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Estoy loca, pero a ti te gusta eso.

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22 de febrero
de 1922.

Narrador omnisciente

Peligro.

Eso era lo que emanaba de aquella joven peculiar.

Podría sonar exagerado, si no fuera porque estaba sentada, atada a una silla de madera con un suéter de seguridad, un bozal cubriendo su boca y un grillete en su pierna izquierda.

Roark Rickaby, también conocido como Rocky, la observaba desde un rincón frío de la oscura habitación. Había recibido la tarea de vigilarla hasta la llegada de Atlas May.

—¿Cuál es tu comida favorita? —preguntó sin esperar respuesta—. La mía son los panqueques, una exquisita obra maestra.

Silencio.

Le resultaba entretenido hablar solo, pero después de tres horas, comenzaba a aburrirse. Con cuidado, se levantó y se acercó a la prisionera.

—Te quitaré el bozal, pero no me muerdas —dijo al ver aquellos ojos intensos— y no le digas a Mordecai y Viktor que te lo quité.

Tras decir esto, tomó entre sus manos el rostro de la chica y le retiró el objeto que le impedía hablar.

La joven europea movió su boca, readaptándose a la sensación de tener su cavidad oral libre, mientras sus ojos permanecían fijos en el felino de ojos azules que la sonreía ampliamente. Ella chasqueó la lengua, divertida por lo ingenuo que le parecía, una presa fácil, pensó.

—Dovol'no der'mo, kotorym ya uvlekayus'...

—Lo siento, no hablo "taka taka".

La mujer lo miró con el ceño fruncido, reflexionando sobre la posible estupidez que podía albergar en su interior. Durante esas tres interminables horas, obligada a escuchar cada insensatez que salía de su boca, no le cabía duda de que le faltaba uno o dos tornillos.

—Te decía que es un placer conocerte, dulzura.

—También es un placer, señorita...

—Anastasia

—Bonito nombre, extraño pero no le quita el encanto. Yo soy Roark Rickaby, aunque todos me llaman Rocky —dijo mientras se sentaba frente a ella—. Ahora que puedes responder, podemos seguir hablando —concluyó sonriendo.

Anastasia pensó en qué le harían si le daba una patada en la cabeza y lo mataba ahí mismo. Descartó la idea al recordar a aquel gato idiota de ojos verdes que la amenazó con matarla si tocaba al tonto.

—Bien, cariño, ¿de qué te gustaría hablar? —preguntó arrastrando las palabras.

—¿Cuántos años tienes?

—Insolente, eso no se le pregunta a una mujer —respondió gruñendo.

—Bueno, siguiente pregunta —contestó sin inmutarse—. ¿De qué país eres? No eres de aquí por tu forma de hablar, ¿verdad?

—Soy rusa, vengo de la Federación Soviética de Rusia —respondió brevemente.

—¿Es bonito Rusia?

La mujer lo miró con una ceja alzada y se preguntó si realmente era un idiota o demasiado inocente. Ante su último pensamiento, sonrió lascivamente.

Peligro |Roark Rickaby| ◤LACKADAISY◥Where stories live. Discover now