Park Jimin tiene que presentar el manuscrito de su novela a finales de diciembre, pero para el momento de empezar a escribir un nuevo capítulo, su mente se bloquea sin poder redactar. Min Yoongi, su esposo, sugiere una idea para ayudarle, eso implic...
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Marcas de amor
Jimin estaba sentado frente al escritorio, sobre el reposaba el ordenador con el manuscrito de su última novela, los primeros capítulos fueron un huracán de ideas, pero en ese instante, ni una lluvia, peor una gota de idea se cruzaba por su camino.
Llevaba una semana tratando de escribir ese capítulo. Y, el correo que había recibido hace unas horas más el mensaje de Taehyung recordándole la entrega del adelanto de los primeros diez capítulos para finales de diciembre, solo fue un detonante para sus ganas por terminar el nuevo apartado.
Por lo que buscó en Internet, parece ser que padece el síndrome del bloqueo del escritor, algo parecido a estar en un campo lleno de árboles y animales, pero sin poder visualizar con claridad lo magnífico que es el lugar por la neblina.
Jimin chasqueó la lengua y suspiró pesado, fingió figurar una escena mientras desvió la mirada hacia la gran ventana que tenía al costado, en busca de inspiración, pero solo pudo observar el cielo pintado con tonalidades oscuras, estrellas lejanas que a lo lejos tintineaban como luciérnagas y la gama de colores por las luces de las casas y automóviles.
Sin más, volvió a contemplar la pantalla, escribió una palabra y la borró, escribió otra y borró dos más. Antes de volver a teclear, la puerta de su habitación se abrió, sin embargo, no se inmutó ante el corte repentino de silencio, de hecho, necesitaba por lo menos escuchar algún sonido para no perderse en un pensamiento crédulo por abandonar el capítulo esa noche.
Yoongi aclaró la voz y como de costumbre, estiró el cuerpo dejando escapar un suspiro, luego masajeó vagamente su hombro y cerró la puerta. Jimin sonrió al conocer sus manías domingueras.
Yoongi se acercó a él para depositar un beso en su mejilla, Jimin pudo sentir cómo las fibras húmedas de su cabello le rozaron la piel. El ronroneo como felino en busca de caricias provocó que se estremeciera y aguantara la respiración. Yoongi sonrió en secreto.
—¿Cómo te fue? —preguntó Jimin cuando Yoongi recobró la postura—. ¿Le ganaste a Namjoon esta vez?—se esmeró en que su voz sonara burlesca, todo por el simple hecho de saber que llevaba un mes practicando pádel con su mejor amigo y siempre terminaba perdiendo.
Yoongi soltó un bufido y como venganza despeinó el cabello de Jimin. Él se quejó entre risas.
—Mi esposo es tan atento—ironizó sin responder a las interrogantes de Jimin, en cambio, frunció las cejas y con curiosidad asomó la cabeza hacia la pantalla del ordenador. Observó el documento de word con sólo el título y un párrafo sin pies ni cabeza, le echó una mirada, extrañado—. Cariño, ¿hace cuánto empezaste a escribir el capítulo?
