Capítulo 5

263 48 15
                                    

A la mañana siguiente cuando despertó miro la cantidad de felicitaciones que tenía en el celular, sus padres y toda su familia en Norteamérica le había escrito, pero el mensaje que más le sorprendió era el de Terry ya que solo le había dicho el número de su teléfono y dudaba que este lo memorizara, pero se equivocó, el joven fue el primero en felicitarla, a las doce en punto, «Paso por ti a las once», Candy no podía creer que el siguiera pensando en salir con ella, sintió que no pudo tener mejor regalo que la compañía de Terry, se levantó y se apresuró a terminar todos sus deberes, mientras lo hacía le conto a su tía sobre la invitación que le hizo un compañero de escuela, Rita dijo que tenía que pedirle permiso a su madre, así que aprovecho la llamada que le hizo su familia para felicitarla, obviamente Emma le dio su autorización con la condición de no llegar después de las seis, Candy acepto el trato, así que en cuanto termino de hablar se apresuró a arreglarse, se puso un vestido rosa con detalles florales, cuello cuadrado y un lazo al frente, con volantes en las orillas de la falda y mangas, se sujetó el cabello en una coleta alta, y unos zapatos de piso con un moño lateral.

̶ ¿De dónde sacaste ese estilo de vestir? – su tía Rita no pudo evitar cuestionarla, desde pequeña Candy había mostrado inclinación a las antiguas modas.

̶ Se ve lindo ¿no? – la joven no podía ocultar su emoción, en ese momento sonó su teléfono – ¡ya llego! – trato de calmar su éxtasis.

̶ Vamos te acompaño – Rita no dudo en ir a conocer al joven que había invitado a pasear a su sobrina. Cuando salieron del edificio frente a este se encontraba un auto estacionado, recargado en él un apuesto joven – ¡un adonis! – la dama no pudo ocultar su asombro al ver al chico, quien llevaba puesto un pantalón negro y una camisa en color azul Prusia, desabotonada del cuello.

̶ Se discreta – Candy recrimino a su tía por su falta prudencia y decoro.

̶ ¡Hola! – Terry se acercó a saludar – buenas tardes señora, mi nombre es Terence y soy compañero de Candy – sonrió a la dama.

̶ Buenas tardes – Rita cobro la compostura y se puso seria – mi sobrina solo tiene permiso hasta las seis – trato de sonar autoritaria, la joven entorno los ojos – ni un minuto más tarde.

̶ Le prometo que estaremos puntuales – sonó convincente – ni un minuto más tarde – replico las palabras de la mujer, miro a Candy de reojo.

̶ ¿Este es su auto? – Rita no dejaba de sorprenderse, se acercó al coche negro - ¡Dios mío! – se llevó las manos al pecho – un Cisitalia 202, mi abuelo siempre soñó con este auto – parecía que se iba desmayar de la emoción.

̶ ¿Estás bien tía? – Candy se preocupó por su efusividad.

̶ Mejor váyanse, o perderán la mitad del tiempo aquí conmigo – dijo para ya no distraer a los jóvenes.

̶ A las seis, se lo prometo – Terry le sonrió a la mujer, luego se acercó al carro, abrió la puerta para que Candy subiera, él hizo lo mismo y arrancó.

̶ Lo siento tanto – ella se disculpó por la actitud de su tía.

̶ No te preocupes – respondió, vio a la joven por el rabillo del ojo – me agrada tu tía.

̶ Es una muy buena persona, ¿A dónde iremos? – cuestiono la chica.

̶ Quiero mostrarte un lugar de la ciudad, después iremos a comer – sonrió.

̶ Me parece buena idea – Melly admiro los paisajes de la ciudad, edificios, calles y plazas, todo era nuevo para ella, no salía tanto como quisiera, a pesar de que sus padres no tenían presiones económicas, ella prefería ahorrar dinero para gastos futuros o imprevistos. Terry dejo en un estacionamiento su auto y caminaron hacia una plaza, era más pequeña que el Duomo, había varias tiendas de moda, algunos restaurantes y cafeterías.

