Capítulo 2.

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BRIANDA ALVEN

Llego hasta la residencia universitaria de chicas y me sorprendo al ver la cantidad de estudiantes que recorren sus pasillos. Algunas van con los audífonos escuchando música y sumergidas en sus pensamientos, otras van en pequeños grupos y hablando de los planes que tiene para el próximo fin de semana y por último, están las que llevan puesta la sudadera del equipo de baloncesto del Falcon WF. Estas últimas entiendo que son las groupies del equipo. Recordar al idiota de Denis Bryton me produce un estremecimiento completo.

Recorro con la mirada todos los pasillos. Por un segundo me siento fuera de lugar. Aquí todas las chicas visten con ropas de marca excepto las que llevan las sudaderas del equipo de baloncesto. Agacho la mirada hasta mi uniforme verde de fisioterapeuta y caigo en la cuenta de que tiene el dobladillo de la camiseta algo descosido y que le cuelga un hilo largo de un extremo. Necesito con urgencia comprar un nuevo uniforme de trabajo, pero este mes no me llega el presupuesto. Tengo la esperanza de encontrar algún trabajo que pueda compaginar con los estudios y la beca práctica para poder sufragar los gastos durante mi año académico aquí.

Reviso la carpeta con toda la documentación que me entregó la coordinadora, junto con la carta de bienvenida y saco el papel donde me indica el número de habitación que se me ha asignado. Llegó hasta la puerta en cuestión y llamo antes de entrar.

Me sorprendo al ver lo grande que es la habitación compartida. Tiene un precioso y cuidado suelo de madera, ventanales grandes con mucha luz natural, cuadros decorando las paredes, un sofá beige con cojines a juego, televisor y hasta tiene una pequeña cocina con barra americana. Vamos, todo un lujo. Esto más que la habitación de una residencia universitaria parece un pequeño apartamento de lujo.

Por cierto, aquí huele a café...

—¡Ay, Dios! ¡Qué susto me has dado! —exclama una chica que se asoma de pronto tras la barra americana de la cocina.

Es una chica muy mona, de cara redondeada, con la piel de un tono blanco translúcido y el pelo muy negro recogido en un moño alto.

—Perdón, llamé a la puerta antes de entrar —me excuso algo avergonzada.

—¡Pero no te quedes ahí! —exclama ella y de un salto se planta frente a mí, extendiéndome la mano.

Mis ojos descienden hasta la palma de su mano abierta. Tiene las uñas pintadas de colores alegres y con muñequitos divertidos.

—Soy Pam —anuncia con entusiasmo—. ¿Y tú eres...?

Le estrecho la mano y un gran alivio se instala en mi pecho. Parece que al menos he tenido suerte con mi compañera de habitación.

—Me llamo Brianda, pero todos me llaman Bri.

—¡Me encanta tu nombre! —comenta, ensanchando aún más su sonrisa—. ¡Bri, Bri, Bri! Cómo el queso Brie.

Pam se ríe a carcajadas de su propia broma y me contagia su risa espontánea.

—Bueno, sí. Se podría decir que sí —respondo con alegría.

—Pasa adentro, por favor. Justo estaba preparando café, pero como Lisa no toma, pues lo tomaremos nosotras dos.

Pam corre hacia la cafetera y saca dos tazas blancas de un armario alto en la cocina.

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⏰ Last updated: Sep 01, 2023 ⏰

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El intocable Denis Bryton Where stories live. Discover now