Cᥲρίtᥙᥣo IX

23 4 5
                                    

No podía contener ninguna lágrima, iban una tras otra.
Mí corazón estaba partido en mil pedazos debido a que la persona que tanto había querido se había esfumado, ya ni quedaban rastros de ese chico dulce y compañero.
Me encontraba en el asiento trasero del auto, con mí frente apoyada en el vidrio.
Miraba la esquina de mí colegio rememorando aquél día en que volví por primera vez a mí casa con él.
Siempre preguntaba si yo necesitaba algo. Nunca me hubiese relacionado con una persona con esas actitudes por eso no entendía de dónde había salido ese carácter, esas palabras, esa violencia.
No estaba en mí forma de ser permitir que ninguna persona me quiera dejar en el piso, quien quisiese pelear conmigo iba a obtener repuesta. Es por eso que estaba conmocionada ya qué había estado a segundos de reaccionar con ira si no hubiese aparecido Tomás.

— ¿Y yo cómo sé que no sos igual que los tontos del salón? — una sonrisa se dibujó en mí rostro mientras abrazaba mis rodillas mirándolo.
— Porque yo soy más copado, vas a ver. — guiñó un ojo. — Ya sé — soltó de la nada, como si un foco se hubiese encendido en su cabeza. — ¿Me querés acompañar a un boliche que está cerca del colegio?
— Nunca fui a ningún boliche. — pensé en que no tenía ninguna prenda para la ocasión.
— Y... — fingió estar pensando. — A mí me preocuparía que ya hayas conocido muchos. — negó con la cabeza pero estaba divertido.
— No soy de salir pero es que no me lo propuse tampoco. — apoyé mis manos en el pasto y él asintió con la cabeza.
— ¿Ves? Nos podemos llevar bien, vos no pones peros, te animas aunque no sepas que va a pasar.
— Y si, Nico ¿Sino para que vinimos al mundo? Estoy cansada de vivir en una burbuja.
El sonido del timbre sonó anunciando que era hora de entrar al aula y Nicolás se levantó del suelo estirando la mano para ayudarme. Sin dudarlo agarré su mano levantándome mientras que sacudía mí uniforme.
— Me caes muy bien Luna, te escucharía todo el tiempo. — confesó Nicolás caminando a la par mía.

El recuerdo, su personalidad y su cariño se difuminaban. Todo lo que creía que Nicolás era se iba desdibujando, ya no tenía forma. Tantos años y no pude percibirlo, me sentía una estúpida.
De golpe me encontré interrumpida por la aparición de Lucas en el auto ¿En qué momento había llegado?
— ¿Estás bien? — me miró a través del retrovisor o eso percibí yo, ya qué siempre andaba con lentes de sol.
— Si, no te preocupes. — sequé mis lágrimas para no verme vulnerable.
— A veces las personas cambian por cosas que no entendemos, nos dejan miles de heridas. Una parte tiene que ver con la idealización, esperamos cosas que nunca nos prometieron. — hizo una pausa. — No te dejes llevar por primeras impresiones nunca. La verdadera personalidad y los deseos de alguien se esconden ante los ojos de la persona a la que quiere cautivar. Un lobo no se va a mostrar lobo ni a palo desde el principio si quiere entrar en tu vida. — bajó sus lentes un milisegundo y me miró. — Quédate tranquila, nenita. — dijo eso último volviendo a ponerse los lentes.
Asentí con la cabeza. No había escuchado a Lucas nunca hablar más de una oración así que estaba un poco anonadada de que me estuviese aconsejando de aquella manera. Lo sentí un poco raro ya qué él también era nuevo en mí vida ¿Significaba que me ocultaba algo? ¿Tomás también?
Pasaron unos segundos antes de que Tomás se sentara en el asiento del copiloto. En esos segundos lo observé y todo parecía estar normal, no había rastros de golpes.
— Tomi, ¿Qué pasó? ¿Y Nicolás? — aferré mis dedos al asiento de cuero para acercarme.
— No te va a molestar más. Solamente hablamos, no te preocupes. — ni siquiera me miró.
— Pero, ¿Está todo bien? — fruncí el ceño buscando alguna respuesta más elaborada. 
— Si. — respondió seco, apoyando su brazo en la ventanilla que estaba baja. — ¿Querés ir a tu casa?
— Bueno...— respondí algo sorprendida.
— Lucas, vamos a llevarla a su casa. — pidió Tomás y noté cierta tensión en su mandíbula. Su mirada estaba pérdida.
Lucas arrancó el auto y me quedé en mí asiento sintiéndome de alguna forma culpable pero no entendía porqué. Quería bajarme, hacerme cargo del desastre que tenía en mí vida pero algo me tenía aferrada, quizás la necesidad de saber en ese preciso instante que pasaba. Era un ciclo que se repetía todo el tiempo, tener que andar adivinando que le pasaba a la gente.

El viaje fue pesado porque me encontraba confundida. Cuando creía que por fin salía del pozo solo era una ilusión, nunca terminaba de caer.
Ninguno me habló en el viaje solo se hacían gestos entre ellos para saber si el camino era correcto o no; había cierta incomodidad que antes no se había presentado, ni aún cuando estábamos viviendo las peores escenas de adrenalina.
Al llegar a casa me bajé del auto y mire el auto llenó de polvo, como era negro más se notaba.
— Cuídate nenita. — pasó por encima de la ventanilla Lucas su mano entregándome un papel. — Cualquier cosas nos llamas.
Yo estaba inconforme con lo que estaba sucediendo. De un momento a otro todo cambió. Tomás no me hablaba, Lucas ahora si ¿Había semanas que se turnaban?
— Gracias Lucas, de verdad. — intenté sonreír de costado para verme agradecida con Lucas. Sin embargo busqué la mirada de Tomás sin éxito.
Caminé hacia el frente del auto, justo delante del capot dónde tenía una vista perfecta del parabrisas. Estando firme allí miré a Tomás que se aferraba a la acción de no hacer contacto visual, pero si de algo estaba segura es que él tenía en cuenta que no me rendía tan fácil.
— ¿Qué te pasa, estás enojado conmigo? — un poco grité para llamar su atención.
Divisé con facilidad el semblante de Lucas. Estaba divertido con la situación por lo que le pegó en el hombro a Tomás para que me mire.
Tomás me miró con seriedad sin desistir de su actitud e increíblemente negó con la cabeza.
— Te hablo después Luna. — suspiró al decir eso como si le costara hablarme.
A pesar de todo me encontraba cansada de los interrogantes así qué cedí ante esa escena estúpida y apenas lo hice Lucas aceleró. No lo miré porque me digne a darme vuelta rápido para darles la espalda, pero si que lo escuché.
Se podían ir todos a la mierda, al final de cuentas siempre era yo la que tenía que ser paciente, comprensiva y amable.
En ese momento desee con todas mis fuerzas no ver nunca más a ninguno de ellos.
Una vez en mí casa la conversación con mí mamá fue muy rápida. Solo preguntó dónde había estado por lo qué seguí el guion que Lola se había inventado y ella pérdida en una copa de vino asintió.

No voy a mentir que la semana pasó rápido y yo solo me preguntaba en qué momento había visto como buena idea juntarme con personas así, ir a su departamento, subirme a un auto que no conocía. Todas las luces tenían que estar encendidas y yo me dejé llevar por la curiosidad. Siempre había sido cautelosa -o eso creía- no sabía cómo había bajado así la guardia.
A Nicolás no lo cruce más. Todo parecía indicar que se había cambiado de colegio por lo que agradecí internamente cuando escuché esa noticia en el pasillo.
Sabía que había deseado no ver más a esa gente que solo me causaba dolores de cabeza pero por algún motivo que no podía entender me la pasaba dibujando los días que compartimos juntos; y no podía dejar de lado el hecho de que Lola hablaba todo el tiempo de ellos rememorando las secuencias porque según ella había sido divertido, emocionante y también quería conocer a Ezequiel.
Esa misma tarde sin ir más lejos me mostró un flyer de una fiesta que había compartido un ex compañero nuestro que se llamaba Alejo. Él era muy amigo nuestro pero se tuvo que mudar en su momento por problemas de dinero en su familia, sin embargo ahora estaba mejor que nosotras dos juntas respecto a lo financiero.
— ¿Le decimos a Alejo y vamos? — hizo un pequeño mohín y me reí.
— ¿Cuándo te dije que no? — elevé los hombros por su actuar absurdo.
— Bueno pero mira que es lejos. — advirtió.
— No me importa, necesito tomar hasta que me olvide quien soy. Voy a usar el método de mamá. — confesé riéndome.
— Es un montón amiga, no se jode con los traumas. — se rió. — Bueno seguramente está noche te pasamos a buscar.
— Si, llamame porque seguro me voy a poner a dibujar. — comenté bajando las escaleras.
— ¿Lo dibujas a Ezequiel? — me pidió y casi que me rogó.
— Soltalo Lola, fue un amor de cinco segundos.
— ¡Sos mala! — suspiró y volvió a repetir esta vez gritando porque yo me estaba alejando. — Después te pasamos a buscar.

Asentí siguiendo mí camino hacia la parada de colectivo, sin rastro de autos, sin rastro de Nicolás, sin rastros de Tomás. La calle estaba vacía y yo no podía sentir alivio.

𝙍𝙐𝙄𝙉𝘼𝙎Where stories live. Discover now