XXV. Epílogo

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Xiao Yizhou estaba cómodamente apoyado en el respaldo de la butaca, con las piernas cruzadas a la altura del tobillo, y una botella de whisky justo al alcance de la mano. Su partida hacia España se había retrasado por diversos problemas burocráticos, lo cual era frustrante, aunque había otros asuntos que habían terminado de forma satisfactoria.

Su hermano menor se había casado. Y se había casado bien. Zhuo Cheng incluso estaba pendiente de una especie de estreno de sus composiciones musicales en un recital público inminente. HaiKuan nunca había sido de los que respetan las convenciones al dedillo, y exhibir el talento extraordinario de su esposo era una audacia típica de él.

Xiao Zhan también estaba más contento y más abierto que nunca, en opinión de Yizhou. La futura paternidad le sentaba bien a su hermano mayor, y lo cierto es que Yibo estaba radiante de felicidad, aunque se sintiera algo pesado. Se diría que estaba más bello que nunca, lo cual era decir mucho.

Yizhou dedicó una perezosa sonrisa a sus hermanos, sin molestarse en ocultar la carga de ironía.

—¿De modo que ambos lo leyeron?

—Y solo Dios sabe a quién más es capaz de prestarle el libro mi osado esposo. —Xiao Zhan levantó una ceja. —Yo ya he dejado de intentar controlar siquiera lo que hace.

—Lo que quieres decir —intervino HaiKuan con evidente malicia —es que se lo permites todo.

—Quizá. —Xiao Zhan parecía indiferente, y a la vez relajado.

Relajado. Xiao Zhan.

Eso era una gran cosa.

―A mí el libro me parece bastante admirable —dijo HaiKuan y bebió un sorbo del vaso. —Yizhou, cuando te cases, tal vez deberías pedirle a Yibo que se lo preste a tu esposo. Te prometo que, si se lo das a tu amado, no te arrepentirás. Digamos que Sir Zhang Xi no tiene ningún problema en comentar al detalle ciertas cosas que un caballero no trataría con su esposo.

Si la mueca pecaminosa de su hermano significaba algo, eso debía ser verdad.

—Mañana regreso a España —señaló Yizhou. —Así que dudo que me esperen romances de ningún tipo en un futuro, pero lo tendré presente.

—Nunca se sabe— comentó Xiao Zhan. —Si alguien me hubiera dicho que me esperaba a mí, yo habría protestado con vehemencia.

Qué gran verdad. ¿Quién hubiera predicho que su estricto hermano mayor se casaría con un encantador, aunque impulsivo joven, y que conseguiría convertirse en un hombre distinto al recto e irreprochable duque de Xiao?

En el mismo sentido, ¿quién podía imaginar que Kuan'er se casaría con un jovencito respetable, y que le convencería de tocar el chelo en público, nada menos?

Sus secretos eran mucho más volátiles y privados.

Yizhou cogió el vaso y lo alzó.

—¿Brindamos por él, pues? Por el sabio, aunque perverso, sir Zhang Xi.

Epílogo de...

«Los consejos de Sir Zhang Xi»

Para terminar, mis queridísimos lectores, me gustaría decir que espero que mis consejos les hayan resultado valiosos, aunque solo sea en cierta medida. La fórmula perfecta para el amor romántico no existe, como es lógico. Pero si tuviera que limitarme a escribir un único consejo en lugar de un libro entero, creo que recordaría, tanto a hombres como a jóvenes, que el éxito sexual y emocional de una pareja exige esfuerzo por ambas partes. Lo que sucede en la cama, o, si leen capítulo ocho, en otros lugares insólitos y perversos, es importante. Sí, porque eso es lo que nos atrae del otro en un principio. Pero por muy placentero que sea, la parte más importante de cualquier romance es el vínculo que creen en su vida en común.

Encontrar a la pareja ideal es esencial y conservarla es una tarea jubilosa.

Con cariño,

Sir Zhang Xi,

Escrito durante el retiro posterior a su matrimonio,

Un 19 de abril de 1802. Fin.


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¡Y este es el final! Sinceramente, agradezco a las personas que se tomaron la molestia de leer este fanfic, una adaptación al fandom que más amo en el mundo: el YiZhan. ¡Gracias, chicxs!

Sin más, espero les haya gustado. Nos vemos en las siguientes obras propias. ¡Abrazos a todos!

El arte de la seducción | ZhanYiWhere stories live. Discover now