19. Rayo McQueen, amor platónico

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19. Rayo McQueen, amor platónico

Eclipse Harris

Hay personas inolvidables
y no hay cura para eso
- Charles Bukowski

Organizar la feria anual de Blue Wave es una mierda, pero nos toca cada año. Los trabajadores de la tienda, los entrenadores, el dueño y el equipo de surf montamos una vez al año una feria rara donde hay juegos, paradas y comida. El dinero va destinado a arreglos y mejores para Blue Wave.

Realmente es divertido, a no ser que te toque estar colocando mesas el doble de grandes que tú un sábado a las ocho de la mañana. 

—¿Dónde dejo esta? —pregunto, aunque la gran mesa de plástico no me deja ver bien por donde camino. 

—Aquí, Eclipse —el señor Chuck, el dueño, me ayuda con la mesa y la dejamos bajo una carpa.

—¿Dónde vamos a hacer la carrera de caracoles? —pregunta Logan, llevando una caja de cristal con tres caracoles—. Tengo a McQueen, Reina y Veloz por aquí. 

—¡Diez dólares a McQueen! —chillo divertida, ayudando a Olivia con unas sillas. 

—Yo de pequeña estaba como muy enamorada de Rayo McQueen.

—¡Es un puto coche, Livie! —escucho exclamar a Logan, pareciendo horrorizado.

Suelto una carcajada antes de asentir en dirección en la rubia.

—A mí también me gustaba. 

—¿Verdad? 

—¿De qué habláis, chicas? —pregunta Axel, llegando a ayudarnos a colocar sillas. 

—De que Rayo McQueen era nuestro amor platónico en la infancia —le responde Olivia—. Es que... Sabía lo que quería, ¿sabes? Tenía todo muy claro y no se andaba con rodeos. Eso es tan sexy.

Evito abrir los ojos exageradamente por la indirecta y le doy las gracias mentalmente cuando mi mejor amigo parece incómodo. 

Te adoro, Livie.

—No sé, a mí me gustaba Moana.

—¡Dios, sí! La amaba —asiento con la cabeza, riendo.

La mañana parece continuar sin incidentes, acabamos de preparar la feria y terminamos agotados, comiendo un par de bollos que el jefe trajo. 

—Hemos hecho un buen trabajo —nos sonríe. 

Nos centramos en charlas divertidas mientras comemos. Cristopher y Tristán, los encargados de la tienda, hablan hasta por los codos y eso es bueno para un grupo de cuatro adolescentes. Los tres entrenadores también comentan algo de vez en cuando, pero están más ocupados planeando la estrategia para el campeonato, que parece estar a la vuelta de la esquina. 

La pierna de Axel me roza la mía y maldigo mentalmente por sentarme al lado suyo, pero se vería raro si no lo hiciéramos y no me interesa tener a la gente cotilleando qué pasa entre mi mejor amigo y yo. 

Conociendo su juego, finjo que ni siquiera me he dado cuenta. Sé que sabe que lo he notado, pero también sé que sabe que lo estoy ignorando y es bastante satisfactorio ver como se frunce su ceño. 

—Oh, Dios, Cristopher es guapísimo —dramatiza Olivia cuando los cuatro nos alejamos del recinto de Blue Wave para irnos a nuestras casas. 

La feria empieza a las seis de la tarde, aunque nosotros tenemos que estar antes, así que nos íbamos para poder descansar un poco, asearnos y comer. 

—Llevas diciendo eso desde que empezó a trabajar aquí —le rueda los ojos Logan. 

—Sí, bueno, no se ha puesto feo —suelta con obviedad. 

Río entre dientes, divertida, y los cuatro nos detenemos frente al coche de Axel. 

—¿Queréis que os lleve? —pregunta, pero Livie niega. 

—Tengo mi coche aquí y me llevo a Logan, su casa me pilla de camino —luego, le señala—. No es porque agrades, ¿eh?

—Yo le agrado a todo el mundo, Livie. 

—Ajá —pone los ojos en blanco. Luego, me abraza como despedida—. Mátalo de celos, Lipse. 

—Eres la mejor —le susurro de vuelta, antes de despedirme de Logan también con un abrazo. 

Procuro abrazarlo con más lentitud de lo normal, separándome despacio y dedicándole una sonrisa encantadora. Siento la pesada mirada de Axel en mi nuca, fulminándome. 

Evito que mi sonrisa sea demasiado evidente y me subo de copiloto mientras Axel se despide de nuestros compañeros de equipo. 

—¿Pasarás a buscarme para ir a la feria? —le pregunto, una vez ha arrancado. 

—Claro, ¿a las cinco? 

Asiento, dedicándole una sonrisa rápida. Como si nada hubiera pasado. 

Pero el sentimiento de victoria no llega a mí, porque sé que nuestra amistad va a irse a la mierda. Ya no hay vuelta atrás.

***

Me visto con unos vaqueros anchos y la camiseta del equipo, que es azul con el logo de Blue Wave (la silueta de un surfero) en negro. Dejo mi pelo suelto, como siempre, con las pequeñas trenzas y los pequeños adornos dorados en algunos mechones. 

Me maquillo, sin esmerarme demasiado, y me echo perfume antes de sonreírme al espejo. A pesar de que en enero el sol ha desaparecido casi por completo, continúo teniendo las mejillas sonrojadas en un moreno playero. 

—¡Renacuajo, Axel está aquí! —escucho gritar a mi padre desde la planta de abajo, antes de escuchar chillar a mi madre, regañándolo por gritar. 

Agarro mi bolso y me lo cuelgo antes de bajar las escaleras hasta el salón, dónde Axel y papá hablan animadamente. 

—¿Nos vamos? —sonrío, dándole un beso en la mejilla a mi progenitor. 

—Claro. 

—Nos pasaremos después —me comenta papá—. Tu tía Abi tiene que dar un discurso de todas formas, por ser la alcaldesa y todo ese rollo. 

—Seguro. Nos veremos allí entonces —le sonrío—. ¡Hasta luego, mamá!

Mi madre, desde algún lugar de la casa, me grita una despedida y Axel y yo salimos riendo. En cuanto nos quedamos solos, nuestras risas se cortan y se crea un ambiente tenso. Casi quiero llorar, porque jodidamente odio en lo que nos hemos convertido. 

Lo odio.

Mucho.

—Me han dicho los de Blue Sea que se pasarán un rato por la feria —comento—. Doyle seguro que viene, no se la pierde nunca. Les gustará verte. 

Él no dice nada, solo hace un gesto con la cabeza. No tardamos mucho en llegar a la feria, dónde ya están casi todos. 

—¿Logan y Olivia? —le pregunto a Kai, poniéndome detrás de la parada que me ha tocado.

Me ha tocado el juego de los aros y las botellas. Axel, que está justo frente a mí, tiene la parada del tiro al blanco. Olivia está en el bingo a un par de metros de nosotros y Logan tiene las carreras de caracoles y la tómbola. Tristán, Cristopher y los tres entrenadores están repartidos por las tiendas de decoración, materiales de deportes acuáticos y demás. 

También hay una gran pancarta que pone: "Los plásticos a la basura, no al mar" y muchos adornos al estilo playero. 

—Ni idea, no creo que tarden mucho en llegar —se encoge de hombros nuestro entrenador. Chuck nos sonríe, dando un aplauso con las manos. 

—¿Preparados para esto, chicos?

Prefiero no responder. 

ECLIPSE (SDR 1)Wo Geschichten leben. Entdecke jetzt