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Su cabeza y cuerpo dolía como la mierda. Él se sentía una mierda. Se levantó y su cabeza dolió más, tomó una pastillas junto a un vaso de agua, supuso que eran pastillas para los mareos y dolores, era normal que siempre los tuviera. El estrés y la ansiedad provocaban que se enfermara muy fácil.

Recordó que había dejado todo en su sala, a paso lento recogió su chaqueta y sus compras, acomodó todo con pereza y luego se apoyó en el mostrador.

Deslizó la pantalla de su celular mientras se preparaba un café, tenía varias llamadas perdidas y mensajes sin contestar y revisar. Sonrió un poco al ver que era su novia, no sabía como era que había encontrado a una chica como ella. La volvió a llamar.

Un regaño y un grito fue lo que recibió, se disculpó por no contestar. Esta resopló y luego le dijo que tenía un plan para salir, ella, él y sus amigas. Aceptó, pues no quería que se enojara más de lo que ya estaba, aunque no tenía ganas de salir después de lo de ayer.

Al pasar de las horas él llegó a dónde su pareja y las amigas, entre ellas invitaron al hermano de una de ellas. Veía algunos roces coquetos y subidos de tono entre el otro y su pareja. No dijo nada y prefirió quedarse como si no hubiera pasado nada, sentía una punzada en su corazón al verla hablando tan emocionada y feliz, nunca la vio tan feliz, siempre se mostraba desinteresada y aburrida con él.

Decidió comprar algo para ella, en forma de disculpa por lo de la mañana. Qué grande fue su sorpresa cuando la vio casi besándose con aquel chico, tenía que darse cuenta, él era más atractivo, él era mejor con respecto a su físico y salud, él no era musculoso ni tampoco atractivo. Retrocedió y las lágrimas no tardaron en brotar de sus ojos, resbalándose por sus mejillas rellenitas ¿acaso el destino quería que su vida sea una mierda? Ahora cree que sí.

Observó el regalo una vez más, un collar de plata con forma de una luna, había perlas muy pequeñas pero brillantes y resplandecientes acomodadas en él. Lo guardó en uno de sus bolsillos y continuó caminando, lamentándose por ser un idiota al suponer en que alguien como él estaría con una chica como ella.

Caminó por un parque, se sentó en una banca, su cabeza volvía a doler y tomó una pastilla, sintiéndose con un dolor de cabeza peor que el de la mañana. Sentía que se iba a desmayar en ese momento y fallecer, pudo divisar una figura a cuatro patas corriendo hacía él, no reaccionó a tiempo y el canino se subió a él y empezó a comer lo que restaba de su comida.

Un chico corrió hacía él mientras gritaba el nombre del perro, sus ojos se abrieron viendo quien era, su corazón latía con fuerza, podía asegurar que sus pómulos estaban rosas. El chico de ayer, si no mal recordaba era Locochon, este se sorprendió y se apenó un poco al ver a su perro disfrutando de la comida del bonito castaño.

Aquino se quedó emobobado al ver las facciones del pelinegro, reaccionó poco después. Estaba seguro de que aquél lo había mirado con asco y repudio, ¿cómo ahora lo estaba mirando como si fueran amigos cercanos?

Locochon se disculpó, agachando su cabeza por la vergüenza de tener a un hermoso chico frente a él y cagar su oportunidad de hablarle por olvidar darle de comer a su perro en la tarde antes de salir al parque.

-¿Eh? - pronunció y luego se detuvo a verlo con confusión, se sentía avergonzado por quedarse mirando al chico frente suyo .

-Es mi perro, - señaló con timidez al pastor alemán y volvió a hablar. - perdón por..., eso.

Aquino rio suavemente y luego se apenó. Una sonrisa tímida se formó en su rostro.

-No iba a comer de todos modos - se excusó un poco y el perro le lamió la cara luego de terminar todo su sándwich de pollo. Acarició la cabeza de la mascota mientras sonreía, el azabache también sonrió y se sentó al lado de él.

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