Una ducha caliente

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Me encontraba en la ducha, el vapor del agua empañaba espejos y vidrios. Estaba solo en la casa, mi familia viajaba por el país y me dejó al cuidado de la misma. 

Alguien golpeó la blanca puerta de aluminio. 

—¿Quién es? —pregunté desde el baño.

—Soy Crystal. —Era una amiga de la infancia.

—Pasa, estoy en la ducha. Saldré en un momento.

Hasta donde sé, ella estaba enamorada de mí aunque dicha situación suponía un problema. Yo tenía novia en aquel tiempo, una bonita chica de preciosos ojos café y una brillante sonrisa carmesí.

Escuché rechinar la puerta del baño y allí estaba Crystal, vestida únicamente con una tanga de encaje negra. A través del vapor divisé sus senos, eran pequeños pero muy bien formados. Sus pezones rosados estaban completamente erectos, entonces descubrí sus intenciones. Aquella inesperada sorpresa endureció mi masculinidad y ella se percató al instante. Se acercó a mí, caminando sensualmente, y tomó mí erección entre sus manos. 

No sabía que decir, estaba paralizado. Apoyó su cuerpo contra el mío y me susurró al oído: "No te preocupes por tu novia, ella me envió para cumplir tus deseos".

No podía creer lo que oía. Habíamos hablado de eso hace tiempo, permitirnos aventuras sexuales con otras personas, pero nunca creí que aceptaría tal acuerdo.

Crystal se arrodilló frente a mí, con sus manos aún en mi miembro y se lo llevó a la boca. Podía sentir su lengua acariciando mi glande, subiendo y bajando, llenándolo todo con su tibia saliva. Mi pene golpeó su garganta y ella hizo una arcada involuntaria, pero lejos de detenerse, lo empujó más profundo. Su rostro se ruborizó y sus ojos se llenaron de lágrimas, aquella acción parecía no dejarla respirar. Traté de sacarlo de su boca moviendo mi pelvis, pero ella me sujetó con fuerza de los glúteos, enterrando sus uñas en mi carne.

Levantó su mirada y nuestros ojos se encontraron. Pude ver que ella disfrutaba del sexo, como un niño con un juguete nuevo. 

Quitó su boca de mi miembro, el fluido preseminal descendía espeso por sus labios. Se relamió y me dedicó una pícara sonrisa. Se puso de pie y, lentamente, se quitó la única prenda que llevaba. Insertó dos dedos en su apretada vagina y los llevó a mi boca. Saboreé aquel amargo manjar y le sonreí. La apoyé contra la pared de la ducha, y empujé un dígito enjabonado en su blanqueado ano. Ella gimió. Empujé otro, su recto se expandía con increíble facilidad.

Arqueó su espalda y sus glúteos se separaron levemente. Removí mis dedos de su cavidad e introduje, suavemente, mi pene en ella. Los gemidos constantes se volvieron excitados gritos de éxtasis y lujuria. Pellizqué sus pezones y sus ojos brillaron, pidiendo más y más. No detuve mi ritmo. Llevé mi mano hasta su vulva y presioné, con firmeza, su clítoris. Crystal suspiraba y se retorcía de placer. Presioné mi cuerpo contra el suyo, mi erección se perdía en las profundidades sinuosas de su cuerpo y ella gemía como una fiera. 

Seguí empujando con fuerza, golpeando sus nalgas con mi entrepierna. Aceleré mi ritmo, estaba a punto de correrme. Ella lo sabía. Sus ojos iluminados mostraban felicidad. Extraje mi virilidad de su cuerpo y ví como su ano, aún abierto, palpitaba, tibio y húmedo. 

Volvió a arrodillarse frente a mí, esperando ansiosa mi carga sobre su rostro. Tomé mi miembro y lo incité al orgasmo, acabando en su boca, abierta y dispuesta. Trago su contenido y limpió, con su lengua, los residuos de mi pene. 

Me besó en los labios, recogió su adorable tanga negra y se marchó, dejándome terminar mi ducha.

Poco tiempo después llegó mi novia, con una gran sonrisa en su rostro.

—¿Disfrutaste mi regalo? —susurró en mi oído.

—Claro —le respondí —, si alguna vez deseas hacer lo mismo, sabes que puedes.

—Lo sé, pero no lo necesito —dijo mordiéndole el labio, al tiempo que sujetaba con fuerza mi entrepierna.

Antología Erótica (+18).Where stories live. Discover now