Capítulo 9: Ahogados en el caos

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En el corazón de un espeso bosque, donde los árboles centenarios se alzaban hacia el cielo como guardianes silenciosos de la naturaleza y el follaje parecía tocar el cielo y el susurro del viento resonaba como un eco de tiempos pasados. La naturaleza en su forma más pura. Estas dos personas, tan distintas en su personalidad como la noche y el día, compartían este momento, el cielo oscuro, las estrellas que parpadean como diamantes incrustados en la vastedad del cosmos, y el resplandor cálido de una fogata que crepita.

Mientras la fogata cobraba fuerza, el cazador y la bruja se acomodaron en troncos cercanos, uno enfrente del otro. El resplandor del fuego pintaba destellos dorados en sus rostros, resaltando sus expresiones. La Silbadora, por una parte serena y, por otro lado , el cazador, una mirada hueca. El bosque estaba lleno de una tranquilidad, por primera vez en semanas, que solo se encuentra en lugares donde la naturaleza reina sin restricciones.

—¿Viste la cara de Edmund cuando vio a su hija? —La Silbadora pataleó de la emoción.

—Sí, es algo que cualquier padre habría hecho —contestó desanimado, ya con su vestimenta típica puesta de nuevo.

La Silbadora se quitó los guantes y bajó su cabeza.

—La madre de seguro se alegró mucho. No hay nada como el amor de una madre.

—Y de un padre —añadió William—. Todavía creo que Traboul puede volver. Después de todo, es un demonio.

—Se supone que los demonios tienen acceso al infierno de manera libre, sin embargo, algunos escapan por otros medios. Su presencia en el mundo se debe a la maldad de los humanos, a nuestros pecados, por eso el limbo es su mejor opción. —Eso llamó la atención de William—. Las bestias antiguas, las elementales, mantenían al mal a raya, pero cuando murieron todo se fue abajo. Las bestias eran las guardianas del mundo y el limbo. Si logra venir otra vez será porque la barrera del limbo no es lo suficientemente estrecha para evitar su regreso; a menos de que sí lo sea —opinó la encapuchada.

—Sí, aunque... —analizó, luego inclinó su cabeza— no creo que sea así, lo más seguro que se trate de otra cosa.

»Lo más probable es que la Sombra era quién le daba las ordenes a Traboul. No me preocupa que ese demonio regrese, lo que me importa es que si la Sombra vuelve, va destruirlo todo», pensó William.

—Casi nos morimos ahí. —Refiriéndose a la mansión de Traboul—, pero al menos fue divertido, ¿no?

A William le pareció tierno que se riera de su propio chiste. Una diminuta sonrisa se dibujó en la cara de William.

—¿Entonces cuál es tú historia, cariño? ¿Vienes de otro planeta? ¿Otra bruja llegó y te mordió y te dio tus poderes? ¿Fuiste a un convento? ¿Eres bonita? —Alzó la ceja, la alegría de la encapuchada lo contagió. Era la primera vez en semanas que se sentía realmente feliz.

Lo último ruborizó a la encapuchada, aunque luego se apretó el abdomen de la risa y pisoteó el suelo.

—¿Qué? Error. Ninguna de las anteriores —negó con el dedo—. Aunque lo del convento es lo más parecido.

—Bueno, si me equivoqué en todas, entonces ilumíname.

—Ehhh, bien. —Levantó su rostro dejando ver la sombra de su capucha, era raro, porque nunca desaparece, y luego bajó la cara—. Estoy buscando a alguien y por esa razón entrené por una década como una de las Brujas Búho, «ellas lo ven todo». —Agitó sus dedos. Esa era la frase de la leyenda urbana de las Brujas Búho, ya que pocos las habían visto. Seres de antigüedad que buscan controlar Londonveil desde las sombras, desde el granito y la cal.

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⏰ Última actualización: Oct 05, 2023 ⏰

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La Verdad del Cazador: Un Viaje a Través de la Matanza [En Reescritura]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora