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Dando vueltas como si de un gato enjaulado se tratara, Yuji Itadori esperaba por alguna respuesta.

Eran pasadas de las doce de la noche y su esposa Yuko Ozawa no parecía dar alguna señal de vida. Según las grabaciones de la empresa donde laboraba, Yuko había dejado las instalaciones a eso de las tres de la tarde. Por testimonios de compañeros de oficina, su esposa no había tenido un comportamiento anormal hasta la hora de su salida. No le dieron muchas referencias ya que la castaña no dio parte a alguno de sus superiores alguna situación en particular que se necesitara de ser conocida.

Respecto a Yuji, nunca recibió una llamada de parte de su esposa. Y era eso lo que más le llamaba la atención. Ambos tenían una buena comunicación así que sabían lo que sucedía con el otro, si Yuko tenía algún problema, el primero en conocerlo era Yuji y viceversa, pero en aquella situación, nada parecía ir conforme a lo establecido.

Sigo el consejo de su abogado, de ir a la comisaria a reportar la desaparición de su esposa, pero, conforme al protocolo, debían de pasar más de veinticuatro horas para considerar a alguien desaparecido.

"Leyes idiotas" pensó Yuji para sí mismo.

Quería hacerlo todo conforme los protocolos, pero la desesperación de no saber nada de su amaba, lo orillo a tomar la asesoría de uno de sus antiguos superiores de la escuela media; Gojo Satoru.

Yuji había conocido a aquel hombre de cabellera blanquecina en sus tiempos mozo como preparatoriano. Si bien había mantenido una relación meramente cordial y hasta de una pequeña amistad podría hablarse, el contacto jamás había sido tan profundo como sus otras relaciones. Había un lazo en el tiempo presente, ya que aquel hombre siempre encontraba la manera de hablarle, y claro que el hijo único de los Itadori no le molestaba mantener un contacto con alguien de su pasado, hasta en cierto punto, podía asegurar que Satoru era alguien bastante cordial.

"Es un hombre extraño. Mejor mantente alejado de él" Las palabras de Megumi Fushiguro, su mejor amigo de preparatoria, resonaron en su cabeza de un momento a otro.

A ciencia cierta, nunca supo el porqué de la aversión del azabache por el albino. Lo poco que conocía era que Megumi había sido adoptado por la familia Gojo cuando era un infante, pero al momento de entrar a la preparatoria, tomo su distancia y decidió vivir bajo la tutela de su prima Maki Zenin. Las conversaciones para saber más siempre estuvieron sobre la mesa, sin embargo, a diferencia de Nobara Kugisaki, quien era imprudente en temas delicados, Yuji no quiso preguntar más allá de la información que le proporcionaba Fushiguro.

Fue por ello por lo que decidió llamar a Gojo sin que nadie de su círculo de apoyo se enterara de la acción.

Tomó otro trago de cerveza para enfriar un poco su cabeza cuando el timbre sonó. Sin esperar más, dejo la lata encima de la barra de la cocina y camino rápido hacia la entrada principal.

En cuanto la puerta, su vista fue llenada por un hombre apuesto de ojos azules como el mar, unos cuantos centímetros más alto que él y de una compleción ectomorfa. Su acompañante iba vestido con unos jeans y un suéter de cuello de tortuga negros, que se afianzaban a su figura de manera precisa sin dejar nada a la imaginación.

        — Lamento haberle llamado tan tarde.

Yuji se hizo a un lado para darle el pase a su morada.

          — Yuji, Yuji, Yuji ¿Cuántas veces debo decirte que me hables de tú? Ya no estamos en la época estudiantil para que mantengas tantas reservas conmigo.

Sonrió ante aquel comentario y dándole el paso a Satoru para tomar asiento en la pequeña sala continuo. — Lo sé, pero realmente los viejos hábitos son difíciles de quitar. - Tomando un tono más serio, dirigió su mirada a un punto en el suelo—En la llamada no pude contarle todo, pero, quisiera tener su apoyo para localizar a alguien. Mi esposa Yuko salió del trabajo durante la tarde, pero no se comunicó conmigo y no llego a casa. Trate de hacer todo por la vía normal, pero, no puedo confiar en que la encuentren antes de que algo pase... Entiendo si estoy pidiendo demasiado, pero no se me ocurrió a quien más recurrir además de... ti.

Las una y mil historias sobre ti.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora