Capítulo IV

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¿Cómo volvería a ver a la sirena sin una tripulación; aún peor, sin una embarcación? Como predijo, fue suspendido del trabajo (además de ser discriminado de las ganancias generadas por el oro).

El joven se vió obligado a pasar días de inactividad; para su vergüenza, en la casa de sus padres (su hogar antes de que ejerciera como pirata).

- Si tan solo hubieras obedecido - le repetía su madre con histeria.

"¿Quién pensaría que por no traer mi espada a tiempo me suspenderían?" - pregunta retórica que el novato usó para hacer más creíble su mentira. Si bien no trajo su espada, no era la única ni principal razón por la cual lo suspendieron.

Tras cada comida del día, Changbin se preguntaba lo mismo: ¿Seguirá por allá la sirena? ¿se habrá sentido mal cuando le grité? ¿habrá visto mi antorcha?

Por cada minuto que pasaba su desespero aumentaba; no pensaba en que había perdido su trabajo (momentáneamente, claro), sino en que había perdido a su inigualable azaña.

Los meses corrieron ¡y con qué lentitud! ¡qué agonía! No podía abandonar el deseo de ver una vez más al llamado Lee Felix. ¡Desdicha total!

Peor aún, el llamado Lee Felix ... ellos tenían razón ¡era un inútil, cabeza hueca!

Escribió su nombre y describió su físico para "no olvidarlo", como una especie de consuelo.

El día en que sus compañeros emprendieron viaje a esas tierras de nuevo no pudo evitar llorar más de una vez.

Fue a la orilla, a ver cómo se alejaban en las profundidades del océano; como punsadas, su corazón se estrujaba.

Al quedar solo en la arena, tiró un par de cosas con furia, revolvió sus cabellos con frustración y tragó sus lágrimas pensando en lo tonto que era - "¡Estúpido, estúpido!" - repetía a sí mismo.

"¿Ya estarán allá? ¿él me estará esperando? ¿si lo encuentran?"- su mente, como de costumbre, un puré de preguntas.

En el transcurso del viaje, Changbin no salió de su habitación y no durmió varias noches. Su semblante decayó tanto que las mujeres comentaron de él a sus espaldas. En ocaciones solas, en otras acompañadas por sus maridos.

- "Perdió el trabajo y de paso la estabilidad mental"
- "Ojalá no retome el trabajo"
- "Así jamás tendrá una mujer, qué desperdicio" - Decían. Mientras que los hombres que lo conocían lo visitaban para animarlo.

"¿Una sirena? Estás alucinando" - le decían al final de cada conversación.

Debido a su mala fama se creía que no volvería a ser pirata.

Tiempo después, "la tripulación de oro" (como se habían hecho llamar) llegó; con más oro y sin Felix. Eso era un alivio y, al mismo tiempo, una puñalada en el pecho...

Los ladrones saludaron a quienes les esperaban, le ordenaron a Changbin que se encargara de la utelería y fueron a "llenar el estómago".

No tardaron mucho en enterarse del estado del menor y encontraron poco conveniente que el chico continuará a su lado, sobre todo porque se estaban volviendo conocidos.

"Antorchas..." - reflexionó en voz baja. Recordó que, ridículamente, había tirado una para que la sirena no lo olvidara.

Limpió las espadas, acomodó las cajas y removió los cadillos de las antorchas.

Una de las antorchas, extrañamente, estaba tallada con un mensaje. Un mensaje medio largo, con las letras chuecas y mal definidas: "Gracias por protegerme. Espero que veas este mensaje. Quiero verte de nuevo"

Lo que segundos antes era una expresión gris y triste se convirtió en una cálida y alegre, con una sonrisa de oreja a oreja; su corazón se aceleró y sus ojos se dilataron ansiosos.

Empuñó sus manos y se frotó los ojos, devolvió la mirada a la antorcha y el mensaje seguía ahí... ¡era real!

"¡Felix me está esperando!" - vociferó a los cuatro vientos. Esa idea rondó su cabeza una y otra vez.

"Me está esperando... suena bien... como los cuentos de hadas, esos de romance... ¡lo que sea! ¡a lo importante!"

El pirata sólo tenía que convencer a su capitán para que viajaran por tercera vez... o al menos eso pensaba.

Ya va tomando forma esto. Me animé a actualizar doble vez. Sigan viendo.

"𝙀𝙧𝙚𝙨..." - 𝘾𝙝𝙖𝙣𝙜𝙡𝙞𝙭 [𝘾𝘼𝙉𝘾𝙀𝙇𝘼𝘿𝘼] Where stories live. Discover now