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Un pesado nudo se había mantenido en mi estómago durante la próxima semana, no logré concentrarme en clase, las ganas de vomitar y llorar siempre me acompañaban y la culpa no me dejaba dormir en paz. De mi cabeza no salían los posibles escenarios por los que tuvo que pasar Kira, y que quizás esa fue una de las razones que la llevó a tomar esa terrible decisión.

Asher seguía sin encontrar nada referente al boxeador, a pesar de que ya había pasado una semana en la que le había pedido que lo buscara. Pero según él era cuestión de tiempo, además, tomó posesión de toda la información que mantenía mi padre al respecto, de una manera u otra muy a mi pesar, no me quiso contar como lo logró.

Caminaba arrastrando los pies por todo el establecimiento en dirección al estacionamiento me sentía muy cansado y quería acostarme en mi cómoda camita, por suerte era viernes.

A lo lejos vi una figura recostada en mi auto, era Lizar. durante toda la semana lo había ignorado y evitado porque no quería tener sexo, no me encontraba lo suficientemente bien para eso. Y, Aunque él no me buscó mucho que digamos, pero si hubieron una que otras miradas fugaces entre clases y los pasillos.

-¿Qué haces acá? -pregunté una vez que acorté la distancia, este separó su espalda del coche y metió las manos en los bolsillos de sus pantalones.

-Quiero hablar contigo -respondió simple-. ¿Podemos?

-Nos pueden ver.

-No estamos haciendo nada malo, pero si te avergüenza que te vean hablando con tu profesor me iré y te dejaré en paz -se alejó unos pasos y mientras me miraba por encima del hombro dijo: -solo quería decirte que me gustaría que fueses a mi casa hoy, tengo algo para ti.

-Hoy no puedo -murmuré antes de acercarme a la puerta del conductor.

-¿Qué harás? -interrogó antes de voltearse y seguirme con la mirada.

-Voy a dormir, si quieres mañana-. Un incómodo silencio se creó entre nosotros, por unos segundos pensé ignorarlo e irme, pero esperé hasta que se aventuró a hablar.

-Entiendo, dame tu número telefónico para pasarte la dirección.

-Ya la tengo.

-No, tienes la dirección de mi apartamento, no la de mi casa.

Suspiré sonoramente antes de darle lo que pidió. El resto del día lo pasé durmiendo hasta que amaneció y salí a casa de Lizar temprano en la mañana.

La noche anterior me pasó la susodicha dirección por WhatsApp, y a decir verdad me sorprendió porque la casa estaba a las afueras de la ciudad en una zona bastante apartada.

Está tenía dos pisos y sus paredes se encontraban pintadas de colores pasteles y cálidos, con el césped del jardín perfectamente cuidado y podado. Toqué la puerta con los nudillos, mientras miraba a los lados atesorando el panorama, a los pocos segundos escuché pasos apresurados y luego la puerta fue abierta.

Lizar se encontraba un poco diferente a como yo estaba acostumbrado a verlo, vestido de una manera bastante informal.

-Te esperaba un poco más tarde -dijo antes de aproximarse y depositar un casto y suave beso en mis labios, esa acción me sorprendió bastante, casi nunca me daba besos.

-Vine lo más temprano que pude-, murmuré antes de apartarlo y adentrarme en su hogar. Este estaba limpio, ordenado y decorado de una manera bastante hogareña. -¿Qué es eso que tienes para mí?

-¿Desde cuándo eres tan impaciente? -preguntó tras cerrar la puerta.

-Desde antes de nacer, por eso no aguanté los nueve meses en el interior de mi mamá y salí a los siete-. Intenté avanzar y explorar un poco la estancia, pero Lizar lo evitó cuando rodeó mi cintura con sus brazos y empezó a rozar sus labios en mi cuello, causando que los bellos de esa zona se ericen en cuestión de segundos. -¿Eso es lo que tienes para mí?, ¿Un poco de sexo?

LizarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora