CAPÍTULO 4

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Esa misma noche escribí James desde el pequeño portátil, ya que el móvil estaba requisado por mi madre y le conté todo lo ocurrido, y justo cuando me iba a acostar escuché un ruido extraño en la ventana, eran como golpes de algo afilado. Decidí ignorarlo, pero al ver que se repetía decidía asomarme y lo que vi me dejó pasmada.

James estaba allí, lanzando piedritas a mi ventana, con bolsas de chuches, y sonriendo ampliamente.

—Julieta, deja caer tu lindo pelo para que tu Romeo pueda subir —la casa de mi madre era un bajo, así que no le costó mucho tirarme las bolsas de golosinas y entrar por mi ventana.

—Lo del pelo es de Rapunzel, artista, de todas formas, ¿qué narices hace un hombre tan guapo y apuesto a las tres de la mañana tirándome piedras a la ventana con ochenta bolsas de dulces? —Él se rio mientras se sentaba en mi cama, seleccionando chucherías y repartiéndolas entre los dos.

—Vengo a animar a la chica más guapa del pueblo y a confiscar cualquier tijera u objeto punzante que haga que mi Julieta se haga daño —mi cara de asombro y ternura hizo que su risa aumentara, mientras que el color de mis mejillas también. Con este tema James siempre había sido muy serio, y hace dos años, cuando le expliqué toda la situación, me juró por todo lo jurable que nunca se separaría de mí, y cuando conseguí dejarlo, que no dejaría que recayera.

—¿Sólo del pueblo? Me rompes el corazón pequeño Jimmy, y no hace falta que me quites nada, enserio, he encontrado las pastillas que me recetó la psicóloga y estoy mucho mejor después de haber tomado una —los dos reímos suavemente ante el primer comentario, y se acercó para estrecharme entre sus brazos.

—Lau, eres la persona más fuerte que conozco, has pasado por mucho y nunca te has dado por vencida, quiero que estés bien, que disfrutes, y que pasemos un rato juntos, porque desde que te fuiste sin dar explicación no has contestado a nada ni nadie —razón no le faltaba, había apagado el móvil para entregarlo tras el castigo y ni siquiera había cenado, menudo desastre.

Para esto tenemos a Jimmy, para que nos traiga comida y amor cuando le necesitamos.

Le abracé de vuelta, y tras estar así un rato decidimos poner una película y disfrutar de los dulces que había traído, la mayoría eran tizas o melones, mis favoritos, se notaba que prestaba atención a mis gustos tanto como yo lo hacía con los suyos.

—Sabes James —dejé caer— tengo el presentimiento de que estoy viviendo un déjà vu, esto ya lo hemos vivido antes, en algún otro momento, ¿sabes? —pero cuando me giré a mirarle estaba abrazado a mi cuerpo, con su cabeza en mi pecho, dormido como un bebé. Apagué la tele, retiré las bolsas con comida de mi cama y comencé a acariciarle su pelo, ese pelo castaño claro con reflejos rubios que me volvía loca, y que esperaba que nuestros hijos tuvieran.

Siento aguarte la fiesta cariño, pero además de que hay muy pocas posibilidades de que tengáis hijos, a lo mejor él es estéril, o a lo mejor lo eres tú.

Ella siempre dando ánimos, luego que por qué te odio.

Yo solo aporto información para que tu tengas en cuenta, por ejemplo... los pingüinos gays les roban los huevos a otros pingüinos, porque como no pueden procrear al ser dos machos, pues los roban para poder tener descendencia.

¿Y qué tienen que ver los pingüinos gays con que me guste su pelo?

Era solo un dato.

No si a mí se me va la cabeza, que me encierren ya.

Si te encierran a ti, que a mí me liberen, estar aquí dentro es un rollazo.

Esa misma mañana, cuando escuché que mi madre se fue a trabajar, me bajé de la cama con cuidado de no despertar al perezoso de mi mejor amigo, y por mucho que se agarrara a mi cuerpo, conseguí soltarlo. Abrí el armario, cogí mi ropa para correr y me fui al baño, no fuera a ser que estuviera despierto y me viera cambiarme.

Eres una aburrida tía, haberte cambiado en frente suyo y si se despierta, que se enamore de nuestro cuerpo serrano.

Decidí ignorar a la extraña voz de mi cabeza, porque conciencia no era, estaba demasiado salida; y después de cambiarme y de hacerme un moño, emprendí mi camino hacia el minúsculo gimnasio que había en frente de casa de mi madre, y a la hora de estar allí me llegó un mensaje de James.

James: buenos días pesada, ya he visto tu nota, vuelve cuanto antes que me tienes que hacer el desayuno :p.

Laurel: que cara más dura, ya estoy saliendo, tardo 5 minutos en lo que me ducho y voy, bss.

Y así sucedió, me duché y me fui a mi casa, donde James me esperaba impacientemente, sentado en el sofá, buscando algo para ver en la televisión.

—Buenos días por la mañana, ¿cómo ha dormido mi perezoso favorito?

—Bien hasta que te has ido, que me has despertado y luego... bueno me he vuelto a dormir así que no tengo nada de lo que quejarme.

—De nada dormilón, vamos anda, que te hago el desayuno —me miró con una cara de asombro y se abalanzó sobre mí.

—¿Te he dicho ya lo mucho que te quiero? Porque te quiero mucho, aunque me hayas abandonado para ir al gimnasio, esa te la guardo —ambos reímos, él casi no iba al gimnasio ni salía a correr diariamente, no le hacía falta, estaba en plena forma gracias a los dos deportes que practicaba, aunque Isaac, nuestro entrenador, no dejaba de insistirle en que entrenara, nunca lo hacía.

—Que me perdone el señor marqués, pero yo, si no entreno pierdo la forma y no es plan, que van a empezar las carreras nacionales, y la verdad es que tengo todas las intenciones de que me bequen para la universidad.

—A mí eso no me hace falta, si gano, pues gané, y si pierdo, pues perdí. Bueno señorita, ¿sería usted tan amable de hacerle el desayuno a este pobre y pequeño hombre? —los dos nos reímos a carcajadas, él era de todo menos pobre y pequeño, ya que medía aproximadamente 1'72m, mientras que yo no pasaría del 1'54m, me sacaba 20 centímetros aproximadamente, y aunque fuera un año más mayor, me parecía injusto.

—Marchando un desayuno nutritivo para el hombrecito —los dos caminamos hacia la cocina, donde nos preparé un café y una tostada con aguacate. Disfrutamos nuestros desayunos sentados en el sofá, mientras veíamos un programa de cotilleos, James los detestaba, pero como yo había hecho el desayuno, se tendría que aguantar.

Esa misma tarde nos quedamos en casa de mi madre, viendo una película, aunque esta vez la que se quedó dormida en su pecho fui yo, creo que poco después recogió las cosas de la cama y se durmió junto a mí, mañana nos esperaba un día muy largo, porque además de nuestras clases escolares, nuestro entrenador nos había pedido que estuviéramos una hora antes en el pabellón de deportes para darnos una charla sobre algo, así que nos tapé con una manta y me quedé dormida acariciando su pelo mientras que él se abrazaba a mi cintura, descansando su cabeza en mi pecho.

Atardeceres de soledadWhere stories live. Discover now