Una historia más: Surrealista

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Al otro día, Diego salió muy temprano de su casa con el pretexto de ir a correr. No quería estar acompañado de María, así que se fue a desayunar a un sitio que Anie le había recomendado y donde, según ella, vendían los mejores desayunos de la ciudad. Aunque no sabía exactamente dónde se encontraba, ya que jamás había visitado esa cafetería, se dispuso a buscarla. Porque realmente tenía la esperanza de encontrarse con ella, por lo que fue con la ilusión de verla. Sin embargo, la chica nunca apareció.

Diego pagó la cuenta un poco desilusionado, no por la comida, sino porque su plan de encontrarse con Anie había fracasado. Para anestesiar el dolor, decidió pasar por el museo donde un día antes había paseado al lado de esa chica. Al ver el edificio, se detuvo para reflexionar sobre las vueltas que da la vida. Ayer estaba feliz disfrutando de la compañía de Anie, y ahora estaba solo, siendo parte de una copia fiel de la obra de la ruptura.

Estaba posicionado justo como estaría Remedios Varo en su obra, dejando al pasado ver por la ventana para encontrarse con ese hombre totalmente distinto que ni él mismo reconocía. ¿Quién era realmente Diego Melendí? Se cuestionaba sin poder dar una respuesta. Lo que sí sabía y le gustaba es que este nuevo Diego iba dejando los pedazos de María, su padre, el miedo a fallar, e iba construyendo nuevas ideas por su amor al arte y las pláticas que tuvo con Anie justo en ese museo y durante esos meses, palabras que lo hicieron recapacitar sobre lo que él podría llegar a ser. 

Llevaba un buen rato afuera del museo, mirando hacia adentro, tratando de responderse todas sus dudas y sin dejar de ser una réplica de la obra que tanto le había cautivado un día antes. De una manera irónica ese día él entendía todo lo que un día antes había charlado con Anie, y además de entenderlo, lograba sentirse igual que la artista: cambiando y evolucionando, aunque doliera soltar y alejarse del pasado.

El chico no dejaba de cuestionarse ¿Quién era Diego en realidad? ¿Valía la pena soltar todo para encontrar su esencia única? O era mejor dejar las cosas en su lugar y fingir con María que nada de eso había pasado. Necesitaba claridad, por lo que decidió entrar al museo. Se sentó en la misma banca donde un día antes estuvo con Anie disfrutando de esas obras de arte. No lograba encontrar paz, las obras surrealistas lo consumían, le señalaban entre trazos su cobardía y lo invitaban a la ansiedad, absorbiéndolo lentamente.

No pudo estar mucho tiempo en el museo, y justo cuando iba saliendo de la sala, vio a dos hombres colocando una nueva obra de Remedios Varo sobre un letrero que decía "obra en mantenimiento, disculpe las molestias." Se quedó mirando la pintura, que representaba unos ojos azules penetrantes que miraban a unos anteojos de pestañas grandes. Tanto los ojos como los anteojos se observaban mutuamente, descubriendo los defectos del otro, ya que los ojos no funcionaban a la perfección sin esos anteojos, y los anteojos eran inútiles si no eran usados por esos mismos ojos.

La pintura lo cautivó, pues ese juego imaginativo que separa y une a ambos elementos que se encuentran en una mesa, donde las patas se han perdido, le generaba una gran intriga. La obra por sí misma le hacía saber que nada en ella era funcional. Y justo así se percibía Diego en ese momento; él se sentía perdido, sin poder ver sus propios defectos, pensando si Anie o María eran esos anteojos que necesitaba para ver con claridad el siguiente paso que debía dar. Al ver que las respuestas no llegaban y encontrarse hundido en el surrealismo de la vida, Diego deseó que Anie pudiera estar ahí para explicarle la obra. Necesitaba que esa chica le aligerara sus dudas y le explicara que los ojos son su alma, la parte más profunda de su ser, y los anteojos son su cuerpo, la parte funcional. Ambos elementos son imperfectos sin el otro, pero al final, si se juntan, pueden funcionar, y la imperfección de ambos es necesaria para darle sentido al otro. En otras palabras, Anie le hubiera dicho que abrazara su caos, sus defectos, sus miedos y los juntara con sus virtudes, talentos y dichas. Que dejara de huir a la imperfección de todo lo que le estaba pasando porque podría ser la bendición que tanto estuvo buscando.

