Introducción.

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¿De qué sirve hacerle caso al corazón quién te dice que es sano dedicarle tu tiempo a las cosas que más amas, si nadie está ahí para elogiarte por estar haciendo lo correcto?

Esa pregunta fue el inicio de todo. Me permitió subir de escalón en escalón hasta llegar a la cima, aun cuando mis malas decisiones me arrojaron piedras en el camino y solo eran un buen modo de mantenerme distraída, pues así no iba a llegar a ninguna parte.

Con esa interrogante dejé con la incertidumbre a todos los jóvenes que asistieron a mi charla, que tenía como objetivo principal apoyar a todos los estudiantes que no sabían qué estudiar en la Universidad y se iban por la carrera que les diera el dinero suficiente para cumplir el sueño de sus padres, sin tener en cuenta que la salud mental de un individuo es algo que ni todo el dinero del mundo la puede comprar. 

Gracias a la pregunta que rondaba en mi cabeza durante años, mis lectores y yo pudimos tocar fondo. No solo estaban más incentivados a estudiar una carrera que los hiciera sentirse reconfortantes, sino que también se dieron una nueva oportunidad de reencontrarse con sus antiguos hobbies y de culminar aquellos proyectos que dejaron morir.

Nadie se imaginaba lo mucho que apreciaba a mis lectores y cuán importantes eran para mí. No porque me leían de forma desinteresada y me convirtieran en una persona influyente, sino que todos, aunque tuviéramos diferentes gustos, había algo que se nos daba muy bien.

Leer para escapar de la realidad.

Escribo historias desde que tengo 12 años. Lo hacía por diversión, más no para contar algo turbio que he vivido y que todos necesitan saberlo.

Me sentía cómoda escribiendo mis propios fanfics, hasta que creces, la vida ya no es tan fácil como en la niñez, llegan personas que te lastiman, te hacen menos, otras con las que tienes sentimientos encontrados. Ahí ya no escribes solo por diversión. Lo ves como un consuelo, porque es más sencillo plasmar tus sentimientos en un libro, que hablar de tus problemas con alguien que no te entiende.

 A muchos en algún momento de la vida se nos antojó escribir un libro. Seas futbolista, chef, músico o doctor...

Parece fácil escribir un libro de todos tus problemas y tus malas experiencias, ya sea por la pérdida de un ser querido, por una infidelidad o por una pelea. Solo tienes que escribir lo que siente el protagonista como si te estuviera ocurriendo a ti y cómo actuarías tú si estuvieras ahí. 

Para mí era cosa fácil.

Hasta que las redes sociales tuvieron una influencia (demasiado negativa) en mi mente.

Puedes engañarte a ti mismo y decir que las redes sociales no tienen la culpa de lo que entra y sale de tu mente, pero estamos en un siglo donde ya todos usamos la tecnología, al menos para trabajar.

Raro sería que algo de lo que hayamos visto en redes sociales no nos haya perjudicado.

Es cierto que tú eliges lo que quieres que te haga daño, pero hay ocasiones en las que los sentimientos negativos de los usuarios de internet te contaminan, hasta que tu cabeza ya no sabe que pensar o simplemente piensa que lo que dicen está bien.

No solo me lastimaba que existiera una comunidad de personas que se dedican a tirarle odio a las escritoras de Wattpad y a sus historias. No solo me molestaba la comparación entre historias, cuando toman un libro al azar para compararlo con una obra de la literatura clásica y hacer de menos a los escritores de este siglo porque nunca serían iguales a los poetas más amados de los libros de Literatura. 

Lo más doloroso era que conforme las escritoras firmaban contratos con editoriales que las acercaban a otros lectores, yo no existía para nadie.

Ni para mi familia, ni para mis amigos, ni para la comunidad de lectores, ni para Internet.

Mi Único Fan ©Where stories live. Discover now