Hace mucho tiempo existió un reino el cual era protegido por una familia peculiar, dos reyes de pasados de derrota y pasados gloriosos...y una cambiaformas...
Pero un día un mal desconocido llegó, sin intenciones aclaradas el reino calló...y su lega...
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La oscuridad consumia todo, las sombras se extendían envolviendo todo a su paso sin importar que fuera.
Sin importar quién fuera.
La sangre manchaba el suelo y las paredes, los gritos eran desgarradores incapaces de dejar escuchar algo más.
Entonces aparecieron, dos ojos negros como el cuervo, la espada fue tomada en las manos del mismo color oscuro solo dejando escuchar el sonido metálico de la cuchilla.
Entonces un crujido, el rojo carmesí mancho la tela vieja del sillón, un grito ahogado y uno de terror retumbó en la habitación.
Entonces su pecho comenzó a doler, el dolor se adherio, surgió como un tornado haciéndose más grande con cada segundo, aumentando con cada paso que daba y con cada mirada y voz que escuchará.
- Nimona...
El fuego reino acechando todo a su alrededor, haciendo arder con ferocidad el lugar.
- ¡Papá!
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Nimona miró a todos lados, el sudor caía por su frente, sus oídos dolían y podía jurar que aún escuchaba los gritos de terror y horror, su corazón latía sin parar bombeando con rapidez y su corazón dolía como si de una daga en este se tratase.
Respiro hondo, una vez, otra y otra vez hasta que pudo calmarse.
- incluso después de tanto sigues soñando con eso...que tonta
Nimona se golpeó así misma ligeramente.
Mirando a su alrededor se encontraba dentro del cuarto oscuro en el que había estado el último año, incluso así todo parecía hacerla querer llorar, seguía sola.
Miró la hora y se tranquilizó un poco, debía prepararse para la fiesta que tendría a la que había sido invitada por...Gloriana..
Se levantó con rapidez de la colchoneta vieja en la que dormía y comenzó a buscar su ropa.