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Fourth miró alrededor de la sala de estar vacía y pensó en el comentario de Gemini.

"Creo que sería un infierno mucho más especial si te quedas".

¿Qué quiso decir con eso? ¿Qué me quedara durante el día? ¿Durante la noche? ¿Por siempre?

Jesús. Él tenía que dejar de sobre analizar la mierda o iba a volverse loco. Todo iba muy bien antes... Antes de que su hermana los hubiese atrapado besándose en la oficina de Gemini.

Desde entonces, Fourth había estado sintiéndose... ansioso, fuera de control.

Él sabía que quería a Gemini, y no se iba a mentir a sí mismo, por lo que fue lo suficientemente honesto para admitir la idea de decirle a su familia acerca de con quién estaba, eso le hacía sentir un poco de náuseas.

Se sirvió una taza de café y se abrió paso hasta quedar de pie en la puerta corrediza que daba hacia balcón de Gemini. El mismo balcón que había pisado aquella primera noche que había estado allí cuando había volado su cabeza.

El sol por fin brillaba a través de todos los rascacielos circundantes, y cuando se pasó una mano por el pelo, se acordó de la forma como Gemini jugaba con él.

Casi como si no pudiera evitarlo, los dedos de Gemini encontraban su camino de forma automática en sus mechones cada vez que se sentaba al lado del chico, y Joder, a Fourth le encantaba.

En el tiempo que llevaba de conocerlo, había descubierto un par de cosas acerca de sí mismo. Primero y ante todo, que se sentía bien cediendo y entregando las riendas a otra persona. Incluso disfrutaba no ser siempre el que tuviese el control. Siempre había sido acusado de ser terco, y él sabía que lo era, pero con Gemini, se encontró a sí mismo queriendo ceder más a menudo de lo normal. El hombre era persistente como el infierno y tenía una forma extraña de llevar a una persona hacer lo que él quería.

A algunos no le gustaría eso, pero para Fourth, fue... del tipo entrañable.

A diferencia de su ex mujer, Norawit no era del tipo de ceder y alejarse de lo que quería. Él era el tipo de quedarse y luchar hasta el final. Había que darle crédito por eso.

Había pasado una hora más o menos desde que Gemini se había ido, y Fourth había terminado su segunda taza de café de la mañana. Mientras descargaba la taza en el fregadero, su teléfono comenzó a sonar con una melodía familiar. Él miró su chaqueta, de donde provenía el sonido, y decidió que era el momento de ser hombre de una puta vez.

Se acercó al sofá y puso la mano en el bolsillo de su chaqueta para localizar el célular. Tirando de él, miró el nombre en la pantalla y luego, lentamente, lo trajo a la oreja, no tenía ni idea de lo que debía decir.

—¿Nattawat? —fue lo primero que salió de la boca de su madre.

Fourth podía sentir su corazón saltando locamente en el pecho mientras colocaba una mano en la parte posterior del sofá de Gemini como apoyo e inhalaba de manera inestable.

―¿Nattawat? ¿Estás ahí?

Cerrando los ojos, Fourth tragó saliva y asintió, y al no obtener respuesta, se dio cuenta de que él no había dicho nada realmente.

Se aclaró la garganta y lo intentó de nuevo.

—Sí, estoy aquí.

—¿Dónde has estado? He estado tratando de comunicarme contigo.

—Sí lo sé. Tengo sus mensajes.

Hubo una pausa, y luego Fourth oyó algún crujido. Se preguntó si su madre se movía de una habitación a otra buscando intimidad.

🍹 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora