14. Luna Azul

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La promesa de diez millones de soles era una tentación irresistible para Frederica, dispuesta a enfrentar cualquier dificultad para conseguirlo. Pero a medida que avanzaba por las calles de Cassiria en busca de aquel codiciado tesoro, se percató de la soledad que la envolvía. La ciudad, famosa por su vida nocturna, bulliciosa y atractiva, se mostraba extrañamente desierta a su paso.

Adentrándose en las profundidades de Cassiria, se encontró con rincones vacíos y enigmáticos, donde solo los solitarios se aventuraban a inmiscuirse. Allí, alejados del jolgorio de las rutas principales de fiesta, se ocultaban los secretos más oscuros y misteriosos de la ciudad.

Las calles estaban envueltas en un silencio inquietante, roto solo por el eco de sus pasos que resonaba en los edificios desiertos. La soledad del lugar se volvía palpable, y Frederica sentía cómo su corazón latía en sintonía con el eco solitario de la ciudad.

Llegó a su destino: el Club Luna Azul. La entrada era modesta y discreta, sin ostentación ni letreros llamativos. Una puerta de madera oscura, apenas adornada con un pequeño astro azul. En aquel local trabajaba Mel y no sentía demasiados deseos de verla. Cerraba los ojos y podía recordar la última vez que estuvieron juntas: el rostro distorsionado de Mel gritándole barbaridades era como un puñal que no dejaba de retorcerse en su corazón. Gritos, gritos y más gritos, un espectáculo de rabia que por el pelo de una rana no había llegado a las manos. Estaba más que claro: la felicidad radicaba en una vida alejada lo más posible de ella. 

Aquel club en donde trabajaba Mel era uno de esos lugares y, ya desde el exterior, podía escuchar una música suave y melancólica que no invitaba precisamente a bailar, sino a todo lo contrario. Sentarse en una mesa y beber, sumiéndose en pensamientos autocomplacientes de derrota y pesimismo. Del largo abrigo, Frederica se sacó una petaca metálica y al querer darle un buen trago, se la encontró sin fuel. Chasqueó la lengua, necesitaba aquel valor líquido para enfrentarse a Mel porque estaba seguro de que, nada más verla, la pelirroja se pondría de mal humor. 

El interior del Luna Azul era como un rincón de encanto escondido en lo más profundo de la ciudad de Cassiria. Al traspasar la discreta puerta de madera oscura, Frederica fue recibida por una tenue iluminación que bañaba el ambiente en tonos azulados. 

El espacio era íntimo y acogedor, con un diseño elegante y vintage. Un suave resplandor azul escapaba de las cortinas pesadas que cubrían las ventanas, añadiendo un toque de magia a la escena. Pequeñas mesas de madera oscura se esparcían estratégicamente por el lugar, con cómodos asientos que invitaban a los visitantes a relajarse y disfrutar de la velada.

En un rincón, una pequeña tarima acogía a una banda de jazz en vivo, cuyos suaves acordes se entrelazaban con el murmullo de los presentes, creando una sinfonía embriagadora de sonidos y emociones. Las paredes estaban decoradas con fotografías en blanco y negro de épocas pasadas, añadiendo un toque nostálgico de una melancolía palpable. 

El aroma a especias y fragancias exquisitas flotaba en el aire, proveniente del bar en el extremo opuesto del club. La barra, hecha de madera tallada y elegantes detalles, estaba siendo atendida por Mel. El corazón de Frederica se detuvo al verla, sorprendida por el cambio físico de su antigua Novia. Nunca antes la había visto lucir tan encantadora. Su cabello, que solía tener un aspecto desaliñado, ahora estaba cuidado y peinado de manera que domaba lo salvaje de su rostro pecoso, convirtiéndolo en algo que, no se lo podía creer, hasta se podría describir como duce. Una luz brillante iluminaba sus ojos, y en sus labios se dibujaba una amplia y genuina sonrisa, lo cual contrastaba con la mueca de enfado que había reinado en su rostro en los últimos días de su relación. 

Nada más sentarse en el taburete que se encontraba en frente a Mel, la sonrisa decayó intercambiada por una frialdad absoluta en la mirada de esta. Si Frederica tuvo esperanzas de que, debido al paso del tiempo, ella la había perdonado, estas fueron absoluta y completamente destrozadas. 

—¿Qué quieres? —le preguntó Mel.

—Whisky con hielo, solo.

Sin decir ni una palabras y de malas maneras, Mel le sirvió lo que le había pedido.

—No voy a volver contigo.

—Gracias, pero no viene para eso. No soy una masoquista —dijo Frederica, dándole un largo trago al vaso. 

—¿Sabes que hay miles de bares en esta ciudad, no? —preguntó Mel, cruzada de brazos. 

—¿Todavía quieres montar esa escuela? —preguntó Frederica, mirando el vaso.

—¿Qué te importa? 

—¿Quieres o no?

—Sí, lo quiero y lo voy a hacer, ¿viniste solo para preguntarme eso? Pues ya te puedes ir marchando.

Después de pensárselo durante un largo rato, Frederica dijo:

—¿Qué te parecía ganar cinco millones de soles?

—¿Me vas a dar cinco millones de soles? No creía que tu negocio fuera tan bien —se burló Mel.

Con palabras rápidas, Frederica le explicó la visita de Veri y lo que quería hacer. Posó la fotografía de Abdón sobre la mesa y le dijo:

—Lo que tenemos que hacer es encontrar a este hombre y convencerlo de que se acueste con Veri. Tú lo conoces, ¿no? ¿Sabes dónde se encuentra?

Mel observó la fotografía.

—Lo sé, ¿pero estás seguro de que son diez millones de soles? No me estarás intentando engañar para quedarte con más dinero, ¿no?

—Ni de broma voy a arriesgarme a cabrear a una loca que puede lanzar bolas de fuego. Mira, si desconfías de mí, habla con Veri. Soy perfectamente consciente de que terminas falta, ¿vale? Es una verdad universal que lo nuestra nunca jamás funcionará, pero no quiero que te pase nada malo y me gustaría que montaras tu iglesia —dijo y, luego de unos segundos en silencio, añadió en una voz que fue comida por la música —. Por lo menos una de nosotras lograría encontrar lo que de verdad desea. 

—¿Qué dijiste?

—Olvídalo, ¿quieres ganar cinco millones o no? Será rápido y poco doloroso. Además, te juro que una acabemos esto, nunca me volverás a ver en la vida, ¿trato hecho?

Bruja a Domicilio (Finalizada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora