Zanahoria

385 19 2
                                    

Relata Ainhoa

Nunca pensé estar viva para firmar mi divorcio. Hugo al comienzo parecía el marido ideal, súper atento, cordial, amable, amoroso. Nunca perdió esas cualidades en público, pero en casa no siempre fue así. Los primeros meses siguió manteniendo esa fachada, la de hombre bien, a la que su esposa solo tenía que hacer feliz, y lo hacía. Hacía todo por él. Porque así me enseñaron. Para mamá nunca hubo alguien más importante que papá, ni siquiera yo. Y para papá eso es normal, porque así lo criaron. Pero los malos hábitos no se rompen, hasta que alguien decide cortarlos de raíz, ¿no?

No fue fácil, lo pensé durante mucho tiempo. Acabé creyendo lo que todxs pensaban, que éramos la pareja perfecta, que estábamos destinadxs y que tenía que ser para siempre. Pero el amor no puede ser tan malo, me niego a creer eso. Hugo nunca dejó marcas visibles y a veces creo, que mis padres lo hubieran amado más si supieran la verdad. Cuando presenté los papeles, él dio el último golpe. Y yo, respiré en paz.

Ahora no hay nada, no tengo nada. Mi padre dice que es lo que merezco. Sin embargo nunca tuve tanta calma, así que sí, supongo que me lo merezco. Porque estoy muy feliz, aunque no haya nadie con quien pueda celebrarlo. Me abrazo a mí misma, porque lo hice, al fin puedo tomar aire sin preocuparme por si él me hace daño.

Solo tengo este hermoso lugar. Lo único que me queda de aquella vida. Lo que hacía sonreír a la Ainhoa que se iba apagando. Acá están los pequeños destellos de claridad que tuve los últimos seis años de vida. Y como sea, lo sacaré adelante. 

Porque hoy por fin soy libre. Y por eso, se acaba de convertir éste en mi día favorito.


Relata Luz


Para una chica que nunca salió de su pueblo, ya ver edificios era una cosa loquísima. Siempre me gustó estar donde estaba. Es que mi vida hasta hace dos meses era perfecta. Acababa de terminar el colegio, tenía unos padres preciosos, una tía medio loca y otra más loca aún, que me amaban, un hermano pequeño, y un hotel chiquito pero a la espera de ser mi primer trabajo real. Crecí entre sus pasillos, escondiéndome con Sara mi prima, y nuestras amigas. Ahí conocí a Julia, cuando apenas llegó a Vera, éramos tan pequeñas y nos hicimos íntimas tan rápido. Nos contábamos todo, hasta llegamos a planificar viajes y una larga estadía en Madrid. Pero enfermó y el cáncer me la arrebató antes de cumplir algún deseo. Nunca me dolió tanto la vida, como cuando tuve que dejar que se marche.

Desde entonces, no podía respirar. Todo tenía su aroma, cada rincón del hotel, cada parque, cada banco y restaurante. Y no es que no me gustara reconocerla entre nosotrxs, sólo que me daba muchísima rabia. Así que pensé que ella no se enojaría, si me viera cumplir algunos proyectos yo sola. Con esa idea en mente, convencí a mis padres de que me ayudaran a llegar a la ciudad. Alquilé un pequeño piso, y hace más de 50 días que intento conseguirme algún curro, porque el dinero que me dieron comienza a desaparecer. La cuestión es que no me quieren ni para promotora, porque soy muy enana. Ni para vendedora, porque tengo voz de niña. Ni para ayudante de cocina, porque soy impulsiva y se nota con solo verme. Ni para... y la lista sigue. Es que parece que todo el mundo en este lugar, nació sabiendo, porque ni una oportunidad me dan, y eso que no me conocen. 

Entro a mi piso ofuscada, porque nuevamente me rebotan de una de mis últimas oportunidades para seguir aquí. Corro a mi cama, para acariciar a Zanahoria, mi gata. No puedo evitar que algunas lágrimas caigan por mi mejilla. Pienso que si Julia estaría, diría algo gracioso y se me pasaría. 

Son las 11:44, aún no desayuné y me muero de hambre. Me levanto, me saco los tacones, me pongo unas botas de mi madre, me ato el pelo y agarro dinero. Si total más pobre de lo que soy, no creo que sea. Antes de salir, agarro a Zanahoria, mientras ella ronronea, y le digo que se porte bien. Puede que sea ridículo, sé que ella pasea cuando yo duermo, pero personalmente, no me gusta salir sola y menos a desayunar. Así que sin mediar con las miradas juzgadoras, camino hacia la avenida principal. Es un barrio bastante tranquilo, así que asumo que estaremos bien.

-¿De verdad?- pregunta alguien mientras la choco por ir hablando con Zanahoria-No puede ser-exclama en un tono para nada amable.

-Joder, lo siento- respondo nerviosa, mientras veo mis brazos vacíos y entro en pánico- Dios, no, Zanahoria amor, ¿ dónde estás?- pregunto ignorando a la persona que tengo enfrente.

-Pero serás gilipollas, acabas de romper mis bolsas de harina- me mira enojada.

Levanto la vista, ya con mis ojos mojados-Perdón, no te vi.

-Eso ya lo sé- me dice con ojos acusatorios.

-Prometo que te los pagaré- digo sin pensar, bajando la mirada.

-¿Con el dinero que está en el agua?- pregunta divertida- Porque mojado no creo que sirva, pequeña- dice riendo. ¿Acaso es bipolar?

Miro alrededor, los pocos billetes que agarré para un café y algo más, están esparcidos por un charco de agua, no sé si sobrevivirán. Giro dándole la espalda y me aproximo a levantarlos, se suponía que este desayuno iba a ser también almuerzo. 

Nota mi nerviosismo, así que vuelve a hablar -oye, no te preocupes, solo tengo un mal día. No me tienes que pagar- dice tranquila.

La miro sin levantarme del suelo- Es todo lo que tengo-suspiro-ahora es tuyo-me levanto- sé que no alcanza para todo lo que destrocé, pero necesito encontrar a mi gata-limpio mis lágrimas- perdón.

-¿Tu gata?- pregunta, ignorando el resto de lo que dije.

-Sí, Zanahoria- dije con una sonrisa-mi única compañía-susurré.

-Zanahoria-me devuelve la sonrisa-Bonito nombre.

-Soy Luz-extiendo mi mano.

-Hola Luz, mamá de Zanahoria, me gusta-su sonrisa es más grande-soy Ainhoa.

-Hola Ainhoa, señora de las harinas-reímos.

-Señorita-dice-hoy me divorcié.









Primer cap de esta historia. Espero que les guste! Abrazote <3 







1kg de ZanahoriaWhere stories live. Discover now