Extra 2: Aquella niña perdida

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Se le hizo extraño entrar a la habitación y no encontrarla allí, esperándola

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Se le hizo extraño entrar a la habitación y no encontrarla allí, esperándola. En la cama, siendo específica. Estaba en el baño hacía buen rato, y a juzgar por las maldiciones que echaba por lo bajo, algo andaba mal.

—¿Dani? —preguntó en voz alta—. Dani, ¿estás bien?

—¡No! —gritó detrás de la puerta, y segundos después apareció, con los ojos rojos y haciendo un puchero—. Me quiero matar.

—¿Qué...?

—¡Que me quiero arrancar el maldito útero, Aliz! ¡Siento odio, mucho odio! ¡No aguanto estar viva! —gritaba, roja de rabia o de vergüenza. Y así, de pronto, se echó a llorar.

—Ay, no... —Se puso de pie y caminó hasta ella. No le prestó atención al olor hasta ese momento, y sí, la sangre ya empezaba a salir de su cuerpo. Y con mucho dolor, a juzgar por la carita de pena de su angelito.

—¿No te diste cuenta? ¿Cómo no te vas a dar cuenta? ¿Acaso no huele? ¡¿Por qué no me avisaste?! ¡Tú literalmente comes sangre!

—Eso sí, pero no endometrios cayéndose a pedazos. —Sin decirle nada más, la tomó despacio de la mano, y la llevó hasta la cama para recostarla. Danielle se dejó conducir en silencio, aguantándose las lágrimas. Se llevó una mano al vientre, y puso un gesto de dolor.

Aliz no tenía idea de como se sentía, pero había visto a muchas mujeres con cólicos y sabía que era una tortura. Así que recostó con cuidado a Danielle en la cama, le quitó los zapatos, y fue al clóset en busca de una manta. Eso pareció tranquilizarla un poco, pero aún tenía los ojos vidriosos, y ese gesto de pena que le encogía el corazón.

—No tengo más toallas, ni tampones —anunció, y Aliz asintió lento.

—Voy a traerte algunas, no tardo —le dejó un beso en la frente, y Dani la quedó mirando en completo silencio.

Una vez que salió al pasillo, se dio cuenta de que en verdad no sabía como comprar una tolla higiénica o un tampón. Jamás le compró eso a nadie, ¿cómo demonios iba a escoger? Necesita ayuda, y pronto. Así que, aún sabiendo que eso podía terminar en conflicto, fue directo al piso de arriba del hotel, y buscó la puerta.

Ella estaba allí, pudo escucharla. Dio dos toques, y esperó. Poco después, Arabella abrió y la miró con mala cara como siempre. La cazadora no se gastaba en fingir simpatía con ella, que tuvieran una especie de alianza no significaba que tenían que ser amigas.

—¿Qué quieres? —preguntó directo, dispuesta a tirarle la puerta en la cara si se trataba de alguna estupidez.

—A Danielle le vino la regla, y no tiene nada.

—Ah. Espera aquí. —Y si, le cerró la puerta como seguro quiso hacer desde el inicio. Aliz aguardó sin perder la paciencia, y poco después la chica salió con un neceser que le tendió de inmediato—. Hay toallas, tampones, Ibuprofeno, y el infaltable Paracetamol. Debería ser suficiente.

Frontera de cazaWhere stories live. Discover now