Capítulo 7.

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Este capítulo contiene escenas sexuales explícitas.

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Adam solía acostarse muy tarde, porque los astros se observaban mejor de noche y todos sabían que sus estudios de astronomía eran esenciales para él; por lo tanto, a ninguno de los criados del turno noche les llamó la atención que las velas de sus aposentos estuvieran encendidas hasta altas horas de la madrugada, ni que el joven amo hubiera ordenado que le llevaran algunos alimentos ligeros y lo dejaran tranquilo. Supusieron que sería una velada de estudios como cualquier otra.

El único que sabía la verdad era One Eye, quien con mucha discreción ingresó a los aposentos y le echó llave a la puerta antes de acercarse a su amo. El cual lo recibió en su lecho con los brazos abiertos, literal y metafóricamente. 

One Eye había decidido controlar sus impulsos para mostrarle su respeto y devoción a Adam, pero ni su fuerte voluntad de guerrero pudo con el hambre de éste. No hambre de comida, si no de calor humano: el muchacho que durante el día era el más tímido de los hombres se reveló ante él como un amante insaciable, alguien que pedía más y más besos y caricias a medida que se acostumbraban el uno al otro. Era lógico si se pensaba en su edad, todos los muchachos de veinte años buscaban satisfacer sus necesidades carnales. Lo que le seguía resultando fascinante era que lo hubiera escogido a él, de entre todas las personas posibles. 

Adam no habló mucho, pero lo dijo todo con sus acciones. Se dejó besar el cuello y los hombros con claros gemidos de placer, se dejó quitar la camisola de dormir de forma brusca, puesto que su respeto había llegado a un límite; después de probar la tersura de esa piel perfecta, le quitó la ropa a tirones hasta dejarlo solo con una prenda blanca cubriéndole las vergüenzas. Lo acostó y se acostó sobre él para besar su pecho, tirar de sus pezones con los labios, maldiciendo el no poder hablar para decirle lo mucho que lo amaba. A falta de palabras usó sus manos para excitarle el miembro, ya erguido debajo de su ropa interior y largando una humedad que mostraba muy a las claras lo que le estaba sucediendo.

"Ardes de ganas de ser mío, mi señor…"

-Ardo de ganas de ser tuyo, One- susurró Adam excitado, tanteando dentro de la túnica del mayor para sentir el vello de su zona íntima, pues no llevaba ninguna prenda interior como él.- Te has vuelto la persona más importante para mí, el único al que me interesa mirar más que a las estrellas. Por favor, ¡no pares hasta hacerme verlas dentro de mi cabeza!

One Eye asintió con una sonrisa lujuriosa y se levantó el tiempo suficiente para quitarse la túnica, quedando como los dioses lo habían traído al mundo. Su propio miembro estaba firme como el mástil de un barco, tan grueso y caliente que quiso hacérselo saber a su amado. Con cuidado se sentó a horcajadas suyo y se lo apoyó en la boca, sorprendiendo para bien a Adam que comenzó a succionarlo sin perder el tiempo. Nunca había sido alimentado así y le encantaba, One Eye pesaba mucho para tenerlo encima pero no le importaba con tal de poder seguir prendido de su hombría. El fornido esclavo gruñó, no era más que un sonido gutural que venía de lo más profundo de su ser pero fue suficiente para saber que estaba haciendo lo correcto. Lo agarró del cabello para empujarle la cabeza un poco y que devorara todo, y así lo hizo, tosió un poco pero no se apartó hasta sentir una cálida blancura escurriendo de sus labios. Luego One Eye se apartó para dejarlo respirar más no descansar, pues fue raudo a abrirle las piernas y masajearle el miembro con sus manos. Adam no podía hablar, solo jadear, mientras el placer iba inundándolo de nuevo ante la sensación de unos fuertes dedos abriéndose paso en su interior.

-One Eye… ¡sigue así! ¡Más!- rogó en voz baja, apretando con fuerza las sábanas para mantenerse firme. Su ano nunca había sido visitado de esa manera, ni de esa ni de ninguna manera, y fue un descubrimiento enorme lo mucho que podía dilatarse para dar la bienvenida a su hombre. Hombre que estaba otra vez duro y que tardó nada de tiempo en penetrarlo, tan rápido y fuerte que se le escapó un grito. No pudo ni quiso parar y siguió penetrándolo con salvajismo, aunque Adam tampoco le habría pedido que se detuviera en realidad. El joven lord reía, gemía, lo llamaba "mi amor" y le pedía que nunca lo abandonara. 

"Jamás me apartaré de ti, aunque muera mi alma se quedará a tu lado para cuidarte siempre" prometió para sus adentros, agachándose para besarlo sin dejar de bombear. En esa posición Adam pudo sentir aún más intensamente el pene de One Eye dentro suyo, lo cual le dolió porque era realmente muy grande. No importaba, se dijo mientras lo enlazaba por el cuello. El dolor era parte de la vida, y si tal dolor venía acompañado del mayor placer que jamás hubiera experimentado, ¿qué problema había en sentirlo? Se dejó llevar por el beso de lengua y el sudor que los empapaba a ambos hasta que sintió sus entrañas llenas por el semen de One Eye, mismo que empapó sus muslos cuando se lo sacó. Sus piernas temblaron al intentar erguirse, por lo que decidió quedarse acostado un poco más. One Eye en cambio se tumbó a su lado con el rostro lleno de vida, el ojo ámbar brillando como las velas que iluminaban el cuarto. Le apretó la mano y se la besó antes de abrazarlo, feliz como nunca en la vida había sido. Adam sonrió y se recostó contra su pecho, frotándose delicadamente para impregnarse de su olor de hombre. Estaba feliz.

-One Eye… te amo. Mucho. ¿Tú me amas?

One Eye asintió y le volvió a besar los labios.

-No sé si padre me permitirá casarme con un esclavo, pero no pienso renunciar a ti de ninguna forma. Encontraré la manera de tenerte a mi lado, lo prometo… ¿prometes ser paciente y esperar a que pueda ofrecerte el lugar que mereces a mi lado?

"Así tuviera que ser tu esclavo el resto de mis días, lo haría gustoso por ti" pensó mientras asentía y comenzaba a acariciarlo nuevamente, concentrándose en sus bonitas nalgas blancas. El manoseo hizo soltar una risita a Adam, y más pronto que tarde su pene volvió a endurecerse, chocando con el de One Eye. Ambos se fueron frotando hasta quedar en igualdad de condiciones y casi sin notarlo se abocaron a una nueva sesión de intimidad. Adam se sometió gustoso, boca abajo en la segunda ronda y de costado en la tercera, preguntándose cómo haría para caminar al día siguiente. Pero no importaba, en realidad. Si el precio para aquella noche de amor y placer era pasar todo el día en cama, con gusto fingiría estar enfermo para quedase en ella. Y así de paso One Eye podría volver a quedarse a su lado para cuidarlo, como había hecho antes y como haría el resto de su vida.

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