cine (junghope)

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Esta historia es de cuando yo creía que era hetero; salía con mujeres, solo tenía amigos varones, jugaba y miraba fútbol religiosamente todos los sábados ¡Hasta miraba porno hetero! Ahora de solo pensarlo me muero de la risa. Veo fotos viejas, en donde estoy posando como un rapero idiota, tratando de lucir todo malote y macho, y no puedo creer que esa persona sea yo. Y lo peor de todo es que no fue hace tanto; hace apenas dos años.

¿Qué desencadenó que yo descubriera mi verdadera sexualidad? Pues una simple salida al cine.

En aquel entonces yo estaba en mi segundo año de la Universidad, estudiaba Ingeniería de sistemas. Pero a pesar de lo ñoña que sonaba mi carrera, yo era bastante popular en el campus, especialmente entre las mujeres. Eso es porque siempre me he esforzado por tener un cuerpo atlético. Ahora que lo pienso, creo que nunca he disfrutado en verdad del

deporte; tal vez era una excusa para estar rodeado de otros muchachos, para disfrutar de los roces casuales en el campo de fútbol o para que mi mirada se regodeara en sus cuerpos desnudos en el gimnasio. Eso no importa ahora; el tema es que yo era medianamente atractivo; tengo el cabello oscuro y las cejas gruesas, con una barbilla bien definida y una nariz aguileña. Solía afeitarme al ras todas las mañanas, hasta que descubrí que una barba de dos o tres días causaba estragos entre las mujeres. Y secretamente, note que los hombres también me miraban más.

Pero en aquel entonces yo me negaba a tener amigos gais. Había varios en el campus, pero yo me mantenía lo más lejos posible. De la misma manera en alguna fiesta o antro. No soportaba ningún tipo de mariconeria, sus actitudes afeminadas y sus voces agudas no hacían más que irritarme.

Ahora entiendo que solo me causaban miedo.

Pero a pesar de mi atractivo y popularidad, ese semestre yo estaba atravesando una terrible época de sequía. No me había encamado con una mujer en meses, lo cual era inaudito para mí. No entendía el motivo, pero ninguna chica del campus parecía interesada en mí. Tampoco me iba muy bien durante mis cacerías nocturnas en fiestas o clubes. Era como si todas las mujeres del universo se hubieran puesto de acuerdo en ignorarme. Al principio me las arreglé a base de pajas y pornografía, hasta que llego un punto que no fue suficiente.

Necesitaba follar.

Ya no era una cuestión física, era una cuestión de orgullo. Era preciso que yo recuperara mi reputación. Mi masculinidad. Creí que con el tiempo el tema se arreglaría solo, pero conforme pasaban los meses la situación empeoraba. Yo era inviable para todas las muchachas. Y mi polla ya se encontraba al punto de explotar. Me masturbaba casi tres veces al día, y cada vez que acababa, abundantes chorros blancos escapaban de mí,

Jungkooksos.

Pero lo que más me aterrorizaba no era la perspectiva de no volver a follar nunca más con una mujer, era me encontraba a mí mismo chequeando los cuerpos masculinos que me rodeaban. Los ojos azules de algún compañero de clase, los labios de otro, los fuertes brazos de algún amigo, los muslos firmes de algún compañero de fútbol, y como los pantaloncillos cortos ajustaban sus nalgas redondas. Cada vez más y más seguido mis ojos se escapaban hacia sus cuerpos desnudos y mojados en las duchas, y eso me aterrorizaba. Me decía a mí mismo que era todo fruto de la desesperación; que una vez que follara con una mujer, toda esta locura quedaría atrás.

Toda mi identidad pendía de un hilo, así que tomé medidas desesperadas. Busqué mi móvil y la llamé a ella.

—Hey, Mónica. Soy yo, Jung Hoseok. Me preguntaba si quieres ir al cine este viernes.

Oí como masticaba chicle con la boca abierta del otro lado del teléfono, y me arrepentí al instante. Recordé lo molesta que me había resultado Mónica la primera vez que la conocí en una fiesta, con su bronceado casi naranja, su abundante cabello negro pajizo de tantas tinturas y su voz nasal. Pero tiempos desesperados requieren medidas desesperadas, y Mónica Fucci era tan irritante como fácil.

HOBI WEEKWhere stories live. Discover now