1. En la forja

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📍Cornualles, Inglaterra

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📍Cornualles, Inglaterra

📅 13 años después

Emory se acomodó la trenza a un lado del hombro. Se pellizcó las mejillas, tal y como le había visto hacer a su madre infinidad de veces y después de tomar aire con fuerza, atravesó la puerta del taller de su padre. Bueno, taller, taller, hace tiempo que dejó de serlo, pues Thomas Archer, el herrero del pueblo, había pasado a ser el más afamado forjador de espadas de todo el condado, hasta el punto de que contaba con varios aprendices y un oficial de primera que le ayudaban en la forja.

El padre de Emory, era un hombre de suma inteligencia en el manejo de los metales. Conocía a la perfección su aleación y no era raro que nobles de todo el país acudieran a su forja para que él le tallara sus espadas. Se había ganado a pulso el respeto y la admiración del pueblo, y por ende, su familia también. 

Emory dejó de ser la pequeña de la casa cuando Brian y Alice completaron a la ya, extensa familia Archer. Aunque para su madre, la pelirroja aún seguía siendo su niña, tuviera la edad que tuviera. A sus 18 años recién cumplidos, la mayor de los hijos de la familia, destacaba por su inteligencia, saber estar, así como en el manejo del arco. Algo inusual entre las doncellas de la región.

- ¿Hola? -Emory saludó con voz alta y clara con la intención de mitigar sus nervios. Entró en la forja con cautela mirando hacia todos lados. El fuego estaba crepitando y al parecer, una nueva espada había sido forjada a juzgar por el molde donde descansaba.

- Vuestro padre no está.

La voz fría y aguda la sorprendió mientras aún seguía con su vista perdida en el horno. Tragó saliva y alzó su mirada para buscar al dueño de sus palabras. Tardó éste en aparecer, y cuando lo hizo, de nuevo volvió a robarle el aliento, como hacía que siempre lo veía.

- Lo sé. Me ha dicho que no se encuentra bien y que os trajera la comida -Emory le enseñó la cesta con las viandas que ella misma había preparado con tanto esmero. 

-No teníais porqué hacerlo, Emory. Yo mismo hubiera ido a la casa a cenar -el muchacho, se acercó a ella con lentitud. Era alto, más que su padre. Con unos preciosos ojos azules y un pelo rubio cuidado y  bien cortado, que no sobrepasaba sus orejas. La musculatura de su cuerpo era muy notable, causada por el trabajo que llevaba a cabo en la forja. La camisa blanca remangada dejaba ver unos antebrazos cuyas marcadas venas destacaban sobre su tostada piel.

- Ambos sabemos que no lo haríais, Connor. Además, que necesitaba salir de casa. El parloteo de Alice sobre la feria es incansable.

Emory apartó su vista de él preparando la comida en la mesa destinada a ello. Sabía que no tenía porqué llevarlo a cabo, pero, de esta manera, procuraba pasar más tiempo con él, aunque para Connor no significara nada que una jovencita le agasajara de tal manera.

- ¿También vais a ir? -Connor se quitó el delantal de trabajo dirigiéndose hacia la mesa. Apartó una de las sillas no sin antes darle una buena mirada a la chica. Era muy difícil no hacerlo cuando la pelirroja se mostraba ante él cada día más bonita.

La Primera ReinaWhere stories live. Discover now