Capítulo 3. Diciembre

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Abrí el vestidor en búsqueda del perfecto conjunto para la cena de clase, con la poca ropa que había traído de gala me las tuve que apañar para ir con una combinación de discreción y elegancia más un toque atrevido sin causar ninguna mala murmuración. Así que mi elección se basó en una camisa de escote abierto por dentro de unos pantalones negros de tela, junto con las medias negras lisas que me apretaban hasta las entrañas sin que se pudieran retorcer y mis botas marrones de Panama Jack.

Al llegar al restaurante me senté cerca de las personas con las que más afinidad y relación había establecido, y por mi sorpresa el chico al que había echado el ojo se sentó enfrente de mí. No era posible que él se hubiera fijado en mí, en una simple chica de fuera, pero en más de una ocasión pude notar como sus ojos se deslizaban hacia mí. Las risas eran las protagonistas de la velada, y estas no cesaron en toda la noche.

Justo al lado se encontraba la discoteca del momento, siendo un jueves el aforo iba a ser bajo y nos iba a permitir poder dejarnos llevar con el reggaetón y un par de gin tonics. Esa era la intención con la que me disponía, bailar como cuando mi espejo es el espectador con mis bailes, cuál serpiente saliendo de su cesta. Intentado que mi copa no se derramará por la emoción del instante en sentir el ritmo entrando por el cuerpo.

El chico y yo nos apartamos del resto tan solo para hablar y conocernos un poco más, tenía la sensación de querer saber qué se escondía dentro de esa persona.

Hacía mucho tiempo que no me sentía tan cómoda con una persona desconocida, su manera de escucharme, de hablarme, de reírme, una suma que si me hubieran pellizcado habría servido en vano porque estaba en la realidad. Mis manos sentían el frío de la copa y mis dedos cada vez estaban más mojados por las gotas de hielo ante el proceso de evaporarse.

Ya pasada la noche era hora de poner fin, así que decidí invitarle a mi casa a dormir o cualesquiera que fueran las intenciones del momento, aunque estas estuvieran muy calientes. Pero decidió irse a casa, sin antes darme una explicación.

- Eres un encanto. Pero no puedo, lo siento.

Al día siguiente nos encontramos en clase con cara de haber hecho un pacto con el diablo, nuestra capacidad de atención se definía como un crío viendo la televisión con los ojos medio cerrados. Era la pausa del descanso y me dirigí a la máquina del café, que por muy vomitivo que fuese, era necesario. Allí estaba él, acercándose a mí, me sonrió.

- Me lo pasé genial ayer. No me quedé en tu casa porque tengo pareja, pero de verdad que me hubiera gustado quedarme - y se fue.

Gracias al sonido de la máquina regresé a mi cuerpo, sin darme cuenta me había desconectado al oír semejante incongruencia.

Una persona con pareja es intocable, eso está muy claro y es una ley del código moral que hay que cumplir. Pero sentía tanto interés por él que no podía dejar de pensar o incluso de decir.

Las conversaciones se intensificaban más que a veces sentía que de algún modo podía conseguirlo, sin pensar en las consecuencias de los actos ni en las inmoralidades que suponía el hacer daño a una tercera persona, aunque fuese desconocida.

Empecé a olvidar la idea y a ser mucho más fría en persona, todo se me distorsionó cuando un día antes de las vacaciones de navidad me propuso el vernos.

- Gala, ¿Podemos hablar un momento? - preguntó mientras recogía el portátil.

- Claro, dame un momento - no hice tanta prisa en recoger las cosas que en otros momentos, el corazón me iba a mil por saber de qué quería hablar.

- Estaba pensando, si te apetecería que mañana nos viéramos antes de que te vayas en Navidad. Sí te apetece. - en ese momento me quedé paralizada, pensaba que me iba a pedir distancia, pero no. Me proponía vernos a solas.

- Sabes que sí, me apetece charlar contigo en persona y con más tiempo que no el de los descansos entre clase. - dije con una sonrisa interior

- Guay, pues sobre las 10 de la mañana. ¿Estarás despierta? - inclinó la cabeza alzando la ceja.

- Me creas o no, no suelo ser una vaga en la cama. A las 10 estaré lista, tomamos un café o qué tienes pensado? - me daba igual que plan quisiera hacer, yo ya pensaba en poner el despertador dos horas antes por si acaso.

- Hace tiempo que creo en ti. Quedamos en tu casa, pásame la dirección. Te veo el domingo - tal cual dijo esas palabras, se giró y empezó a andar por el pasillo con la mochila colgando de un lado y su chaqueta a cuadros roja.

Me quedé de piedra sin mover ni un solo músculo. Una situación que en mi cabeza me había imaginado muchas veces después de la noche de la cena de clase, y que sin ninguna duda quería que se resolviese. Para qué deseaba quedar conmigo en mi casa si ya me rechazó. Pensé en mil y unas opciones, pero, ilusa de mí, ya me temía el porqué iba a ser en mi casa.

Y así fue, llegó el domingo por la mañana y nos encontramos cara a cara sobre la cama con una mirada de nervios y ganas como si de fuegos artificiales se tratasen. Estaba preparada para cortar el hielo que nos separaba, pero él se adelantó cogiéndome de la mejilla con su ancha mano y acercándome cada vez más cerca a su rosada boca. Sentí el tacto de sus labios gruesos sobre los míos, su densa lengua entrelazándose con la mía de lado a lado para ver cuál de las dos era más juguetona.

- Víctor, ¿estás seguro de esto? No quiero que luego tengas remordimientos - confesé, aunque el primer paso ya estaba hecho. Un beso ya significaba engañar...

- Gala, si estoy aquí es porque quiero. Y lo deseo.

Me levanté y frente a él me empecé a desvestir, el jersey de terciopelo azul cayó en el suelo dejando al descubierto mi pecho. No le costó mucho desabrochar el sujetador, que lo dejó deslizarse por mis brazos mientras contemplaba lo que se posaba ante él.

En este caso su lengua encontró un nuevo combatiente, no dudó en pasar por un pecho y morder el pezón sin que este se le escapase. Pasando de un pecho al otro, jugando, agarrando con sus manos mi esfera corporal. Bajo su mano, en dirección al pantalón, desabrochó el botón con un suspiro de quien desea encontrar oro al final del arcoíris. No tardó en cogerme de la cintura y colocarme encima de la cama, se quitó su camiseta de converse que ocultaba un esbelto torso definido. Se acercaba de nuevo a mi boca en busca de mis labios, pero cambió de rumbo al cuello; lamiendo cada centímetro de él y con un ligero movimiento iba bajando por todo mi cuerpo, pasando por mi ombligo, mi cadera, hasta bajar a la gema que toda mujer alberga y que desea con ansias un buscador.

Sólo sentí sus dedos acariciar mis labios mientras que su boca se deleitaba de placer con mi cuerpo, dándole a entender que podía empezar a disfrutar de lo que se venía. No podía llegar tan rápido sin el disfrute de poder sentirlo. Le levanté la cabeza y me dirigí a sus labios para besar cada parte que había dejado de mí en él. Un duro tacto se marcaba en sus pantalones deseando salir, y era mi deber resolver la situación.

El juego solo acababá de empezar pero las reglas no estaban puestas, todo vale en una competición en la cama. Y él, sin yo saberlo, había escondido su mejor arma.

En este momento la sensación fue indescriptible, la presión en la delicada zona fusionaba el dolor con placer. Nunca había sentido en mi cuerpo tal efecto.

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⏰ Last updated: Aug 15, 2023 ⏰

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Girasoles en CórdobaWhere stories live. Discover now