Capítulo 17.

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Después de haber morfado la mejor comida del mundo tocó la parte fea, cagar y bañarme, básicamente.

Me dio paja volverme a atar la bermuda así que la dejé así y que aguante en mis caderas hasta lo que de.

Guardé mi cepillo de dientes y saqué mi cepillo de pelo.

Es lindo tener el pelo largo y lacio, pero una paja peinarlo.

Me tiré arriba de la cama boca abajo exhausta escuchando la ducha de fondo en la que se encuentra Ivan y a Pelusa masticar su alimento a todo lo que da.

Miré la hora en mi celular. Son las once de la noche. Probablemente ya estaría durmiendo de no ser porque dormí una re siesta.

Me puse a mirar tiktoks. Escuché que Ivan salió del baño, pero lo ignoré y segui boludeando.

Una semana después.

—Te hago una preguntita —la chica que trabaja en la casa se acercó cuando Ivan fue al baño.

—¿Cómo te llamas? —le pregunté antes que nada.

—Martina ¿Ivan no te dijo? —preguntó ofendida. Yo negué con la cabeza sin querer decirle que ni siquiera se acuerda de su nombre —. Bueno, te decía ¿Cuánto tiempo te pensas quedar maso? —soltó haciendome fruncir el ceño.

—El tiempo que Ivan y Cristina quieran —declaré.

—Ah, porque el señor Buhajeruk no sabe que estas acá y va a ser el primero en hecharte —mencionó.

—No pasa nada, es su casa. —Me encogí de hombros.

—Ivan siempre hace lo que su papá dice, así que ni pienses que te va a defender. —Hizo un gesto con sus manos que me causó irritación.

—No pasa nada —repetí con más firmeza.

—La última vez que lo enfrentó fue por mi culpa. —Formó un mohin con sus labios.

—Mira vos. —Asentí fingiendo interés mientras seguía comiendo el plato de granola y yogurt.

—Es que nos encontró en una situación un poco... comprometedora y se re enojó, mal. —Suspiró.

Volví a asentir intentando que mi cabeza no piense las posibles escenas como si tuviera el derecho a saberlo.

—Terminé —comenté bajándome de la silla y llevando el cuenco al lavavajillas.

—Comes como un pajarito ¿Estás bien, nena? —preguntó Martina siguiendome.

—Estoy bien —aseguré más tranquila.

Bajé mi pollera lo máximo que pude y me acomodé la remera blanca que me prestó Ivan. No me daba para ir a comprar con una bermuda tres veces más grande que yo y no me compré nada de ropa.

—¿Así vas al colegio? —me preguntó impactada.

¿No puede cerrar un toque el orto?

—Vamos, pendeja. —Ivan entró a la cocina salvandome.

Di media vuelta para mirarlo y le presté suma atención a la gorra que tenia puesta.

—Que linda —dije refiriéndome a la gorra mientras me acercaba a él.

—Ya sé —contestó despreocupado empezando a caminar hasta la salida.

Hoy se levantó de mal humor por alguna razón. Capaz porque anoche le metí tremendas patadas... o capaz porque estaba re en mi mambo y no le di bola.

—¿Dormiste bien? —pregunté cuando claramente me di cuenta que él no me iba a hablar.

—Ponele. —Hizo un gesto indiferente.

—¿Por mi culpa? —Me sentí re zarpada.

Bufó y se dignó a mirarme. Escaneo mi cara ofendida con paciencia.

—Si —finalizó.

—No te hice nada. —Resople.

—Sos muy inquieta —explicó.

—Puedo dormir en otro lado —propusé —. Vos decime donde, igual ya voy a encontrar otro lugar, no te preocupes —informé.

—No —dijo con dureza —. Así esta bien —aseguró.

Fruncí el ceño confundida y él se relamio los labios y volvió a mirar en frente.

Patee una piedra que no tiene la culpa de nada.

Pocos minutos después ya estábamos en el centro comprando cosas "necesarias".

—Mira. —Ivan señaló la vidriera que tenía la ropa de nuestro colegio —. Podes comprarte otra —se refirió a la pollera.

—También me tengo que comprar la ropa de gimnasia —acepté.

Entramos y la chica me atendió amablemente.

Cuando me mostró la ropa de gimnasia no hubo ningún problema, pero cuando saco la pollera de su empaque de plástico el ceño de Ivan se frunció.

—¿No hay una más larga? —preguntó sin delicadeza.

—Un talle más ya sería grande para ella, tiene una cintura muy chiquita —explicó la chica.

—Dame un talle más igual —exigió haciendo que la empleada se ría con ternura.

—Que novio tan sobreprotector —dijo mirándome con las cejas levantadas.

Me reí incomoda.

—No es mi novio, lo conozco hace unas semanas —me sincerise.

—Ah... —Desvió sus ojos a Ivan y después a mi sucesivamente intentando entendernos —. Que relación tan especial, ya vuelvo con la pollera. —Guardó la que nos mostró y se fue.

—¿Qué le importa qué somos? —exclamó Ivan con su expresión dura.

Yo suspiré y negué con la cabeza.

Por detrás de Ivan pude ver como entraban unas chicas de nuestro colegio.

Mis ojos se abrieron con sorpresa e instintivamente di media vuelta para darles la espalda.

—La puta madre —me quejé por lo bajo.

Si nos llegan a ver lo único de lo que se va a hablar el lunes y el resto de la semana es que me cogi a Ivan.

Me chuparia un huevo de no ser porque sus reacciones conmigo son violentas e incluyen a Ivan.

Abismo; Spreen Donde viven las historias. Descúbrelo ahora