❈•≪27. Te obsequié una dalia, ¿recuerdas?≫•❈

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Hao movió su pie con impaciencia nerviosa, el cinturón de seguridad le quitaba el aire y la vista que podía apreciar a través de aquella oscura y polarizada ventana, no era nada especial

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Hao movió su pie con impaciencia nerviosa, el cinturón de seguridad le quitaba el aire y la vista que podía apreciar a través de aquella oscura y polarizada ventana, no era nada especial. Simplemente una calle un tanto desierta y aún dormida por lo temprano en la mañana que era.

Separó sus labios, dispuesto a suspirar pero en su lugar, terminó bostezando. Avergonzado cubrió sus labios con una mano y sus ojos se dispararon hacia al frente, Jiwoong no dijo nada mucho menos le dio una mirada. Mantuvo su posición, ocupando el asiento del conductor en silencio y con su vista ladeada hacia la izquierda, observando la desierta calle sin mucha emoción.

Recordando la presencia que su mente había olvidado por varios minutos, volvió centrarse en el alto. Mordisqueó la cara interna de su mejilla e indeciso, se desabrochó el cinturón de seguridad y se inclinó hacia adelante. Capturando la atención de la única persona con él.

—¿Puedo cometer la osadía de realizar un par de preguntas indiscretas?

Jiwoong viró el rostro en su dirección, no portaba gafas por lo que, sus ojos grandes y café, podían apreciarse a la perfección. Brillaban con una naturalidad asombrosa al igual que la serenidad en ellos lo era.

—Poder, puede.— afirmó con suavidad destacable, aún viéndole fijo—. Lo que no significa que deba o yo esté obligado a responderle.

Aunque tan amables palabras vinieron acompañadas de una sonrisa, Hao se sonrojó y se hizo hacia atrás en el asiento. Volteando su rostro hacia la polarizada ventana.

—¿Qué tan seguido viene?

Preguntó cuando el silencio se prolongó lo suficiente y su bochorno quedó olvidado.

—Dos veces a la semana.— respondió al instante, no pensando demasiado en ello—. Pero cuando se siente... desbordado— agregó vacilante de qué palabra usar—, un total de tres.

Y con la respuesta contraria, su mente creó un escenario poco agradable y que hizo a su corazón, sentirse oprimido.

—¿Sabes cuánto duran sus sesiones?

Jiwoong negó, aunque Hao no le estuviera viendo—. La mayoría de ellas, no más de media hora. Pero otras muy escasas, cuarenta y cinco minutos.

—¿Y siempre lo esperan fuera?

—Nuestro trabajo es estar a su alrededor, pero detesta que entremos con él. Aunque sea hasta recepción.

—La presión no es agradable.

—Nunca comentó nada al respecto, pero creo que le incómoda la idea de tener más personas allí. Sabiendo a qué viene.

Hao asintió, comprensivo. Habían personas con un sentido más agudo que otras, era una realidad. Lo que implicaba que, hubieran personas más receptivas en cuestiones de salud mental. O al simple hecho de acudir a terapia por las razones que fueran.

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