prologue: the day of the pray

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prólogo: extracto perteneciente al primer acto.

...Las llamaradas eran inmedibles, se veían más arriba de la punta de los pinos e incineraban la melena dorada que colgaba en la espalda de Tyanne. Las puntas de su cabellos eran achicharradas y las quemaduras se propagaban por toda su piel, haciéndola enloquecer. Lloriqueaba histérica y usaba sus manos desnudas para apagar el fuego que amenazaba con querer carbonizar su cuerpo después de quemar su pelo. El ardor en sus manos la hizo gritar y el humo de los alrededores que le impedía tomar más de dos caladas de oxígeno seguidas la convivo a seguir corriendo atormentada.

El fuego se extendía, ardían los árboles y los soldados de capa dorada avisaban la vuelta del dragón que los acompañaba. El calor era asfixiante y con el incremento del sofoco, las largas zancadas que Tyanne proporcionaba en tierra desconocida se volvían más medidas y menos apresuradas. Su cuerpo estaba reventado, pero no podía dejar de correr. Corría con tropezones y caídas, el llanto atrapado en su garganta y la desesperación controlando sus sentidos. El humo impedía su visión por lo que pisar los cuerpos de sus abanderados era un desafío poco probable a conseguir, mucho menos después de que el trote raudo de enormes caballos purasangre la alentarán a correr sin medirse al pisar. El llanto la azotó angustiada, moría de miedo y pánico, emociones que solo conseguían incrementar al empezar a oír hombres aullando su apellido como verdaderos salvajes. Venían detrás de ella, veloces e indomesticables, exclamando y riendo cada vez con más intensidad. Cada vez más cerca de tenerla. Sin importar cuánto corriera y sin importar cuántos cuerpos incinerados aplastará, estaba condenada.

El ruido ocasionado por el trote de los caballos incrementó con demasía y al momento en que Tyanne empezó a implorar misericordia hasta a el Desconocido, una ventisca azotante la obligó a detenerse encima de muertos y moribundos, viendo así cómo del cielo empezó a bajar el príncipe canalla montando su sanguinario dragón carmesí.

El dragón tenía la intención de avasallar con tan solo pisar la tierra, era de aspecto demoníaco con enormes patas y cuello alargado repleto de escamas puntiagudas, pero nada era tan terrorífico cómo su hocico entreabierto, saliboso con hedor a huevo podrido con enormes colmillos y una lengua ardiente recubierta de sangre y vísceras. Más que apestar era algo hediondo, visceral. El cómo la sangre goteaba del hocico del dragón y el cómo también se escurría en la armadura de su jinete hacía a Tyanne temer y padecer. Sentía pavor y lloraba sin pena por su caballero y hombres, el tan solo pensar en que tal aberración los podía haber devorado o incinerado le hacía perder la cabeza. Los árboles se sacudían, avisaban la pronta pisada del dragón, daba la brisa fría y pese a ello Tyanne no tenía duda de que temblaba únicamente por el miedo, incluso creyó estar a punto de orinarse encima.

La tierra vibró fuertemente y un segundo después de que la primera pata de la bestia alada tocará el suelo, los jinetes se distinguieron detrás de Tyanne. El temblor se extendió, la bestia arribó y Tyanne imploró en un susurro su deseó de continuar con vida, sollozó y no parpadeó, ella tenía un dragón a un metro de distancia viéndola cara a cara.

Los caballos enloquecieron y los jinetes en un afán de calmar a los caballos retrocedieron, dejando a Tyanne sumida ante la presencia del príncipe de cabellos plateados, quién desmontaba a su dragón cómo si de un animal cualquiera se tratará, no temía y su postura era tan imponente cómo la del monstruo que domaba. Él medía casi dos cabezas más que Tyanne, era formidable, ruin y monstruoso. Se movía con despreocupación hacía ella, no hablaba y solo sonreía con atrevimiento al deshacerse de sus guantes dedo por dedo. Sardónico desechó los guantes y los tiró encima de los caídos, exento de respeto por los muertos.

Él sonreía y Tyanne palidecía. Ella era un cervatillo salvaje, desamparada y aterrada a punto de ser cazada. Sin importar qué hiciera o qué dijera no escapatoria, una flecha ya la estaba apuntando y su apellido en ella ya estaba escrito.

—Esto no tiene que ser así, ¡Déjeme ir y le prometo que mi señor esposo jamás volverá a dudar de sus capacidades y nunca más volverá a retarlo! Por favor, ¡Se lo imploró, mi príncipe! —rogó Tyanne retrocediendo aterrada. Sin importar a dónde mirará solo podía ver decenas de hombres observándola con atención. No podía contener el llanto y entre lágrimas levantó una espada del suelo, en busca de protegerse o evitar su inminente destino —. ¡Por favor deje de acercarse, no quiero lastimarlo! Por favor déjeme ir, desapareceré de la vida de mi señor esposo si usted me lo pide, cambiaré mi nombre y me iré lo más lejos que el mar me lo permita. Por favor, se lo suplicó, mi principe. Por fa-favor.

La cabeza del príncipe dragón se inclinó a la derecha, lo suficiente para ver las manos enrojecidas de Tyanne temblando ante el peso del hierro. Reiría si la espada caía de sus manos, era vergonzoso y casi patético. Quiso burlarse, pero no lo hizo, continuó callado escuchando y esto inquietó tanto a Tyanne que tiró la espada y optó por intentar escapar una vez más. Corrió hacía el bosque, totalmente desesperada. Los jinetes y soldados en pie no duraron en moverse, pero sin perder el tiempo el príncipe canalla elevó una mano y continuó deshaciéndose de su armadura.

Él sería quién iría detrás ella.

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⏰ Cập nhật Lần cuối: Apr 30 ⏰

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echoes of your faithless prayers, daemon targaryen.Nơi câu chuyện tồn tại. Hãy khám phá bây giờ