Lo mismo de siempre... o tal vez no

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Me levanté de la cama despertado por los gritos de mi madre, era lo de siempre. Ya era tarde y si no me daba prisa llegaría tarde a la escuela, así que con optimismo me dispuse a ponerme mi uniforme y lavarme los dientes y la cara, para luego bajar rápido las escaleras (sin ninguna clase de cuidado) y fui directo a la mesa para tomar mi desayuno. Saludé a mi madre y empecé a comer lo más rápido que podía.

-Nobita, te he dicho un montón de veces que no tragues la comida, come despacio. Algún día te vas a enfermar por eso y yo no sé- dijo mi madre, preocupada.

-Vale, como tú digas mamá-. Luego de decir eso procedí a seguir comiendo rápido haciéndolo poco o nada de caso a lo que me dijo mi madre.

-¡Nobita!-.

-Vale mamá, que ya acabé. ¡Adiós!-. Me despedí, me puse la mochila y corrí hacia la puerta para ponerme mis zapatos negros y salir corriendo de mi casa. No era el mejor corredor, así que me cansé al cabo de unos minutos y decidí hacer lo que yo llamaba "caminar rápido", en el camino me crucé con un perro. Era un perro de tamaño mediano, su pelaje era marrón y tenía un hocico negro. Sus dientes me miraban de una forma amenazante al igual que sus ojos, no estaba para nada feliz de verme. Tenía cinofobia, no tan fuerte como para tener, este, no sé, un paro cardíaco o dar fuertes alaridos por doquier, pero trataba a toda costa de no cruzarme con ninguna clase de perros, cada vez que veía a uno mis manos se ponían sudorosas al igual que mi cara, sentía como mi corazón latía más rápido y como mi sangre se helaba.

¿Alguna vez han escuchado el dicho que, valga la redundancia, dice que los perros y otros animales huelen el miedo? Pues yo sí, y soy una de esas personas que se lo cree, lo cual solo aumentaba más mi miedo de acercarme o encontrarme a uno. La razón por la que el dicho me parecía real es que siempre se cumplía, cada vez que estaba cerca a un perro, este me miraba con cara de pocos amigos. Pues el perro marrón con el que me encontré es el que más parece detestarme, el perro se acercaba paso a paso hacia mí, mi sangre estaba súper helada y sentí que no podía moverme. Cuando gruñó, ya no pude más y empecé a correr otra vez mientras el perro me perseguía dando fuertes ladridos. Corrí con todas mis fuerzas hasta que me tropecé con una piedra y me caí, el perro estaba frente mío, estábamos cara a cara, estaba gruñendo, yo ya no podía hacer nada así que cerré los ojos pero escuché:

-Perrito, perrito, ¿quieres esto? ¡Ve a por él!-.

Luego abrí los ojos extrañado y vi como el perro perseguía algo, al parecer un palito de madera, luego di la vuelta y vi a mi archirrival parado frente a mí, Dekisugi.

-Ese perro si que te asustó mucho-.

-Gracias, Dekisugi, aunque lo tenía todo bajo control, pero... ¿por qué estás aquí?, ¿saliste tarde?- pregunté muy extrañado ya que Dekisugi siempre era de los primeros en llegar, según escuché.

-No, ¿cómo vas a creer eso?, jaja. En realidad estamos frente a la escuela, ¿no la ves?- dijo Dekisugi.

En eso, me di la vuelta y vi que lo que decía Dekisugi era totalmente cierto, estábamos frente a la escuela y yo recién me daba cuenta.

-Estoy acá porque el sensei me eligió como uno de los alumnos de todo el colegio en llevar a los estudiantes que llegaban tarde al salón, y ya adivinarás a quien voy a llevarme- dijo Dekisugi, mirándome directamente a mí.

-Por favor, no lo hagas, Dekisugi-.

-Lo siento, Nobita, pero créeme, solo cumplo mi deber, además, eso te dará la lección de no volver a llegar tarde-.

-¡¿Pero qué dices?, si siempre recibo una humillación pública!-.

-Pues ya deberías aprender, Nobita- me dijo Dekisugi mirándome con pena.

El Cuidador | Doraemon Re-imaginado Where stories live. Discover now