Diego estaba tan inmerso en sus pensamientos que pudo imaginar a la perfección a Anie entrando al museo para explicarle el significado de la pintura. Sin embargo, cuando dejó de profundizar en la obra, se dio cuenta de que Anie no estaba ahí. A pesar de eso, comprendió que parte de su esencia y de su sabiduría, le pertenecían, ya que su mente podía traer del inconsciente esas palabras que seguramente esa chica le diría para aliviar su ansiedad; conforme con esa sensación que había vivido en el museo, salió para caminar, buscando paz consigo mismo. La Ciudad de México siempre tiene esa paz en medio del caos, que las personas que viven en ella logran encontrar. Estuvo por un buen rato andando sin rumbo hasta que vio un sitio agradable, al cual entró y pidió algo para comer. El día se le había pasado volando; estaba triste, pero no como hace unos meses había vivido su depresión con María. En esta ocasión, él quería respuestas, por muy dolorosas que fueran, y también sabía que, si quería resultados, se tenía que cuidar a sí mismo y no tirarse al olvido.

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El chico comió mientras leía las noticias y revisaba las redes sociales en su tableta electrónica. Notó que la noticia sobre LOVERS había generado un éxtasis colectivo entre los jóvenes. Todos hablaban de la banda, los conciertos y la felicidad que les provocaba que la banda se uniera para hacer música. Contrario a lo que imaginaron como una desgracia, la filtración de la exclusiva de LOVERS benefició aún más la publicidad del evento. La gente estaba ansiosa por obtener un boleto incluso antes de salir a la venta.

El morbo de que se filtrara la información resultó ser mejor de lo esperado. La noticia era tema principal en todos los programas de televisión, medios de comunicación en internet, blogs y redes sociales. Este inesperado giro generó publicidad involuntaria. Tanto era el impacto positivo que, en comparación con el día anterior, el manager de LOVERS lo felicitó y le expresó su alegría por la manera en que habían afrontado la situación, no dejaba de elogiar su trabajo dentro de la industria del entretenimiento. Habló sobre la posibilidad de aumentar un poco el valor de los boletos y abrir nuevas fechas.

Diego, ante esa llamada telefónica, no mostraba emoción, pero tampoco apatía. Mantenía una actitud neutra ante todo eso. No quería generar ningún tipo de emoción, principalmente porque por la tarde tenía una función y sabía que eso implicaba alterar sus emociones. Sin embargo, tratar de evitarlo no era posible porque recordó que por la tarde tendría que ver a Carlos y confrontar la pelea que habían tenido la noche anterior. Además, tendría que enfrentar las butacas vacías sin Anie viéndolo cantar durante el ensayo. Se había convertido en su costumbre favorita verla sentada trabajando en el proyecto mientras él calentaba para la función. Disfrutaba cantarle y verla nerviosa, tratando de arreglar los pendientes del evento; se había convertido en su momento favorito del día, y ni siquiera él lo sabía.

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Cuando salió de comer, recordó que debía volver a su casa para bañarse y arreglarse para ir al ensayo. Sin embargo, realmente no quería regresar; no deseaba encontrarse con María. Así que caminó un poco y se topó con la misma tienda donde días antes había sido sobornado por la cajera. Compró la ropa necesaria para vestirse y no tener que volver a casa. Volvió varios kilómetros atrás, donde había dejado su auto, y condujo hasta un gimnasio. Pagó un pase por un día y vio que tenía un poco de tiempo, así que decidió entrar a la sauna para encontrar por un momento paz en sus pensamientos y así aliviar el dolor de su alma. Después de ese tiempo, a solas consigo mismo, decidió ir a darse un baño para enfrentar el día.

Al salir del lugar, mientras conducía de camino al teatro, regresó el tormento sobre qué hacer con María. Él sabía que la quería y le pesaba mucho la nostalgia de los momentos lindos que habían vivido. La costumbre y la comodidad le hacían dudar de la decisión clara que supuestamente él tenía, y el deseo que sentía por ella no le ayudaba a ver con claridad lo que decidiría hacer. Era evidente que María le resultaba una mujer hermosa, con la cual había planeado una vida perfecta juntos. No sabía si el peso de la costumbre y la necesidad de hacer lo correcto eran motivos suficientes para quedarse, o si debía ir tras esa ilusión que había aparecido hace días con la llegada de Anie.

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