Capítulo 2

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Luka

Lo primero que noté antes de abrir los ojos es que tenía la boca seca, y de que estaba en una cama que no era en la que tenía pensado pasar la noche. Sé reconocer un colchón de hotel, al menos los del hotel del abuelo, que los he probado varias veces. Y tampoco estaba en mi habitación.

Pero lo que me tenía más preocupado es que no recordaba casi nada de la noche anterior. Traté de hacer memoria, pero no fui más allá de seguir a Chandra y al tipo ese al cuarto de baño de las chicas, intentar apartarle de ella, y luego... Todo era un gran vacío.

No soy de esos que bebe hasta perder la consciencia, y mucho menos en un lugar y con gente que no conozca. ¿Era eso lo que había pasado? ¿Estaba en casa de algún familiar? ¿Había tenido una de esas noches de celebración al más puro estilo Vasiliev? El vodka con miel corre por esas fiestas a una velocidad infernal, la misma con la que solemos terminar con las botellas.

Pero hace demasiado tiempo que no bebo tanto, y mucho menos para celebrar algo. Además, aquel cuarto... ¿Por qué tenía la sensación de que estaba en la habitación de mi prima Nika? Porque huele a chica.

Abrí los ojos para reconocer mi entorno, y efectivamente, estaba en la habitación de una chica. Solo ellas pueden usar unas zapatillas con los colores como los que estaba observando en el armario frente a mí. Brillos, rosas y lilas, justo lo que estaba de moda en este momento.

Busqué más pistas, a ver si acababa descubriendo algo más sobre la propietaria, cuando encontré mi ropa sobre un pequeño baúl. No me extrañó que estuviese allí, era un lugar próximo, la tenía a mano por si acaso la necesitaba. Y sí, yo la había doblado, porque pocas personas pondrían el pantalón encima de la camiseta. ¡Mierda!

Di un bote sobre el colchón, para sacar mis piernas lo más deprisa posible de aquella cama. ¿Por qué? Pues porque encima de aquel montón, estaba perfectamente doblado mi calzoncillo. Como esperaba, mis genitales rozaron con la sábana, confirmando que estaba completamente desnudo.

—¡Mierda! —repetí en un contenido susurro.

Miré a mi espalda, tratando de averiguar si estaba solo o acompañado en aquella cama. Y no, no estaba solo. Una mujer dormía de espaldas a mí. ¿Qué había hecho?

He escuchado, sobre todo en mi época de universidad, historias de tipos que se despertaban por la mañana en la cama de alguna chica, y no recordaban ni lo que habían hecho ni la cara de la chica con la que lo habían hecho. Pero las pistas estaban allí, yo desnudo, en su cama, y ella dormida a mi lado. Tenía muchas probabilidades de haber sido una noche caliente.

Y lo peor de todo no iba a ser irme de allí a ser posible antes de que ella se despertase, o digamos el no recordarlo, sino el haber traspasado un límite que me había impuesto hacía mucho tiempo. El sexo con desconocidas estaba fuera de mi ecuación.

En fin, el daño ya estaba hecho, no valía la pena romperse la cabeza por algo que ya no tenía solución. En ese momento debía centrarme en salir de allí rápidamente.

Me levanté sigilosamente, aunque si no la había despertado ya con la sacudida que le di al colchón, dudo que lo hiciera si no hacía mucho ruido. Me puse en pie, y tomé mi ropa para vestirme pieza a pieza con eficiente presteza. Puedo hacerlo en un minuto, lo he cronometrado.

Estaba a punto de salir de la habitación cuando la curiosidad me venció. Podría estar tan borracho como para no acordarme, pero al menos habría elegido a una chica guapa. Aunque hace tanto que no pruebo nada de ese menú, que me conformaría con que tuviese todo lo correcto en su sitio. No es que tenga algo en contra de los transexuales, ni con los gais, pero de momento soy un hombre al que le gustan las mujeres, mujeres. Y esto se trata de respeto y de gusto. Es como el baseball, me puede o no gustar el juego, pero no voy a ponerme a discutir por ello. No me gusta, así que no voy a ningún partido, ni lo veo en la televisión ni nada de eso que hacen los fans. Pero respeto a aquellos que se pintan los colores de su equipo en la cara para cada encuentro y los animan con todo lo que tienen dentro.

Alcancé el umbral de la puerta de la habitación, desde donde podía ver perfectamente el rostro de la persona que dejaba en aquella cama, y giré la cabeza para saciar mi curiosidad, y cuando lo hice, me di cuenta de que había sido una mala idea.

—Chandra. —Te todas las mujeres de la ciudad, de todas del maldito planeta, tenía que haberme acostado con ella. Con cualquier otra habría sido un error, con ella era un pecado. Chandra es como de la familia, la mejor amiga de mi hermano, era, era...

No podía salir corriendo como un cobarde. Hacer como que no había pasado nada, porque había pasado. Ni fingir que había sido algo que no iba a afectarme, que era algo que hacía constantemente, el despertar en camas de desconocidas cada mañana. Pero ella no lo era, a ella la conocía. ¡Maldita sea!, era como de la familia.

Solo tenía una manera de poder escapar de esta, y era que ella estuviese tan borracha como yo para que tampoco lo recordase. Supliqué a ese Dios que dicen que está en el cielo, para que se cumpliese mi deseo. Pero esto son Las Vegas, Dios está un poco saturado de peticiones por esta zona.

Decidí arriesgarme, avancé sigilosamente por la casa, buscando la salida. Pero justo cuando traté de abrir la puerta, un estruendo de alarmas y pitidos se desató. Genial, la alarma. Mi plan del sigilo se fue por la alcantarilla.

—¡Luka! —Escuché su grito desde el cuarto. Hora de buscar una excusa que ofrecer.

Evidentemente se acordaba del tipo con el que se había acostado. Antes de darme cuenta, ella estaba pasando a mi lado para desactivar aquel infernal ruido en una terminal en el pasillo.

—¿No podías esperar? —dijo con hastío.

—Yo, lo siento. —¿Qué más podía decir?

Manipuló la cerradura, o más un par de ellas y otros tantos cerrojos, y abrió la puerta en su totalidad, dejándome el paso libre al exterior.

—Sal corriendo. Es lo que mejor sabes hacer. —Ese comentario me dejó desconcertado. ¿No había estado bien? Pensaba que era un amante considerado. Siempre me preocupé porque mi pareja al menos culminase. ¿El alcohol me había convertido en un egoísta? ¿Había experimentado una eyaculación precoz?

—Pero...—Ella me dio con la puerta en las narices antes de poder terminar la frase.

Escuché los dos cerrojos acoplarse al otro lado. Era evidente que ella no quería continuar con la conversación. El no saber lo que había ocurrido me dejó mucho peor de lo que creía. ¿Cómo había pasado tan rápido de querer huir de allí, a desear de nuevo estar allí dentro? Tenía que conseguir respuestas, pero estaba claro que ese no era el momento.

Si no puedes esperar, el miércoles el siguiente capítulo en mi blog.

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