal.

Aparcó su coche muy cerca de la dirección propuesta. No estaba nada nervioso, al contrario sólo pensaba en ver de nuevo al rubio, en poder deleitarse con ese olor dulzón que desprendía su piel, en ponerle nervioso y hacerle explotar. Intuyó que el edificio en cuestión se trataba del hogar de Bakugō, en cuestión de segundos notó la vibración de su móvil y leyó las indicaciones para poder entrar. Mientras subía por el ascensor se dio un último vistazo en el espejo y ladeó sus labios en una pequeña sonrisa; se alegraba de tener total intimidad con Katsuki.

Bakugō escuchó el timbre de la puerta y decidió esperar casi un minuto antes de abrirla, en su mente eso pareció una eternidad. Intentó por todos los medios mantener la risa cuando vio cómo incluso antes de saludarle, la mirada de Todoroki se dirigió directamente al desorden que tenía justo detrás de él. Katsuki se hizo a un lado invitándole a pasar y vio por el rabillo del ojo como el bicolor se quitaba los zapatos y buscaba con la mirada el calzado para los invitados. Recorrió toda la entrada hasta que se topó con los pies descalzos del anfitrión, fue entonces cuando se resignó a seguir en calcetines. Algo parecido sucedió cuando Bakugō le mostró lo que había para cenar, el rubio podría haberse muerto de la risa en ese momento, sobretodo porque casi no había puesto servilletas.

Secreto o Perdición TdBk [Resubido]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora