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Como cualquier adulto "joven" carente de experiencia en el ámbito sentimental. Miguel estaba liado. Se asemejó a un temeroso adolescente derrumbándose por dentro mientras el exterior luchaba por permanecer de pie el tiempo que fuese necesario. Perdía el habla, se le iba el hilo de los pensamientos y solo perduraba el aroma del café envenenando sus fosas.

Sin embargo, entre el sopor matutino tras la breve "reunion" con Michelle, no pudo evitar remembrar a cierto moreno cuya presencia particularmente parecía traer problemas a su mundo y a los adyacentes a el. Se volvía una mezcla inconclusa llevada al límite por lo que era moralmente correcto y aquello que sería un "placer" pasajero. Por supuesto, siempre que se pusiera a leer las encuestas en línea como hizo una vez que la rubia regresó detrás de la barra.

"¿Cuál es el estimado de una pareja? ¿Se puede salir con alguien de otro universo? ¿Cómo saber si me gusta o no?"

Esas, entre muchas otras formaban parte del repertorio en la base de datos actualizada del gizmo en cuanto se levantó para marcharse. Procesando los números, edades biológicas y las teorías formándose en el cerebro a velocidad surreal. Michelle parecía habersele clavado en el subconsciente. Una astilla lo suficientemente dolorosa como para poder ignorarla. El simple hecho de tenerla presente en el hipocampo la mayoría del día hacía que él mismo se desconociera.

Por Dios, ni siquiera la conocía del todo. Podía ser una maníaca, una villana o algo peor, y aún así estaba dispuesto a arriesgar su tiempo y trabajo por algo físicamente imposible.

¿Cruzar portales a diario para perderse a sí mismo en esa misma taciturna mirada azul? Por supuesto que si.

—¿Qué hacías con ella?— instigó un tono familiar fuera de la cafetería.

Recargado contra el tabique rojizo estaba Miles. Cruzado de brazos por el pecho sin amago alguno. Se limitaba a escudriñar en dirección a Miguel, frunciendo ligeramente el entrecejo ante la carencia de emociones en su impasible rostro cincelado.

—¿Qué es lo que quieres, Morales? Tuve piedad ahí dentro. Podría detenerte ahora mismo y llevarte de vuelta a la base— atisbó el gigante, imitando la postura de los brazos a fin de entenderse y de igual forma, apaciguarse.

Miles asintió por despecho. Henchiendo los pulmones al hablar en un tono más afable, danzando la gallarda mirada contra la bermellón en un intento por descifrar la verdadera intención de Miguel en su mundo.

—Sabes que no dejaría que me lleves de vuelta a tu casa club— encogió los hombros, torciendo los labios en una mueca—. ¿Qué tiene que ver Michelle en todo esto? ¿Ahora buscas gente cercana a mi? Tío, eso no está bien.

Miguel rodó los ojos, tensando ligeramente los músculos dorsales ante la acusación hundiéndose en su pecho cuál puñal. Dando girones violentos hasta alcanzar el corazón. El orgullo no le permitiría admitirlo, pero si que había errado en el pasado al llevar a cabo la redada de búsqueda por Miles.

—Ella no tiene nada que ver— confirmó, resoplando—. Es un café que me recomendaron, nada más. Ella parece...agradable.

El menor encarnó una ceja tan pronto la información cobró perfecto sentido. Conectar los puntos para alguien de su edad perfectamente informado del mundo digital y físico podría fácilmente colarse entre el amasijo de mentiras en los ojos de Miguel. El conflicto evidente le dio la respuesta que necesitaba.

Además, si consideraba las condiciones del café y lo privado que era podría cerrar el caso fácilmente. Las únicas personas cuyo conocimiento del lugar habrían llevado ahí a Miguel eran Gwen y Hobie.

—¿Te gusta, no?— insinuó, meneando las cejas en vaivén, haciéndolo removerse incomodamente de pie en su sitio—. Oh vamos, solo puedes decirlo y ya. Créeme, es liberador.

CINNAMON | MIGUEL O'HARA (AU)Where stories live. Discover now