Prólogo

5 0 0
                                    

Estoy inquieta, sin saber si es una buena opción entrar al consultorio o si es mejor salir corriendo. Mi subconsciente me grita que elija la segunda opción y estoy tentada a hacerlo, pero cuando estoy a punto de levantarme y salir corriendo, la secretaria llama mi atención.

- Isla Kelly, pase por favor, el señor Meyer la está esperando. - dice con voz dulce, cosa que me serena un poco.

Respiro hondo y me armo de valor. Me acerco a la puerta y la placa que está pegada me deja congelada. Un golpe de realidad me atraviesa y me quedo estática en tratando de no venirme abajo y llorar como una niña pequeña. "Dr. Meyer, psicólogo" pone en ella y los ojos se me cristalizan al volver a leerlo.

Nunca creí llegar a esto, siempre tuve miedo de enfrentarme a mí misma. Para mí venir al psicólogo a tratarme era mi último recurso, ya que por mucho tiempo he sabido recomponerme yo sola.

La secretaría enseguida nota que no estoy bien, claramente se debe ver reflejado en mi pálido rostro, pues siento que he pedido todas mis fuerzas. Me tiende un vaso de agua y lo acepto. Trato de serenarme un poco y cuando me siento preparada, abro la puerta y la cruzo, cerrándola detrás de mi.

Lo primero que veo al entrar es a él, el Dr. Meyer. Este levanta la cabeza y me deja más congelada que antes. Unos ojos profundos y grises, fríos como un bloque de hielo me atraviesan y en vez de darme tranquilidad o serenidad, como debería hacerlo un psicólogo, me inquietan.

A pesar de no estar segura del todo, me siento delante suya. La mirada de depredador y las facciones afiladas, más propias de un modelo que de un psicólogo,  me dejan muda por un par de segundos. Solo cuando sonríe logro dejar de estar alerta y permitirme relajarme un poco, pues si bien su apariencia era inicialmente fría, su sonrisa es más bien cálida.

- Hola... - digo tímidamente y sin voz.

- Hola. - me responde y es ahí cuando por fin logro serenarme por completo. Su voz es tranquila y denota seguridad.

No se por donde empezar y al parecer lo nota por que se deja caer contra el respaldo de su silla y opta por hablar primero.

- Bien, Isla. ¿En qué puedo ayudarte? - dice al cabo de unos segundos.

- En todo lo que pueda. - me sincero finalmente. - Estoy metida en un abismo y no sé cómo salir de él, trato y trato pero se me hace más que complicado. Cada vez veo sanar más difícil, prácticamente imposible.

- Sanar no es fácil, pero tampoco imposible.

Mi salvaciónWhere stories live. Discover now