No se como he llegado,
solo se que he despertado,
en este valle sombrío,
en este paraje desolado.
Por un sendero camino,
a mi lado, sin flores sin hojas,
con firmeza me escoltan,
árboles sin vida,
son espectrales figuras,
con garras filosas.
Y en las alturas, la luna vigila,
con palidez enfermiza vigila,
su luz inclinada me arroja,
pues se encuentra encumbrada,
cual Olimpo en la cima,
de escarpadas colinas.
Este lúgubre páramo,
solitario me halla,
no encuentro ni un alma,
entonces de lejos,
oigo el murmullo en la noche,
de una susurrante cascada.
Con sigilo resonando,
resonando un tenue sonido,
los árboles espectrales,
en este valle siniestro,
están suspirando dormidos.
Errante sigo, perdido sigo,
por este luctuoso camino,
interrumpido de repente,
por el soñoliento y aletargado
brazo de un río.
Y sus aguas cristalinas,
huyen espantadas,
de empinadas montañas,
ceremoniales y silenciosas,
tan altas se elevan,
que sin piedad atraviesan,
a nubes oscuras y tenebrosas
Este rio de agua turquesa,
el resplandor de la luna refleja.
Curioso me acerco a mirar,
así sea mi propia figura,
en este espejo encantado,
con ansias espero encontrar.
¡Dios Mio! replico,
La sorpresa me invade,
una sombra solo veo,
en el lugar de mi rostro,
solo una sombra,
entonces recuerdo todo,
todo recuerdo entonces,
que aun sigo soñando,
que aún no he despertado,
de un terror insistente,
de un horror inhumano.
¡Es un demonio!,
¡Un Demonio cruel!
me golpea sin piedad,
El alma castiga,
El corazón me lastima,
¡Cruel demonio!
Macabro, tétrico, malvado,
¡Es el demonio de la Soledad!
