La Verdad

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Lucia

Tengo un rico y delicioso capuchino en mis manos ¿Por qué? Porque me dirijo a la casa de mi mejor amigo.

El cual creo que no he tratado bien estos días.

Pero no es totalmente mi culpa. Cuando llame a Sebastián para decirle que había ganado el partido y no solo eso sí no también para contarle que..

¡Gane una beca deportiva!

En Europa.

No me contestó.

Tengo exactamente tres meses para irme y no se lo he dicho a nadie —Bueno mi hermano lo sabe— Ese día mis padres fueron a sacarme del lugar y vaya que no lo lograron.

— ¡Fuimos muy claros Luciana! —papá me agarró del brazos alejándome del grupo. Emmy quiso ayudarme pero solo asentí con la cabeza— ¡Tienes prohibido este tipo de estupideces, no puedes manejar tu vida a tu antojo, tienes obligaciones que cumplir!

Mire a mamá en busca de ayuda. Pero como siempre, se puso de lado de mi padre.

— No son estupideces —me safe de su agarre. Mire a ambos— ¿Acaso no lo ven? —señalo a mis amigos, los cuales están sonriendo por el triunfo. Tanto ellos como sus familias se alegran de todo esto— Padre lo que tú llamas tonterías me apasiona. Y no solo me gusta hacerlo, soy buena haciéndolo.

—¿Buena? No me hagas reír, Luciana. —tenso la mandíbula— Si no quieres estudiar lo que yo te recomiendo será mejor que vayas a una escuela de modales para chicas, aunque sea para que consigas un buen esposo para que se encargue de la empresa. Ya me basta que tú hermano trabaje para mí rival para que tú quieras dedicarte a comer polvo —sacude sus zapatos de manera exagerada.

—¿Un esposo? —contengo las lágrimas.

—¿O también eres lesbiana? Es lo que falta. —mi corazón se agrieta con cada palabra que se escapa de su boca.

— No, no papá. No soy Lesbiana y aunque lo fuera no me avergonzaría de serlo.

— Es suficiente, basta los dos —interviene mi madre— Vamos Luciana, al coche.

Niego.

— Lo siento, pero me voy a quedar aquí. —mi madre es conocida por lo dramática que es y no solo eso, parece que está estancada en la época antigua, dónde las mujeres solo siguen órdenes.

— Al coche, Luciana —ordeno papá.

— Mamá —esquiva mi mirada y se las arregla para no ponerse a llorar— papá, ¿Por olvidan que soy parte de su familia y no solo una posición que quieren sacarle provecho? Pueden quedarse como todos lo padres que están aquí, disfrutando de los logros de sus hijos y pasarla bien. Conmigo. O pueden irse.

— ¿Quedarme aquí? No, es suficiente. —papá intenta sujetar mi brazo pero lo esquivo. Me alejo de el— Luciana.

Mamá está hecha un mar de lágrimas. Pero eso no podrá manipularme.

— ¡Luciana! —corro lejos de ellos— ¡Si no vuelves hasta las 10 olvida que tienes padres!

Cómo si los tuviera.

Que resaca tuve ese día. Pero supe controlarme para que nadie lo notará. Me trague mis sentimientos que sentía que mi pecho iba a explotar.

Bebí del capuchino.

Mi resentimiento ha pasado, me di cuenta que el mundo de Sebas no puede girar solamente en mis problemas, y bueno aquí estoy tocando su puerta.

Quien me abre es la pequeña Isabela.

¿Qué nos ocurrió? Where stories live. Discover now