̶ Es un lugar muy concurrido – expresó Candy, no era un lugar peatonal, se encontraban muchas conexiones de calles y el paso de los tranvías – hay mucha gente.

̶ Es cierto, pero este no es lo que quería mostrarte – explicó el joven, caminaron juntos por la calle, mientras más se iban acercando Candy se iban maravillando, sus amigas le habían contado sobre ese lugar, pero verlo con sus propios ojos no tenía comparación.

̶ ¿Es un castillo? – estaba boquiabierta, su corazón se aceleró. El único castillo que había visto en su vida fue el de un parque de diversiones cuando tenía ocho años. Sus ojos verdes se llenaron de lágrimas.

̶ ¡Oye, no llores! – Terry se asustó al ver su reacción.

̶ Muchas gracias – Candy se le echo en brazos rodeándolo del cuello, Terry sintió como su pulso se aceleró al igual que los latidos de su corazón, rodeo el delicado cuerpo de la joven con sus brazos.

«Su perfume es tan delicado», pensó él, «Su abrazo es tan cálido» pensó ella.

Candy no quería soltarlo, por varios segundos permanecieron así. Cuando rompieron el contacto físico y se recompusieron de sus emociones internas, caminaron en el parque que rodeaba el castillo, a Terry le habría gustado mostrarle el interior y lo que hoy es el museo de arte, pero con un horario tan reducido como el que les impusieron no hubieran terminado de recorrerlo, le prometió que después la invitaría a conocerlo.

Mientras recorrían el parque entablaron conversación para conocerse más, el joven lanzó preguntas para Candy a las cuales ella no siempre respondía, luego ella empezó con el interrogatorio el cual Terry respondió todo sin excepción, la joven se sintió un poco apenada por haber sido hermética, pero el chico no mostro rastro alguno de molestia por ese hecho, llegaron hasta el puente de las sirenas que cruzaba un arroyo lleno de patos, Candy subió el puente y miro a las aves que se zambullían en el agua, Terry se le unió mientras contaban los patos, ambos se reían, los colores ocres en el césped y arboles daban el efecto de que todo estaba bañado en oro bajo el resplandeciente sol otoñal de ese día. Más tarde Terry la llevo al barrio Navigli, más conocido como el barrio de los canales, le contó un poco de la historia del aquel lugar y la llevo a comer aún restaurante con vista al canal, a pesar de ser temprano el sol parecía querer ocultarse y eso era indicativo de que debían de irse.

̶ Me divertí mucho – Candy agradeció las atenciones de su acompañante.

̶ Espero pueda repetirse la experiencia – Terry mostro su interés en volver a salir con ella, aunque sabía que no era lo correcto ya que la chica aún era menor de edad.

̶ Yo igual – confesó, él la miro de reojo, a lo lejos vio a la tía de Candy esperándolos, miro su reloj, estaciono el auto, bajo y fue a abrirle la puerta a la joven para ayudarla a descender - ¡seis en punto! – sonrió y volvió a mirar el reloj – se lo prometí.

̶ Muchas gracias por todo – la mujer respondió amable – despídete y sube – ordenó, Candy asintió.

̶ Fue un día inolvidable – Candy le hizo saber a Terry, clavo sus ojos en los de él – muchas gracias – sonrió.

̶ Gracias a ti – Terry sentía que la respiración se le entrecortaba – gracias por dejarme conocerte, pecosa – se acercó a la joven y sin pensarlo le planto un beso en la mejilla, ella no pudo reaccionar ante el atrevimiento del chico – te veré en la escuela – dio la vuelta y subió a su auto, Terry espero a que Candy entrara al edificio.

Candy subió las escaleras flotando en una nube, sentía que el fuego que ardía en su mejilla recorría todo su cuerpo hasta llegar a su corazón. Rita la invadió con preguntas a las cuales la chica siempre le dio una respuesta, después de ayudarle a recoger el juego de té, Candy fue a su habitación, se sentó en el alfeizar de la ventana, tomo el diario que le regalo su madre antes de marcharse y empezó a escribir la aventura de ese día en la primera página del cuadernillo.

UN CORAZÓN A DOS TIEMPOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora