1- Enlazando el nudo dorado

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Sus ojos recorrían el lugar familiar que había alcanzado a considerar su hogar, lleno de recuerdos en cada parte de la habitación donde posaba su mirada. Sentados detrás de él estaban los dos jóvenes con los que había compartido innumerables momentos, trabajos, risas y penas, a los que había acompañado a crecer y madurar, o eso le gustaba pensar. Estaba a unas horas de dar un paso que daría un nuevo comienzo y sentido a su vida, en la que habría muchos cambios, aunque esperaba poder seguir manteniendo otras tantas cosas.

Parado en la mitad de la sala, vestido con un elegante y tradicional montsuki haori hakama negro y gris, Gintoki tenía una expresión nostálgica en sus ojos carmesí, aunque el sentimiento que predominaba en él era uno de emoción y certeza. Finalmente había llegado el día de su boda, con la mujer con la que estaba en pareja hacía alrededor de dos años, Tsukuyo, si bien su relación de amistad databa de tres años antes de aquello. El pensamiento que más rondaba su mente, era que en unas pocas horas estaría iniciando su vida como hombre casado, empezando su nueva familia elegida junto a la mujer que más amaga, y había elegido compartir con ella el resto de su vida.

La noticia de la boda no sorprendió a los amigos y allegados de la pareja, más bien el comentario general fue de preguntarles qué los había hecho tardarse tanto, conociendo cuánto se amaban y el profundo vínculo que los unía. Si bien no se habían mudado juntos antes, principalmente porque ninguno consideraba que tenía un espacio propio adecuado para establecer una vida de pareja, sumado al trabajo que mantenía ocupado a cada uno en su propio barrio, era prácticamente una realidad que tenían ya algo de informal convivencia, siendo común que pasaran desde las noches hasta un par de días juntos en donde uno u otro vivían. Simplemente el tiempo pasaba demasiado rápido, además de que Gintoki era un hombre de lo más relajado, y Tsukuyo era de lo más "apasionada" por su trabajo como jefa del Hyakka y protectora de Yoshiwara.

Hasta que llegó el día en que decidieron unir sus vidas de manera oficial, y los dos decidieron poner una fecha de boda pronta, apenas quince días después de comprometerse, en los primeros días del mes de noviembre. Primero hicieron el sencillo registro del matrimonio civil en el ayuntamiento, no mucho más que sellar un documento con sus nombres, para poder al día siguiente casarse en la más memorable ceremonia tradicional sintoísta y la celebración posterior. Siendo que ninguno tenía familia de sangre, ni ganas ni paciencia para hacer un festejo organizado y grande, simplemente se ocuparon de la íntima ceremonia principal, mientras que los amigos fueron los que se ocuparon de complementar el festejo y hacerlo una verdadera fiesta sin lista de invitados, ya que más bien se extendió la invitación a todos los conocidos que gustaran de acompañar a los novios en su día especial.

Si bien aquello preocupó un poco al samurái, que no tenía un presupuesto para hacerse cargo de tremenda celebración y tampoco quería agotar las reservas de ahorro de Tsukuyo en una mera fiesta de un solo día, se relajó en cuanto sus amigos lo tranquilizaron en que quedaría en buena parte en manos de ellos y sería como un gran regalo de parte de todos, además de los particulares. Kyuubei ofreció el gran salón de la mansión familiar Yagyuu para alojar el banquete y la fiesta, Hinowa prometió un lujoso servicio de catering, así como Otae logró hacerse con una buena cantidad de bebidas del cabaret donde trabajaba como anfitriona y Otose de su propio bar, mientras que los demás se ocupaban de aportar para lo que faltaba para completar la decoración y los entretenimientos.

El motivo por el cual Gintoki estaba mirando su oficina con un aire nostálgico, era que esa era la última mañana en que podía considerarla también su hogar. Una vez iniciada su vida como esposos, él y Tsukuyo pasarían la noche de bodas en su nuevo hogar juntos, una casa que habían comprado –principalmente gracias a los ahorros de la cortesana–, en un barrio intermedio entre Kabuki-cho y Yoshiwara, ya que los dos planeaban seguir con sus mismos trabajos, pero de esa forma facilitarían el trasladarse. Pese a todas las quejas por el pago del alquiler atrasado, la vieja Otose le ofreció al samurái con un tono indiferente que siguiera usando ese espacio para los Yorozuya en cuanto se enteró de la boda, ya que además no quería cargar con la culpa de que Kagura terminara en la calle sola, siendo que su "patrón" nunca le había pagado un sueldo decente.

Que el amanecer nos encuentre juntos por siempreWhere stories live. Discover now