Vuelo 100. Destino, hogar.

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"Esto es tan doloroso, tan, tan, tan doloroso."


Hace dos horas que facturé mi maleta, me encuentro sentado junto a una señora de unos setenta años; dentro de quince minutos embarcaremos.


Mi pecho duele, siento un desesperante e incómodo peso en mi estómago, es como si mis emociones se estuvieran dando una vuelta en una gran montaña rusa.


Agacho mi cabeza mirando el suelo y pongo ambas manos en mi cabello, lo agarro con fuerza. Quiero hacerme daño, necesito hacerme daño; tanto daño como para que el dolor de mi corazón se vuelva insignificante.


— ¿Es la primera vez que viajas chico?


Elevo la mirada y miro a la señora que tengo a mi lado. No respondo, simplemente la miro.


— Eres un jovencito muy guapo — sonríe tiernamente — ¿Estás nervioso? ¿No te gusta volar?


— No — respondo sin más


Siempre me gustó volar, mi sueño desde que era niño era ser un gran piloto, de pequeño me pasaba tardes enteras haciendo aviones de papel, llenando mi cuarto de fotografías del cielo y pensando que aquella caja de mudanza era un avión.


Gracias al cielo y a mi pasión por la aviación no fue tan duro alejarme de mi familia y mudarme aquí.


Aprieto mis manos y mi labio inferior tiembla, es hora de irse.


Me levanto y cojo mi equipaje de mano, camino hasta ese lugar el cual siempre amé, pero que ahora me conducirá directamente al infierno, lejos de ella.


Camino sin mirar al frente, supongo que psicologicamente estoy tan hundido que ni siquiera puedo mantener la mirada arriba.


Voy tan perdido en mis cosas que me choco contra una chica.


— Disculpe — digo cortante


Y sigo mi camino, meto mi mano derecha en mi bolsillo y aprieto el puño.


Vi a esa chica antes, cuando facturaba la maleta. Estaba llorando, se despedía de su novio. Iba a ser un largo mes sin él.


Me reí para mi mismo, me sentía una miseria, patético. ¿Un mes? ¿Qué harías si fuera toda la vida?


Mis palabras me duelen, se me clavan en el corazón.


Me siento en mi butaca, al lado de la ventana. En otro momento me habría encantado mi asiento, pero esta vez, no. No quiero ver como me alejo de este lugar.


Cierro los ojos y me pongo los cascos, van a ser tres largas horas de vuelo y canciones las cuales entenderé ahora que estoy dolido.


Ahora... que me he quedado solo veo que te debo tanto y lo siento tanto, ahora... — un par de lágrimas resbalan por mi mejilla pero no me molesto en secarlas


Llorar me ayuda a aliviar la pena de mi corazón, es como si vaciara el dolor poco a poco.


Ojalá esto fuera un sueño. Ojalá no doliera tanto...


Pasadas las tres horas me levanto, mis piernas tiemblan y me siento frío. Ya no estoy con ella. Y no volveré a estarlo.


Pongo mi equipaje de mano en mi hombro y salgo, allí encuentro a mi padre y a un niño pequeño, me sonríen y aunque trato de devolverles la sonrisa no me sale más que una mueca horrible.


— Bienvenido Louie — me abraza y me da unas cuantas palmadas en la espalda — te presento a Tomas, espero que lo cuides mucho


— Hola — dice con una sonrisilla traviesa — ¿Cómo de increíble es volar? — sus ojos brillan con emoción, me recuerda a mí


— Más de lo que nunca podrías imaginar — acaricio su cabeza


— ¿Es la segunda vez que vuelas no es así? — dice el chico agarrando el filo de mi chaqueta


— No — sonrío tristemente — digamos que, desde que la conocí, he volado unas noventa y nueve veces


Mi padre y el chico se me quedan mirando algo extrañados, como si estuviera loco. No les culpo, porque es cierto que lo estoy, loco por ella.


Caminamos hasta el coche de mi padre y hacemos un recorrido de una hora y media hasta llegar a una bonita casa con un jardín precioso, pero yo ahora solo puedo ver las cosas en blanco y negro. Nada es bonito, nada tiene color.


— Toda la familia vendrá para cenar, puedes ir a tu cuarto y descansar o ducharte ¿Recuerdas dónde es? — me dice mi padre


— Sí


Subo hasta mi habitación, sigue pintada de azul, ese azul cielo tan intenso que amaba de pequeño. Pero no es igual, es como si la habitación se volviera pequeño y me atrapara. Ya no me siento volar. No me siento libre.


Me tiro en la cama y cierro los ojos, todo se siente irreal, siento como si hubiera perdido un poco de mí.


El móvil vibra en mi bolsillo y me sobresalto un poco, supongo que es mi madre, no la he llamado desde que llegué aquí.


Saco el móvil del bolsillo con los ojos cerrados y cojo la llamada.


— Perdona por no llamar, se me olvidó, he llegado bien no te preocu... — me detengo un momento, escucho una respiración irregular y un leve llanto — ¿Mamá?


Abro los ojos y miro la pantalla, la luz me deslumbra unos segundos pero veo que la llamada es un número desconocido.


— Perdone creo que se ha confundido ¿A quién está llamando? — espero unos segundos


Esos lloriqueos y esos jadeos hacen que me sienta mal, hacen que me den ganas de llorar.


— Louie... — dice con una voz ahogada, más llantos


Mis pupilas se dilatan y mi corazón se acelera.


— ¿Princesa? — es lo único que sale de mi boca


— Vuelve a casa, Louie...

99 aviones de papel [1] On viuen les histories. Descobreix ara