No tengo nada que perder

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Me gusta cómo tus manos
se mueven al hablar;
cómo ellas, tan diminutas y anchas,
pueden interpretar y expresar tu hablar.
Me gusta cómo cada acentuación
sale de cada palabra de tu boca;
cómo haces que tu lengua
haga tácticas auditivas.
Me gusta cómo, con delicadeza,
miras cada objeto del que hablas;
y si no hablas de algo
dentro del espacio donde estamos,
me gusta cómo me miras
con tanta libertad.

Según tú,
es muy difícil estar a tu alcance,
¿y si me hago aún más pequeña
para que puedas agacharte
y que estés tú a mi favor?
Si fuego se paga con fuego,
no seré la única quemada.
Porque si algo aprendí de ti
es que las metáforas son un estrés
para tal aprendiz.
Ahora aquí, un acertijo:
si el sol es la estrella más brillante,
¿qué queda para una estrella diminuta
que es capaz de hacer brillar
los ojos de cualquier habitante?

Antología poéticaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora