3. Alga

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Harika despertó de golpe, sobresaltada, ¿Cuánto tiempo había dormido? ¿El sujeto había despertado?

Miro a su lado, solo para encontrarlo igual de inconsciente que la noche anterior, vio que su expresión se había relajado, y eso la calmo. Desde que lo había rescatado, apenas se daba el tiempo de mirar bien su rostro, se dio cuenta de sus facciones bien proporcionadas, hacia mucho que no veía a alguien con los ojos rasgados; la piel aceitunada complementaba el tono verdoso de su cabello. Y le pareció... guapo.
Pronto un rubor se extendió por sus mejillas, ¡que importaba que fuera guapo!

Sin ganas de seguir sintiéndose rara, salió a la cubierta, tomo su catalejo y diviso tierra.

-¡Por fin!

Estaba ansiosa de poder comprar lo que necesitaba y tal vez deshacerse del Alga.

Harika se estiro, acomodo lo que bajaría del barco y las cosas de su invitado, dejó las catanas escondidas, nada le aseguraba que no fuera un tipo violento.

Llego a tierra, el suelo firme y seco de la isla la recibió como un abrazo, no era gran entusiasta de estar grandes temporadas en el mar, pero era su trabajo. Llevaba mercancía de islas vecinas a otras, vendiendo desde mapas, remedios, joyas o partes de barcos, a veces saqueaba piratas, pero esos eran detalles menores. La mercancía que llevaba consigo ese día fue vendida más rápido de lo que esperaba, con berries extras en el bolsillo Harika fue a comprar ropa para su invitado.
Pasando por las tiendas, nada le convencía, todo era demasiado elegante y no combinaba con la imagen que Alga irradiaba. Finalmente compro un conjunto negro, lo suficientemente resistente para el estilo de vida que Harika suponía que tenía.

De regreso a su barco, lo vio en otra posición, sin dida estaba mejor, pero sin despertar. Al menos eso le daba tiempo en pensar que haría cuando eso pasara. Ella se sentó al borde de un baúl, dejo la ropa nueva a un lado de la cama improvisada y volvió a sumergirse en sus pensamientos. Si despertaba violento no tendría más opción que noquearlo de nuevo, dejarlo en el puerto e irse. Si despertaba tranquilo le explicaría las cosas y también lo dejaría en el puerto. Si para el medio día no despertaba iría por un médico, ¿cuánto dinero costaría hacer que lo revisara un doctor? Era demasiado caro...

Repaso sus opciones una y otra vez, todas terminaban en dejarlo en un puerto, y tal vez amenazarlo con sus catanas.

Con una jaqueca comenzando, Harika dio por cerrado el tema, como sea que despertara lo dejaría en esa isla, lo demás no era su problema.

«Como si evadir problemas fuera difícil », pensó.

Aburrida, saco una pequeña libreta donde anotaba sus viajes, reviso su próximo destino, estaba a tres días de las isla dónde se encontraba. Anotó lo que había ocurrido la noche anterior, terminando con una gran nota: "DEJA DE PONER TU CULO EN PELIGRO"

Cerro la libreta, la guardo y saco una garrafa con agua. Sirvió dos pequeños vasos, uno para ella, y otro para él, por si se dignaba en abrir los ojos.

Se atrevió a mirarlo de nuevo. Y un monologo consigo misma sonó por el camarote. No esperaba que él la oyera, pero su padre decía que hablar funcionaba con quienes no querían despertar.

-No sé porque hago cosas como estas... -Era difícil sincerarse con las personas, pero no tanto con alguien inconsciente- Pude haberte dejado ahí, pero no lo hice y no hay vuelta atrás. Así que cuéntame de ti, ¿tengo que preocuparme por las evidentes señales de pelea en tu cuerpo? Y por el estado de esas catanas puedo decir que has rebanado más cosas de las que puedo contar.

Harika no esperaba una respuesta, simplemente estaba dejando salir los pensamientos que tenía hacia él y toda la situación.
Después no supo como parar, así que termino por contarle la historia de su vida, lo que hacía para vivir, y lo que planeaba hacer en un futuro, había pasado mucho tiempo desde que tenía una conversación así, claro que él no podía escucharla.

S E A | Roronoa ZoroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora