El salón de clases estaba lleno de gritos alegres y risas de niños inquietos, que corrían y jugaban con varios juguetes a su disposición.

De pronto una pequeña niña  de piel clara, ojos miel y mejillas abultadas corrió hasta su maestra y le dijo algo al oído, está asintió y le enseño la salida.

Fergie, más conocido como Fergus por sus compañeros y familiares. No había perdido detalle de su compañera saliendo del salón, así que sin decirle a nadie salió detrás de ella. La vio adentrarse a los baños de niñas y siendo aún tan pequeño no entendía nada de reglas y privacidad. Así que sin más entró, se tomó el tiempo de ir cubículo por cubículo buscando a su compañera. ¿La razón? Sentía curiosidad por ella, para él, ella era demasiado bonita, dulce y un poco redonda.

Finalmente dio con el cubículo correcto y sentó sobre el frío piso esperando a que Avery saliera de él. La carita de sorpresa en la niña al verlo ahí sentado le causo gracia.

- ¿El baño de niños está ahí? - señaló el lado contrario con su regordeta manito.

Fergus le sonrió ampliamente dejando a la vista su diente faltante. - Te estaba esperando...- señaló tomándola de la mano, llevándola con el hasta el lavabo. - Lavaremos nuestra manos y luego jugaremos...- afirmó de lo más contento.

Avery por su parte no se pudo negar, eran unos pequeños de cinco años y no tenían en su mente otra cosa que no sea divertirse. Así que los pequeños salieron de los baños tomados de la mano hacia el patio de juegos olvidando a sus compañeros y maestra en el salón.

Se volvió una costumbre suya salir del salón juntos y a veces no regresar, eran demasiado pequeños para entender de responsabilidad y deberes.

Los años pasaron, aún seguían siendo unos niños, pero ahora estaban por terminar la escuela. Para ellos dos, el tiempo que transcurrió solo ayudo a que su lazo se hiciera más fuerte. Todo lo hacían juntos, desde la tarea a las obras de teatro de la escuela. Sus cuerpos también crecieron, Fergus aún era muy delgado, pero muy alto para su edad. Avery era otro caso, ella era bastante alta también, pero no tanto como su mejor amigo. Sin embargo los años no pasaron en vano y conforme iba creciendo su cuerpo tambien ganaba peso.

Muchas veces Fergus tuvo que intervenir cuando sus compañeros o otros niños de la escuela se metían con el cuerpo y peso de su amiga. Conforme iba pasando el tiempo Avery empezó a cambiar de actitud, de la niña alegre y juguetona ya casi no quedaba nada. Eso a Fergus le afectaba más de lo que quería aceptar, pues ahora más que el amigo de Avery, parecía su guardaespaldas gruñendo a cada niño o adulto que se acercara a ella. En sus pensamientos de niño, se veía a sí mismo como el caballero de brillante armadura que la protegería de este mundo plagado de crueles dragones.

Era momento de iniciar la secundaria, ese verano no le fue posible pasarlo con su amiga. Su familia había planeado unas vacaciones increíbles en la ciudad de sus abuelos, pero Avery no quiso acompañarlos en esta ocasión. Por un momento se molestó muchísimo con ella, pero poco a poco su madre lo convenció de que ella necesitaba su espacio.

- ¡Puedo dejarle toda mi cama si ella quiere! - le había soltado a su madre de lo más cabreado. Era un niño que aún no podía entender con claridad por el mal momento y la lucha interna de su amiga con su físico y la inseguridad que esto generaba en ella. - ¡Es más le dejare mi habitación en casa de los abuelos!

- Cariño...- su madre tomo sus sonrojadas mejillas - Avy necesita tiempo para solucionar ciertas cosas de chicas, está vez no puedes ayudarla...- su corazón se arrugó al ver en las mejillas de su hijo algunas lágrimas. - Solo será esta vez cariño...- prometió besando su frente.

Así por fin Fergus acepto ir al viaje con su familia, pues después de que su amiga se negara a acompañarlos , él también se rehusó a ir . Sus abuelos eran amantes de la playa así que hace varios años se mudaron a una zona costera. Toda la familia estaba ahí, muchos de sus primos tenían dos edad y podía divertirse con ellos, pero Fergus estaba convencido de que esas vacaciones eran una mierda sin ella. Se la paso sentado en algún camastro a la sombra de una sombrilla con los auriculares puestos con la música a todo volumen dando un claro mensaje a todos. ¡No me toques los cojones, que no estoy de humor!

- ¿Que tiene Fergus? - pregunto Tina, la tía menor de Fergus. - Está que no calienta ni el sol y eso que estamos asandonos vivos aquí...- dejó en claro bebiendo de su cerveza.

- Su mejor amiga no pudo venir al viaje y eso lo tiene mal...- comentó sonriendo triste, su hijo menor estaba muy afectado por la situación de Avery.

- ¿Mal de amores?¿Eh? - trato de bromear, pero la afirmación de su hermana la dejo tiesa

- Mi Fergie ama mucho a Avy...- suspiró - si solo pudieras ver su sonrisa y el brillo en sus ojos cuando la ve, lo comprenderías.

- Vaya, ya te convirtió en suegra a sus doce años, menuda prisa tiene el niño... - bromeó observando a través de la ventana a Fergus negarse a jugar voleibol con sus primos.

Fueron cuatro largos meses, finalmente la familia volvió a su ciudad, pero la amargura de Fergus fue aún mayor al enterarse que Avery y su familia aún no regresaba de sus propias vacaciones. No tenía otra opción que esperar hasta a qué el nuevo año escolar iniciará, por suerte estaban inscritos en la misma secundaria. Los días transcurrieron lentos y aburridos, tras tres largas semanas su bronceado se había desvanecido casi por completo, se distrajo ayudando a su madre con las compras de útiles escolares e uniformes , pero no fue suficiente, no cuando en lo único que podía pensar era en volver a ver a su mejor amiga.

El día tan esperado llegó y estaba desesperado por llegar a la bendita secundaria, Avery con dió ni una sola señal de vida en todo el verano. Le escribió cada hora durante todas las vacaciones y ella nunca leyó uno de sus mensajes, tendría muchas veces respuestas que darle por su actitud.

No recordaba haberse preparado tan rápido como esa mañana, pues le pareció que sus hermanos mayores y sus padres lo hicieron todo tan malditamente lento que le destrozaron los nervios.

Finalmente su madre aparcó en la entrada de la secundaria, tomó su mochila le dió un beso rápido a su madre y salió disparado del coche.

- Te amo, cielo...- susurró sorprendida por la rapidez de su hijo.

- Si que tiene prisa...- comentó entre risas su hermana mediana.

- ¿Podrías llevarlo hasta su salón? - preguntó su madre.

- Sin problema - comentó besando la mejilla de su madre. Después de todo se sabía cada rincón de esa secundaria de memoria, no era su último por nada.

Espero impaciente en la entrada, se aseguró de revisar con detenimiento a cada individuo que entraba por ese enorme portón con la esperanza de que alguno de ellos fuera ella. Pero no tuvo suerte, el maldito timbre sonó rompiendo su burbuja. Caminó a paso lento no sin mirar atrás esperando verla. Se dejó caer derrotado en el primer pupitre vacío que se le cruzó por delante, sus nuevos Compañeros de clases se escuchaban demasiado emocionados, la posible idea de que tal vez estuvieran en salones separados cruzó por su mente poniéndolo de peor humor.

— Buenos días...— saludó la maestra dejando a todo el salón en silencio.

Todos sus compañeros respondieron en coro, pero Fergus no se molestó en pronunciar palabra. Tras varios minutos con su mirada clavada en la madera nueva de su pupitre levantó su cabeza para desperezar su acambrado cuello. Fue concidencia que cuando sus ojos se posaron en la puerta en esta, se mantenía de pie la chica que le había calcinado la cabeza durante todo el verano.

Fue una acción involuntaria sus piernas se pusieron rígidas causando cierto escandaloso sonido al apartar de golpe la silla de su pupitre. Era ella con la respiración agitada y sus mejillas sonrosadas. Lo que ocurrió después dejo a todos en shock. Fergus caminó a prisa hasta Avery y tomando su mano empezó a correr lejos del salón de clases, necesitaba tiempo con su mejor amiga.





Continuará...

Añorarte una vez másWhere stories live. Discover now