5. Quédate conmigo

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Una semana pasó desde el Zhuazhou de Jin Ling. Cuando por fin llegó a Liánhuā Wù, no encontró las puertas cerradas, pero si la noticia de que el líder Jiang había salido de cacería a un pueblo remoto en las fronteras de la provincia y que tardaría varios días en volver.

La incertidumbre lo estaba devorando, concentrarse en hacer las tareas más simples resultaba casi imposible. Y al final pasó todos esos días jugando con los discípulos más jóvenes por las tardes y bebiendo hasta el olvido en las posadas cercanas por las noches.

Era casi el final del otoño, y una lluvia fina y persistente había estado cayendo durante todo el día. Casi al anochecer, Wei Ying se despidió de los discípulos para ir a su usual paseo por las posadas cercanas, cuando escuchó a algunos sirvientes gritar que el líder Jiang había regresado.

El peso de la incertidumbre cayó de su garganta a su estómago de una forma tan abrupta y dolorosa que sintió náuseas. El momento que había esperado y temido al mismo tiempo. Esperó a que hubiera anochecido del todo, a pesar de que lo único que quería era correr hacía Jiang Cheng y aclarar las cosas.

Afuera la llovizna se estaba convirtiendo en tormenta y Wei WuXian caminó silencioso por los pasillos desiertos hasta llegar al dormitorio del líder del clan. Tocó la puerta un par de veces, suave y bajo. Al no recibir respuesta abrió, sólo un poco. Jiang Cheng se encontraba sentado en su escritorio, escribiendo a la luz de una linterna; vestido únicamente con su ligera túnica interior, su cabello recogido en una trenza holgada que caía por su hombro y bajaba hasta su pecho.

Lo quería tanto que era difícil respirar.

—Hey —llamó Wei WuXian, entrando a la habitación—, tiempo sin verte.

Los hombros del líder Jiang saltaron ligeramente al escuchar su voz, pero continuó escribiendo, sin levantar la mirada del papel frente a él.

—Wei WuXian, es tarde, deberías ir a dormir. Podemos hablar por la mañana.

Pero en lugar de darse la vuelta e irse, Wei WuXian cerró la puerta tras de sí y caminó hasta donde se encontraba su shidi.

—¿Hasta cuándo vas a seguir evitándome? —preguntó él— ¿No crees que tenemos que hablar?

Jiang Cheng le dio apenas un breve vistazo y bufó, dirigiendo la vista a sus escritorio, a las paredes, al suelo. A cualquier lugar que no fuera el rostro triste frente a él. Se puso de pie y se señaló a sí mismo. Haciendo obvio el hecho de que solo llevaba su ropa de dormir.

—No te estoy evitando. Sólo estoy ocupado. Y como podrás darte cuenta, no estoy vestido para recibir a nadie. Vete, hablaremos luego —respondió el líder Jiang, sin poder evitar el temblor en su voz.

Estaba por regresar a su lugar tras el escritorio, dando la plática por terminada, cuando Wei Wuxian se acercó a él, tomándolo por sorpresa. Un paso adelante por cada paso que Jiang Cheng daba hacia atrás, hasta que su espalda pegó contra la pared de la habitación. Y cuando no hubo ningún lugar a dónde correr, Wei Ying se inclinó hacia él, una mano a cada lado de sus hombros. Tan cerca que podía sentir el calor de su cuerpo y su respiración.

Sāndú Shèngshǒu, el joven cultivador que había levantado a su clan de entre las cenizas, el mismo que se hizo de renombre por su crueldad y temeridad, estaba completamente paralizado.

—No me iré, no sin una respuesta —susurró Wei Ying, acercándose aún más —. Jiang Cheng, me estás matando. Necesito saber si me odias...

Jiang Cheng quería protestar, quería golpearlo, a pesar de que en parte sabía que no podía culparlo por no darse cuenta. Se esforzó tanto en ocultar lo mucho que lo quería que terminó dando la impresión contraria y saber que Wei Ying lo quería de esa forma sólo había complicado lo que ya sentía. Quizá habían jugado a este juego por demasiado tiempo ya. Necesitaba poner distancia entre ellos porque su voluntad flaqueaba cada día más. Yo no sabía si sería capaz de seguir conteniéndose.

Entre propuestas y confesiones [XianCheng]Where stories live. Discover now