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Retuvieron a Jeno hasta el alba, cuando lo llevaron de vuelta al campamento, pero no sin antes volver a atarle las manos.
Durante el trayecto, luchó a ratos con el cansancio que le empañaba la visión y no lo abandonaba. Una vez en el campamento, lo tiraron al suelo y cayó de rodillas con las manos todavía atadas a la espalda. Mark se acercó con la espada desenvainada, pero Jisung lo detuvo con los ojos desorbitados por el miedo y el respeto que le infundían las capas blancas del Salón de los Reyes. Jisung se adelantó. Jeno se puso en pie y notó que su amigo le estaba dando la vuelta para cortar con el cuchillo las cuerdas que le ceñían los brazos.

—¿Y el príncipe?

—Con el regente —respondió, y por un momento no fue capaz de decir nada más.

Era un soldado. Conocía la brutalidad del campo de batalla, había visto lo que hacían los hombres a los que eran más débiles que ellos, pero nunca había pensado...
La cabeza de Chenle sacada de una bolsa de arpillera manchada de sangre, el cuerpo frío de Haechan, despatarrado en el suelo junto a una carta, y... Estaba clarísimo.
Era consciente de que Jisung le estaba hablando.

—Sé que sentías algo por él. Si vas a vomitar, hazlo ya, que nos vamos. Ya deben de estar viniendo a por nosotros.

En medio del aturdimiento, oyó la voz de Mark.

—¿Has dejado que se vaya? ¿Te has salvado y lo has dejado con su tío?

Jeno alzó la vista y vio que todos habían salido de las carretas para ir a mirar. Unos cuantos rostros lo rodeaban. Mark se había plantado delante de él. Tenía a Jisung detrás, con una mano en su hombro tras sujetarlo para cortarle las cuerdas. Vio a Siwon a unos pasos más allá, y a Yoonah y a Kun.

—Serás cobarde... —espetó Mark—. Lo has abandonado para...

Jisung lo interrumpió bruscamente al cogerlo para estamparlo contra la carreta.

—No le hables así a nuestro rey.

—No pasa nada —contestó Jeno con una voz densa—. No pasa nada. Es leal. Tú habrías reaccionado igual si Jaemin hubiera regresado solo.

Se dio cuenta de que estaba entre los dos, de que se había interpuesto con su cuerpo. Jisung estaba a dos pasos de distancia; Jeno lo había empujado. Ya liberado de su agarre, Mark resopló un poco.

—Él no habría vuelto solo. Si crees eso, es que no lo conoces.

Notó que Jisung lo asía del hombro, pero no le habló a él, sino a Mark.

—Ya vale, no ves que...

—¿Qué le va a pasar? —exigió saber Mark.

—Lo van a matar —dijo Jeno—. Se celebrará un juicio. Lo tildarán de traidor. Mancillarán su nombre y, cuando acaben, lo matarán.

Era la verdad, pura y simple. Lo harían ahí, en público. En Ios, se clavaban cabezas en afiladas picas de madera ahí por donde pasaba el traidor.

—No podemos quedarnos aquí, Lee. Tenemos que... —dijo Jisung.

—No —lo interrumpió Jeno.

Se llevó la mano a la frente. Las ideas le daban vueltas en la cabeza; eran inútiles. Se acordó de cuando Jaemin le había dicho que no podía pensar.
¿Qué habría hecho él? Sabía lo que habría hecho. El estúpido y loco de Jaemin se habría sacrificado. Habría usado la última ventaja con la que contaba: su propia vida. Pero la vida de Jeno carecía de valor para el regente. Sintió los límites de su propia naturaleza, la facilidad con que se dejaban llevar por la ira y la necesidad, frustrada por las circunstancias, de matar al regente. Lo único que quería era empuñar su espada y abrirse camino hasta Ios. Se sentía pesado y aturdido mientras un único pensamiento pugnaba por salir. Cerró los ojos con fuerza.

RISING | NOMINWhere stories live. Discover now