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Se frotó las manos sudorosas en sus vaqueros desgastados. Su pierna temblaba ligeramente y luego de unos segundos la puerta frente a él se abrió.

—Hyunjin.

—Lo tengo —avisó.

La señora Yang se hizo a un lado, permitiendo el paso al menor. Como Pedro por su casa, Hwang se dirigió a la sala y tomó asiento, mirando a la mayor que se perdía en la cocina para acercarle una lata de refresco.

—Gracias.

—¿Qué es lo que tienes?

Hyunjin abrió y bebió un poco del refresco. Se acomodó sobre el sillón y sacó el bendito papel de la bolsa interna de su chaqueta, para dejarla sobre la superficie de la mesita central. Hyo-ri miró con curiosidad la hoja y la tomó entre sus dedos, detectando perfectamente los números escritos en el cheque. Alzó la vista muda, sin saber qué hacer o decir. Entonces Hyunjin solamente la miró y sonrió.

—Hyun.

—No iba a permitir que Jeongin termine en una mala vida, así que ahora, por favor, le pido que le ponga un alto a Yuna.

—¿De dónde...

—Un amigo cercano —se limitó a responder—. La llevaré a hacer el procedimiento de pago, así que la esperaré para irnos.

Vio a los ojos de la que consideraba su segunda madre, notando como estos se aguaron un poco. No dijo nada y se levantó del sillón para perderse en su habitación. Entonces Hyunjin se dio la oportunidad de seguir sonriente, mirando la hojita.

No pasaron más de diez minutos, cuando la mayor apareció nuevamente en la sala, vestida a su manera, lista para salir. El menor se levantó de su lugar y cedió el paso a la otra, encaminándose hasta su auto.

Si le preguntaban a él, la verdad es que no recordaba otro día en el que se hubiera sentido tan emocionado como en ese momento. Manejó con más paciencia de la normal, bajo un ambiente armónico del que no había tenido el gusto de sentir en los últimos días.

—Es aquí —señaló la mayor.

Hyunjin detuvo el auto y se encaminó con la mujer, dentro del establecimiento, como si de un guardaespaldas se tratara.

Los típicos y largos procesos se llevaron a cabo con total normalidad. Hyunjin terminó esperando afuera de la oficina, pero muy cerca de su segunda madre. La sonrisa que tenía en la mañana solamente aumentó su tamaño cuando los dos se reencontraron y Hyo-ri le dio un afirmativo.

Ya era un peso menos, sin embargo, aún hacía falta deshacerse del pez gordo.

****

Yang Jeongin comenzaba a sentir escalofríos cuando la rubia no dejó de mirarlo fríamente a los ojos. No mencionó nada, ni siquiera cuando llegó con una nueva rosa fresca. Y eso, de alguna manera, no le daba buena espina.

—¿Pasa algo? —se atrevió a indagar.

—Yo... acabo de recordar algo.

—¿Qué es? ¿Llamo al doctor?

La rubia negó con suavidad, bajando por un par de segundos la mirada a sus manos que se acariciaban entre ellas.

—Cuando comenzamos con el teatro de nuestra relación, te mandé a investigar con un compañero de Felix —se sinceró.

Jeongin alzó las cejas, sorprendido y un poco temeroso. Pero ni siquiera pensó en recriminarle porque él había hecho lo mismo, así que decidió usar ese momento a su favor.

—En ese caso, yo he de confesar que también te investigué.

—¿Qué descubriste de mí? —se interesó.

Be Kind || Yang JeonginWhere stories live. Discover now