Prólogo

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Los ojos, chico, los ojos nunca mienten.

La primera vez que, Rain, escuchó aquella frase, rondaría los seis años, lo recordaba, porque había sido la última película que observó con su madre, una película para adultos, antes de que muriera, antes de que el cáncer que se había apoderado de sus pulmones después de casi cinco años, y haber dejado hace unos meses la quimioterapia.

Valerie estaba escuchando con una sonrisa la historia sobre hadas que había hecho la pequeña de seis años para ella en la escuela.

Un hada enferma, como su madre, que también había perdido el largo cabello castaño, pero no su bonita sonrisa mágica. 

— Ella está, muy, muy, enferma, cómo tú, mami, pero, al final, ella pide un gran deseo para poder recuperarse, se mejora, y encuentra a un príncipe, se enamoran, tiene tres bebés, hada, primero un niño, hada de cabello oscuro y ojos verdes, al que como le gustaban las estrellas le puso Draco, pero también fue por Harry Potter. Aunque ella decía que no. 

En realidad, no lo era, pero, Rain había visto la película de Harry Potter hace poco y estaba obsesionada lo relacionaba con todos. Rain, levantó la cabeza observando a su madre esperando una sonrisa. 

Eso siempre la hacía reír, pero su madre parecía tan cansada.

— Después llegó, Lilia, por la flor favorita del hada, los lirios. Pero, eso no fue todo porque les quedaba una hada todavía, yo... Digo la última hada nació y su madre amaba la lluvia, ese día estaba lloviendo. Cuando, nació, le pusieron Rain. El hada Rain, cabello castaño claro, y los ojos verdes.

Mamá sonrió raro — El hada Rain es una niña extraordinaria. Es una historia... Preciosa... Mi pequeña tormenta.

Su mano seguía con la mía, sujetándola. Susurró algo para Rain una frase corta, entrecortada, cuando la máquina empezó a sonar fuertemente, de forma extraña.

Algo como.

Bip.

Bip.

Bip.

Bip.

Entonces la mano de su madre, dejó de apretar. Pero sus ojos seguían en Rain, en su pequeña hada de siete años. Rain no dejaba de ver sus ojos, para ver si estaba molesta.

Porque como decía su madre, los ojos no podían mentir. 

No engañan.

— Te... Te...

Que no tenía ni idea de lo que ocurría, pero casi no podía moverse. Pero, se sintió tan llena de emociones que no sabía qué sentir. 

¿Debía llamar a alguien? 

— Mami...

Estaba asustada.

Rain se lanzó a abrazarla sin saber que más hacer, mientras llegaban los médicos, que la apartaron de la sala llevándose lejos de la habitación.

Lejos de su madre.

Pero los observaba, presionando el pecho de su madre con sus manos, y cuando no fue suficiente. El médico gritó, las enfermeras llevaron aquel aparato de las películas.

Ese sonido seguía ahí.

Bip.

Bip.

Cada vez más alto, para Rain, que lloraba en el pasillo junto a la puerta.

— ¿Rain? 

Su padre apareció con el almuerzo de la cafetería que había ido a buscar con su hermana Lilia mientras Rain contaba su historia a su madre.

Un beso.Tahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon