Tercera Parte

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Tercera parte


-Hijo, dale, levantate-insistía Adriana, la madre de Pablo-.

-No quiero, dejame solo-pedía entre sollozos-.


Dos semanas más habían pasado y él no había vuelto a saber de Rocío desde aquella fatídica tarde. Se había mantenido confinado en su departamento, sin recibir a nadie, sufriendo su dolor en soledad. En ese momento se encontraba soportando una fuerte resaca mientras la mujer que le dio la vida, a quien no pudo evitar que entrara, intentaba por todos los medios hacerlo que se levante.


-Basta, Pablo, No sé qué te pasa, no me querés decir y no me gusta para nada verte así...-comentó la mujer sentándose a su lado, en la inmensa cama ubicada al centro de la habitación-. ¿Qué es lo que pasó? Me voy de viaje con tu tía y cambia todo... Explicame, por favor...


El muchacho la miró, destrozado. Tenía los ojos irritados de tanto llorar y la voz un poco ronca. No tenía la fuerza necesaria para enderezarse al lado de su madre, por lo que debió de hablar acostado boca abajo. Largó un suspiro lastimero, como el de un animal agonizando, y permitió que las lágrimas saliesen con velocidad de su cuerpo.


-¿Me querés contar? Capaz te hace sentir mejor...

-No lo creo-sollozó con un pequeño grito-. ¿Por qué la vida es tan mierda?

-¿Eh? Hijo, decime qué pasa, por favor...

-¿Sabés qué pasa? Pasa que soy de lo peor, una basura, un pedazo de bosta, un imbécil, un estúpido, un tarado, el más boludo de todos...-dijo frustrado consigo mismo, sentándose lentamente-.

-¡Ey, pará! ¿Por qué te tratás así?-intentó detener aquella auto-agresión verbal-.

-¡Porque es la verdad! Lastimo a los que más quiero y no le importo a nadie-suspiró-.

-¿Cómo que no le importás a nadie? ¡Pablo!-lo retó sorprendida-. ¿Qué hay de mí, de tus amigos, de Rochi?


Sus verdes ojos se tornaron opacos, se humedecieron, demostrando el dolor que le causaba el solo escuchar aquel nombre. En lo único que había pensado todo ese mes había sido en ella y todo lo que la necesitaba a su lado. ¿Cómo debería actuar uno sabiendo, o creyendo, que el amor de su vida lo había olvidado por completo, comenzando a formar una familia con otra persona? Quería clavarse algo en el pecho y quitar su corazón de allí, intentando extraer todo el dolor con él.


-Explicame, no entiendo un carajo, ¿qué pasó con Rocío? ¿Dónde está?-Pablo lanzó un grito lastimero, cubriéndose el rostro con las manos e inclinando su cuerpo hacia delante-. Ey...


El muchacho levantó con pesar su cabeza. Sus hinchados y rojos ojos denotaban el dolor que lo inundaba. Soltó un leve suspiró y cesó por un momento su llanto.


-Ella...-miró hacia el techo, buscando fuerzas para decir aquello que se venía-. Ella me...-tragó saliva-. Rocío me dejó...

-¡¿Qué?!-exclamó Adriana-. ¿Cómo que te dejó?

-Sí, cortó conmigo hace más de un mes...-se arrimó al cuerpo de su madre-. Y me estoy muriendo, la necesito...


A la morocha solo le hizo falta verle el rostro para entender que le hacía falta el apoyo de alguien, así que tomó la decisión de abrazarlo con fuerza. Pablo la rodeó con sus brazos y colocó su cabeza en el hombro de la mujer. Respiraba entrecortado y le humedecía la blusa que vestía. Sentía un desgarro en su interior que crecía con el pasar de los segundos, el dolor era insoportable. Adriana le acariciaba suave y delicadamente la cabeza, intentando hacerlo sentir protegido, querido.

No quiero perderteWhere stories live. Discover now